La dura peregrinación de los puertorriqueños a supermercados desabastecidos
- Puerto Rico espera que con la visita este martes de Trump llegue más ayuda
- El agua embotellada y los productos frescos escasean desde hace días
- Dentro de un mes llegará la luz, pero sólo a un 20% de la población
Los puertorriqueños peregrinan cada día en busca de agua y alimentos a los supermercados y comercios que permanecen abiertos para encontrarse, en muchos casos, con la desagradable sorpresa de estantes vacíos, una dura realidad que ha dejado María, el huracán que marcó la historia de la isla.
"No hay agua", es la respuesta de un empleado de una conocida cadena de establecimientos estadounidense a la agencia Efe en plena calle Loíza de San Juan, una de las principales arterias del ocio en la capital puertorriqueña, contestación que se repite en gran parte de los supermercados y tiendas de la isla.
"No queda de muchas cosas", dice Yaiza Rivera, una mujer joven que se ha acercado al establecimiento de esa cadena norteamericana a las 8 de la mañana para "no hacer fila" y no tener que esperar horas para hacerse con algo de comida.
Yaiza ve cómo madrugar no le ha servido, porque hay estantes -como el del agua- que llevan días sin nada que ofrecer. De hecho, desde que la madrugada del pasado 20 de septiembre entrara María en diagonal por el sur de la isla y la destrozara no hay agua embotellada en ese establecimiento, ni en buena parte de la isla.
Orden tardía del Gobierno
La acaparación y tardía orden del Gobierno de racionar ha hecho que la falta de agua, productos frescos, repelentes para mosquitos y mucho otros productos sean, de momento, un lujo del pasado por el que suspira la mayoría de los puertorriqueños que, en el sofocante comienzo del octubre caribeño, tienen que acostumbrase a dormir sin aire acondicionado o ventilador, aquí llamado "abanico".
"No tenemos nada, como no hay electricidad la gente se ha llevado todo el repelente" de insectos, dice a Efe un responsable de una sección de productos de droguería de un supermercado del área turística de la capital.
"Todavía no podemos saber cuándo llegará nueva mercancía", asegura, sin una idea clara de qué pasa con los proveedores habituales, muchos de los cuales tratan de solucionar sus propios problemas tras el paso de un huracán de una magnitud que nadie recuerda y que empequeñece a Georges, que en 1998 puso a prueba la paciencia de los puertorriqueños.
El gobernador, Ricardo Rosselló, repite, cada día, que la situación está mejor que la jornada anterior, que llega agua, que las agencias federales traen comida, pero el ciudadano de a pie ve que, aunque ya es más fácil hacerse con dinero, previa inevitable fila en el cajero, los supermercados están cada vez peor abastecidos.
"Cada vez quedan menos cosas", dice Francisco Rodríguez ante la "fila" de un supermercado en plena Avenida Ponce de León, la principal de toda la capital. "Las cosas se ponen feas", cuenta, tras quejarse de haber tenido que esperar dos controles de seguridad para encontrase con una oferta pobre que mengua día a día.
No hay agua embotellada
El Gobierno dijo los primeros días que el problema era la distribución, que hay toneladas de comida en los contenedores del Puerto de San Juan, pero las empresas y los supermercados no retiran la mercancía por lo que, si no lo hacen, las agencias públicas la van a utilizar.
El puertorriqueño de a pie no sabe si el problema es la distribución, pero entiende que el agua embotellada es un bien que hace días no se consigue, que los productos frescos escasean y que no tiene repelente para hacer frente a los mosquitos sin "abanico" o aire acondicionado.
Cerca de dos semanas después del paso de María la situación es difícil en la capital, lo que da una idea de lo que puede estar pasando en los municipios de la montaña y el interior.
La mirada está puesta en la llegada este martes del presidente estadounidense, Donald Trump, que se confía en que lleve la esperada ayuda a Puerto Rico.
El gobernador ha pedido paciencia, porque, en el mejor de los casos, dentro de un mes llegará la luz, pero solo a un 20 % de la población, para quien María está siendo toda una prueba de vivir en condiciones de precariedad.