Ailanto, postales desde el paraíso
- Aitor e Iñaki Muñoz se inspiran en la obra de Jessie Arms Botke
- Las aves exóticas prestan sus movimientos y colores a las prendas
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Todas las colecciones de Ailanto comienzan a partir de los estampados. Aitor e Iñaki Muñoz pueden estar más de un mes haciendo composiciones de texturas y colores mezclando materiales tan distintos como lentejuelas, sedas, encajes, plumeti, plumas… Después digitalizan su puzle y luego lo imprimen sobre el tejido.
En esta ocasión encuentran la inspiración en los cuadros de la pintora Jessie Arms Botke, conocida por sus obras repletas de naturaleza con rasgos exóticos. El universo de la artista, un paraíso, se traslada a las prendas de Ailanto en forma de estampado pero también de color.
Cacatúas, tucanes, garzas, cisnes y pavos reales decoran los tejidos pero además prestan sus movimientos a las prendas y sus llamativos colores a la paleta de colores. Un conjunto que presume de plasticidad y riqueza visual. Azules, blancos, coral de los flamencos, amarillo, lima, verde pato y negro grulla componen una paleta de tonos que parecen tener vida.
Además de la obra de Jessi Arms Botke, Ailanto toman referencias de los tratados de botánica que se hicieron con la flora que se descubrió en América y, por si fuera poco, introducen motivos geométricos inspirados en los pavimentos del Petit Palais de París.
Los estampados tienen, por supuesto, mucho protagonismo en la colección, algo que forma parte del adn de la firma, pero no hay que dejar de lado los patrones. En esta colección se han mimado especialmente para obtener una silueta relajada y unos volúmenes muy contenidos.
“Hemos apostado por una línea muy fluida pero seguimos con nuestras superposiciones de prendas, aunque de un modo más ligero. En algunos casos juntamos varias piezas que llevan el mismo estampado pero en colores diferentes”, cuentan.
El plumaje de las aves inspira faldas de vestidos que se abren sensualmente y despliegan sus colas para volar por la pasarela. Destacan los caftanes, prendas de aire modernista que se decoran a veces con encajes estampados o se combinan con cuellos y cinturones de suave terciopelo.
Trabajan la técnica del devoré en el terciopelo también en camisas y abrigos batín, una pieza que desarrollan a lo largo de la colección. Las siluetas y las texturas parecen hacer guiños a los años 20 y 30, al modernismo y al orientalismo. No todo.
También vemos prendas más sencillas que juegan con los bloques de color, como los monos de dos tonalidades o los vestidos de tres colores que tienen un claro acento setentero.
El negro se deja para el final de la tarde y la noche. Vemos conjuntos que mezclan chaquetas estampadas, tops de encaje y pantalones masculinos de raya.
Más femeninos son los vestidos en negro opaco decorados con topos en azul brillante.
Una potente lección de botánica pero también una agradable inmersión en el cuidado trabajo de estos dos artistas que pincel en mano son capaces de transformar la simpleza de una caja de témporas en un paraíso.
Los complementos llaman poderosamente la atención, tanto el calzado en raso desflecado como las joyas de Mariana Barturen o los tocados de Luis Benítez.