Los poemas sin palabras del escultor David Bestué
- El artista barcelonés crea una muestra específica para el Reina Sofía
- Trabaja con moldes y materiales licuados que se reinventan en sus manos
- El escultor explica a RTVE.es el contenido de la exposición y su inspiración
Al escultor David Bestué (Barcelona, 1980) le gusta equiparar los materiales con los que trabaja con las palabras que desgrana un poeta en sus versos. “Un poeta describiría estos lugares, pero yo voy a estos lugares, cojo estos materiales, que para mí es lo real, los manipulo y los pongo en orden. Es como si fueran palabras, que al final son recipientes, el significado estaría dentro, y yo es lo que hago”, explica sobre un proceso creativo cargado de lirismo.
Una poesía sin vocablos en la que las copias de los objetos son moldes que rellena de material pulverizado, desde un roble, un puente, una pared o flores, en una suerte de reinvención.
Los proyectos del escultor barcelonés, interesado en la arquitectura y la ingeniería, revisan de forma crítica determinados acontecimientos históricos o estéticos. Materiales e ironía forman parte del sustrato de su identidad artística.
Parte de este trabajo, encarnado en tres técnicas escultóricas: el corte láser, el molde y la reutilización de objetos del pasado se encarna en ROSI AMOR (Hasta el 26 de febrero de 2018). Una investigación específica para el programa Fisuras del Museo Reina Sofía, que abre la puerta a talentos emergentes que exhiben su obra en espacios insólitos.
Metamorfosis, la luz del crepúsculo y la poesía, en especial Góngora pero también la Generación del 27, Machado o Juan Ramón, son la inspiración que atraviesa estas creaciones, en palabras del artista, con el que recorremos la muestra en las entrañas del museo. “Ha sido un trabajo de leer poesía y seleccionar materiales. A los dos niveles”, aclara.
De Sanchinarro a Vallecas
Entramos en la primera sala, con clara orientación tecnológica. Es el Espacio 1. Siluetas geométricas de metacrilato, péndulos y planchas lisas realizadas con láser componen el paisaje.
Bestué ha tomado como referencia elementos arquitectónicos de las fachadas de las grandes empresas de los barrios de Sanchinarro y las Tablas en el norte de Madrid, una zona que para el artista representa el poder financiero, empresarial y político.
“Son fachadas como sacadas de un mundo virtual. El norte sería el poder, las cuatro torres, las empresas, sería lo duro, la piedra”, señala, sobre piezas que ha elaborado informáticamente con una estética deliberadamente fría, en contraste con el siguiente espacio: el sur de la capital representado por Vallecas.
En este sur ficticio, los protagonistas son objetos de la vida cotidiana, desde cántaros, mesas o botellas, que el escultor halló en sus paseos por el barrio [Ver la imagen que encabeza la noticia].
“El sur sería el adobe, el barro, el yeso, sería Castilla la Mancha, lo que se deshace, la harina, y conecta con la idea de pasado rural y de Vallecas como lugar de inmigración, también con la estética del bodegón español”, especifica.
Son los “poemas de resina”, en los que David Bestué ha licuado y pulverizado de forma industrial materiales diversos para incluirlos en los moldes, y de esta forma evocar lugares o “un estado de ánimo particular”, porque “se tienen que deshacer para convertirse en otra cosa”.
Entre las obras, Bestué destaca la pieza A y B, realizada utilizando un trozo de pared real de la habitación donde nació una persona y un trozo de pared real donde murió esa persona. El tránsito entre la vida y la muerte, y de nuevo, el tiempo.
La arena del desierto de Los Monegros, el lecho del río Ebro, flores machacadas, azúcar, vino o tomate también forman parte de otras de las creaciones, que invitan a una observación detallada e introspectiva por parte del espectador.
La Sala de Bóvedas contiene la tercera parte de la exposición. Las obras se encuentran situadas en el sótano del museo, y David Bestué equipara simbólicamente la intrincada bajada a la de la cripta del Panteón de Reyes de El Escorial.
El silencio y la luz tenue invaden un espacio de extraña quietud donde se acumulan elementos del pasado sin orden ni jerarquía, basado en el interés del escultor por mezclar diferentes tiempos históricos y reflejar cómo “gestionamos el pasado”.
La última sala del itinerario es un espacio recogido, casi resumen de los anteriores. Un banco de piedra, una farola como único punto de luz, y unas naranjas evocan los colores del atardecer y el ambiente de los patios andaluces con árboles frutales.
“Esta zona está pensada para pasar el tiempo en ella, sin más, un lugar propicio para la conversación”, apunta sobre su significado.