'Detroit', el racismo transformado en terror
- La oscarizada Kathryn Bigelow recrea un episodio racista de hace 50 años
- La realizadora eleva la tensión hasta niveles casi insoportables
- La película se estrena este viernes, 15 de septiembre
Hace exactamente 50 años de los violentos raciales que sacudieron la ciudad de Detroit, en el estado de Michigan, en julio de 1967; que convirtieron la ciudad en una zona de guerra, con 43 muertos, más de 2.000 heridos y 7.000 detenidos. Una de las revueltas raciales más violentas de la historia, que la oscarizada realizadora Kathryn Bigelow (En tierra hostil, La noche más oscura) usa como escenario de Detroit, una película antirracista basada en un episodio concreto de esas revueltas, una matanza en la que estuvo implicada la policía.
Un magnífico ejercicio de suspense que eleva la tensión dramática hasta niveles difícilmente soportables y que es una de las mejores películas de la directora que, con los mínimos elementos: una realización claustrofóbica, grandes actores y un fantástico guión, consigue que clavemos las uñas en el asiento de puro suspense, que muchas veces raya en el terror.
Y es que pocas veces el cine ha plasmado el racismo con tanta crudeza y tanta autenticidad. Un racismo tan real como aterrador. Lo peor es que la película está basada en un hecho real en el que murieron varios afroamericanos y del que no os daremos demasiados detalles para no estropear el suspense. Pero es fácil que salgáis de la película cabreados y con la sensación de que, 50 años después, todavía queda mucho que hacer en esa lucha contra el racismo.
Una película tan dura como sincera y, sobre todo, valiente. Se estrena este viernes, 15 de septiembre.
El terror tiene color
Como decíamos, no vamos a contar demasiados detalles sobre la trama (los podéis encontrar fácilmente en internet y en otras críticas sobre la película, nosotros preferimos mantener el suspense). Solo resaltar que está basada en hechos reales y que narra los violentos incidentes que ocurrieron, la noche del 25 de julio de 1967, en el motel Algiers, donde miembros del grupo The Dramatics y otros afroamericanos se habían refugiado de los violentos disturbios. Hasta que un grupo de antidisturbios, policías estatales y miembros de la guardia nacional irrumpieron en el hotel y se dedicaron a jugar a "un juego mortal" con los afroamericanos, con consecuencias trágicas.
Kathryn Bigelow estructura la película en tres partes claramente diferenciadas. Primero nos cuenta los antecedentes de esa tragedia: cómo la fiesta que celebraba el regreso de dos aframericanos de la guerra del Vietnam, la noche del 23 de julio, fue interrumpida por una redada de la policía que se llevó a 82 afroamericanos detenidos, lo que culminó en una violenta revuelta racial.
La segunda parte es una angustiosa hora, en tiempo real, que nos narra el asalto del hotel Algiers, dos noches después, por parte de los cuerpos de seguridad del Estado; y cómo lo que iba a ser la detención de varios sospechosos afroamericanos se convirtió en un infierno, debido a los sentimientos antirracistas. En este caso el terror tiene color: los monstruos son blancos.
La tercera parte, en la que se narran las consecuencias de esos terroríficos actos, termina de cabrearnos con la gente que es capaz de tales crímenes contra otros que, simplemente, tienen un color distinto de piel. Y con las leyes y el sistema corrupto que los amparan.
Tres partes claramente diferenciadas que funcionan como un perfecto mecanismo de relojería y que, como decimos, son uno de los mejores alegatos antirracistas de la historia del cine.
Un equipo técnico y artístico de lujo
Destacar, como decimos, la férrea dirección de Kathryn Bigelow, experta en temas polémicos como la guerra de Irak (En tierra hostil) o la ejecución de Bin Laden (La noche más oscura), que consigue mantenernos en vilo toda la película y darle autenticidad gracias a las grandes interpretaciones y la mezcla de material documental de la época en su justa medida.
Su cámara nunca se para, está en constante movimiento, lo que aumenta nuestro desasosiego y temor por el destino de los afroamericanos protagonistas.
Destacar también el brillante elenco que combina a veteranos de la gran pantalla con jóvenes promesas, entre ellas John Boyega (Star Wars: El despertar de la Fuerza), en el papel de un vigilante de seguridad que fue testigo de los hechos; Anthony Mackie (En tierra hostil, Capitán América), que interpreta a un veterano de la guerra de Vietnam; John Krasinski (13 horas: Los soldados secretos de Bengasi), que es uno de los policías; Algee Smith (Army Wives), que interpreta a uno de los cantantes de The Dramatics; Jason Mitchell (Straight Outta Compton) y Jacob Lattimore (Belleza oculta), otros de los jóvenes afroamericanos; y Hannah Murray (Juego de tronos) y Kaitlyn Dever (Justified: la ley de Raylan), que interpretan a dos jóvenes blancas que estaban con los negros detenidos, lo que aumentó el odio de algunos de los policías.
Todos realizan grandes interpretaciones aunque el que se lleva nuestra atención (y nuestro odio) es el policía (cuyo racismo raya la locura) interpretado por Will Poulter (El renacido). Por su comportamiento y su físico, en ocasiones nos recuerda a un terrorífico Joker.
Una estupenda película con la que sus autores quieren rendir homenaje a las víctimas de esa terrorífica noche, y que os mantendrá pegados al asiento. Y que nos hace preguntarnos cuánto han cambiado las cosas en estos últimos 50 años, sobre todo teniendo en cuenta los recientes disturbios de Charlottesville del pasado agosto.
Detroit se estrena este viernes, 15 de septiembre.