Los 'soñadores', una vida en el alero de la legalidad
- Casi 800.000 personas se han beneficiado del programa implantado por Obama
- Les ha permitido acceder al mercado de trabajo y progresar en Estados Unidos
- "Cambió literalmente mi vida" asegura una de las beneficiarias, los dreamers
- Pero siguen siendo indocumentados y ahora vislumbran una posible expulsión
El DACA, en datos
- En marzo, había 787.580 jóvenes indocumentados inscritos, según el Servicio de Ciudadanía e Inmigración.
- Casi 1,1 millones de indocumentados podrían haber accedido, así que se han acogido el 78 % de los jóvenes que reunían los requisitos, según el Pew Research.
- Hay 618.342 "soñadores" mexicanos, los más numerosos seguidos de los salvadoreños (28.371), los guatemaltecos (19.792) y los hondureños (18.262).
- California (242.339) y Texas (140.688) acogen a casi la mitad de los beneficiarios; les siguen Nueva York (49.710), Illinois (45.663) y Florida (39.843).
- Un 46 % de los "soñadores" está actualmente estudiando y, de ellos, un 83 % también trabaja.
- La eliminación de DACA desembocará en la deportación de 685.000 trabajadores, con una pérdida de más de 460.300 millones de dólares para el PIB en la próxima década, según el Center for American Progress.
- El 63 % de los adultos apoyaba su instauración en 2012; un 58% defendía no revocarlo en noviembre de 2016.
- El salario medio de los "soñadores" ha subido un 69 % al pasar de 10,29 dólares por hora a 17,46, según el Center for American Progress.
Cientos de miles de jóvenes que solo conocen la vida en un país que no les reconoce como ciudadanos de pleno derecho afrontan desde este martes la posibilidad de ser expulsados: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha decidido que en seis meses retirará el paraguas que Barack Obama colocó para proteger a los inmigrantes irregulares que llegaron al país siendo menores, los llamados "soñadores" (dreamers), revocando así el limbo jurídico que les había abierto una puerta hacia el progreso vital.
"Cambió literalmente mi vida", explica a Reuters Ilka Eren, de 25 años, que llegó con sus padres desde Turquía cuando apenas tenía nueve y ahora vive y trabaja en Nueva York. "Me ha permitido tener una nueva vida", coincide Tomás Pendola, de 26 años, profesor de química argentino, aunque él se siente estadounidense, según cuenta a AFP.
Ambos se refieren al programa DACA, el acrónimo de Deferred Action for Chilhood Arrivals (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), el programa que Obama instauró mediante una orden ejecutiva en 2012 y que permite a quienes llegaron de forma irregular al país siendo menores de 16 años no solo esquivar la deportación, sino acceder a un trabajo o a un permiso de conducir.
A partir de ahora, esa puerta está cerrada y los beneficios que concede se prolongarán solo hasta el 5 de marzo de 2018, una prórroga a la que se agarran miles de personas: según los últimos datos del Servicio de Ciudadanía e Inmigración, publicados en marzo, el programa ha beneficiado exactamente a 787.580 jóvenes indocumentados, a los que exigía estar estudiando y demostrar que no tenían antecedentes penales.
Una puerta hacia el progreso
La mayoría, hasta un 78 %, proceden de México, con 618.342 "soñadores", aunque también hay numerosos salvadoreños (28.371), guatemaltecos (19.792) y hondureños (18.262). El predominio centroamericano explica en parte donde se asientan: los estados con más dreamers son California (242.339) y Texas (140.688), seguidos de Nueva York (49.710), Illinois (45.663) y Florida (39.843).
Sin embargo, el programa ha cobijado a inmigrantes de nacionalidades muy diversas. Ilka Eren se inscribió cuando estaba en la universidad, fue su vía de acceso a varias prácticas y, en última instancia, le permitió encontrar su actual trabajo como ayudante del responsable financiero de Ovation Travel Group, una empresa que proporciona servicios de viaje a otras compañías. "De verdad, no sé dónde estaría sin él", recalca.
El Center for American Progress estima que el 91 % de los beneficiarios del programa está trabajando; muchos, además, siguen formándose, ya que el 46 % de los beneficiarios estudia. El DACA es la vía hacia una vida mejor, como atestigua Jay Meza, de 23 años: "Ahora tengo un buen trabajo. Estoy mirando para comprarme mi primera casa. Y tengo un buen coche".
“Ahora tengo un buen trabajo. Estoy mirando para comprarme mi primera casa. Y tengo un buen coche“
Meza llegó a Estados Unidos con sus padres desde México cuando tenía tres años y ahora trabaja como procesador de datos en Miramar Group, una empresa de Illinois, que especializada en la gestión de inmuebles.
Limbo legal
En cualquier caso, los dreamers viven en un limbo legal: Obama recurrió a una orden ejecutiva para protegerles porque no fue capaz de que el Congreso acordará una legislación que ordenara la inmigración irregular, de forma que no pueden ser expulsados pero tampoco adquieren la residencia legal.
"Te sientes en una trampa. Somos libres, pero tenemos tantas restricciones que nos sentimos atrapados", comenta Tomás Pendola, que compara su situación con la del personaje que encarnaba Tom Hanks en la película La terminal.
La familia de Pendola abandonó la depauperada Argentina, arrasada por la crisis financiera, en 2001, cuando él tenía diez años, y, tres lustros después, es profesor de química en uno de los institutos de secundaria más prestigiosos de Florida, la MAST Academy de Miami. Ahora, la decisión de Trump le sume en la incertidumbre: "Se pierde la vida. Te sientes inútil, tienes la impresión de no pertenecer a ningún sitio".
“Hay gente para la que volver a su país es una sentencia de muerte“
Pendola, pese a todo, podría volver a Argentina, pero el retorno a otros países, especialmente algunos centroamericanos no es tan sencillo: "Hay gente para la que volver a su país es una sentencia de muerte", apostilla.
Daño económico
La amenaza de la expulsión no solo planea sobre la cabeza de cada uno de los dreamers, sino que también puede ser un quebradero para la economía nacional: según un estudio del Center for American Progress, la eliminación de DACA desembocará en la deportación de 685.000 trabajadores, lo que provocará una pérdida de más de 460.300 millones de dólares en el producto interior bruto de Estados Unidos durante la próxima década.
Muchos de ellos, de hecho, son trabajadores cualificados, por lo que las empresas de Silicon Valley se han opuesto sin ambages a la decisión de Trump: "250 de mis colegas de Apple son dreamers. Estoy con ellos. Merecen nuestro respeto y una solución digna de los valores estadounidenses", decía estos días Tim Cook, máximo responsable de la compañía de la manzana.
El presidente, sin embargo, considera que esos puestos de trabajo deben estar en manos de trabajadores estadounidenses: "Debemos recordar que los jóvenes estadounidenses también tienen sueños", se justificaba tras dar a conocer su decisión de liquidar el DACA.
Es una medida que honra una promesa electoral y que seguramente satisfará a su electorado más fiel, pero que no es ampliamente popular: una encuesta del Global Strategy Group publicada en noviembre de 2016 afirmaba que el 58 % de los estadounidenses rechazaba eliminar el plan, frente a un 28 % que respaldaba acabar con él.
Dispuestos a luchar
En cualquier caso, no parece que los "soñadores" se vayan a arredrar: poco después de anunciarse la eliminación del DACA, unas 200 personas se concentraban en la en la plaza Lafayette, justo enfrente de la puerta de la Casa Blanca, para protestar por la decisión. Muchos de ellos eran dreamers, dispuestos a dejar claro que nadie les quitará "la dignidad", como repetía entre lágrimas Maribel Santiago, venida desde Yonkers, en Nueva York.
"Aquí estamos, no nos vamos", subrayaba a su vez Greisa Martínez, directora del grupo United We Dream, una de las principales organizaciones de defensa de los "soñadores". "Nadie nos va a devolver a la sombra", aseguraba a Efe, a la vez que cargaba contra un Gobierno "racista" que acepta entre sus miembros a "blancos supremacistas".
“Vamos a seguir luchando, para que el Congreso pase una nueva legislación“
Entre los manifestantes se encontraba también Gerson Quintero, de 22 años y estudiante en la Universidad del Distrito de Columbia, que llegó a Estados Unidos con ocho años junto a sus padres, procedente de El Salvador: "Vamos a seguir luchando, para que el Congreso pase una nueva legislación", prometía.
Otras ciudades también han registrado protestas, en las que los soñadores han dejado ver su rabia y su afán de pelear. Como Erika Andiola, una de las 400 personas que se han concentrado frente a la Trump Tower de Nueva York: "Los beneficiarios de DACA estamos aquí sentados para mostrar a Trump que no le tenemos miedo , que estamos cansados de que nos ataque. Vamos a continuar luchando no solo por los dreamers, sino por nuestras familias, que no vinieron solos a este país, vinimos en comunidad, vinimos con nuestras familias".