Cai Guo-Qiang, el arte de la pólvora
- El artista chino, que usa la pólvora para su creación artística, expone en el Prado
- Ha instalado su taller en el Salón de los Reinos y ha mostrado su proceso de trabajo
- El espírtu de la pintura. Cai Guo-Qiang en el Prado es un diálogo con los maestros
Presenciar el proceso de trabajo de creación de un artista no suele ser algo habitual y cuando ocurre es siempre un privilegio. En el caso de la obra del artista chino Cai Guo-Qiang, que utiliza la ignición de pólvora como herramienta de creación artística, es además un espectáculo. Emplea largas horas, días, semanas o incluso meses para preparar el tema de un lienzo y luego, en uno o dos segundos, la pólvora decide su final.
"En mi arte existe una contradicción: como artista intento controlar mi creación, que represente algo que yo busco, pero siempre existe ese azar de no saber qué va a pasar. Esa es la pasión que siento con este tipo de arte. En ese instante cuando ocurre la explosión es la fuerza de la naturaleza la que decide el destino de la obra", explica el artista a los periodistas que han podido presenciar el instante final de la creación de la obra Alquimista. Esta es una las 22 piezas que van a formar parte de la exposición El espírtu de la pintura. Cai Guo-Qiang en el Prado, que abrirá al público el 25 de octubre en el Edificio de los Jerónimos y que nace de la pasión del artista por la espiritualidad de El Greco y su admiración por los grandes maestros de la pintura del museo madrileño.
De las 22 obras que integrarán la muestra, que podrá visitarse hasta el 4 de marzo, ocho las está creando estos días el maestro chino en Madrid, en un 'estudio' tan emblemático como en el Salón de los Reinosel antiguo Palacio del Buen Retiro, la casa de recreo que el conde duque de Olivares mandó construir como casa de recreo de Felipe IV en 1630 y que albergaba las mejores pinturas atesoradas por el monarca y hoy conservadas en el contiguo Museo del Prado. Trabajar en este 'taller' le ha hecho, reconoce Cai Guo-Qiang, tener que "calmar" un poco su impulso explosivo por la "gran admiración" que siente hacia los maestros españoles y "ser más humilde porque estoy aquí para ensayar y aprender".
Además, el artista nacido en Quanzou (China) en 1957 ha tenido el honor de ser el "primer artista residente del Museo del Prado" -en el que tampoco es habitual que expongan autores vivos-, una experiencia más habitual en el mundo anglosajón, pero que en la pinacoteca madrileña es algo "único", como ha destacado su director, Miguel Falomir.
Su residencia artística culminará el día 23 de octubre, dos días antes de la inauguración de la exposición, con la terminación del gran mural de 18 metros de ancho titulado El espíritu de la pintura, obra central de la muestra y en la que pretende explicar todo su "conocimiento del Prado" y el diálogo con sus grandes maestros, como El Greco, Tiziano, Goya, Velázquez o Rubens.
La "medicina de fuego"
En el caso concreto de Alquimista, la obra que el artista ha explosionado en el Salón de los Reinos en presencia de los periodistas, representa a un león verde que quiere devorar el sol y hace referencia a una leyenda clásica de la alquimia, la búsqueda de una reacción química, ha explicado.
"China inventó la pólvora, que es también el resultado de una reacción química, y cuando se inventó el objetivo no era la guerra, sino la búsqueda de una medicina que procurara la vida eterna [de hecho el signIficado en chino de la palabra pólvora es "medicina de fuego"]. Yo busco lo mismo con mis creaciones. Uso la pólvora como metáfora de cómo los artistas trabajan en la búsqueda de la espirItualidad", ha dicho el artista de 59 años, que ha confesado sentirse "satisfecho" con el resultado de la obra tras la ignición de la pólvora, una explosión que para él significa "la gran metáfora del origen del universo, el Big-Bang".
La ignición es la última parte de ese proceso de creación, que empieza con la plasmación en el lienzo de los dibujos a representar, que luego son silueteados con cartones y sobre los que esparce distintos tipos y cantidades de pólvora para conseguir distintos efectos y colores. Tras preparar el cable y la mecha, a continuación coloca otro bastidor como contrapeso sobre el lienzo y ladrillos si son necesarios para hacer presión antes de proceder a explotar la pólvora.
Para su trabajo en Madrid, Cai Guo-Qiang está utilizando pólvora de Valencia, de la que solo puede explosionar un máximo de 5 kilogramos al día, y que los maestros pirotécnicos ha elaborado siguiendo las instrucciones del artista, que también se ha reunido en varias ocasiones con los conservadores del Prado expertos en El Greco, Rubens, Goya, Tiziano o Velázquez para conocer más en profundidad su obra.
En su opinión, Alquimista, ha encontrado la "ligereza" que buscaba, además de tener "mucha más luz" como efecto del clima seco de Madrid sobre la pólvora, que en lugares como Estados Unidos, China o Japón, con mayor humedad, tiende a una "mayor oscuridad" y alcanza tonos más negros que la asimilan a la puntura tradicional china en la que predomina el uso de la tinta negra.
La admiración por El Greco
La primera obra realizada en el Salón de los Reinos por el artista es El día y la noche en Toledo, su homenaje particular a El Greco, al que admira desde pequeño, y para la que ha viajado a los lugares en los que nació, vivió y murió Doménikos Theotokópoulos, desde Creta hasta Toledo.
Tras visitarlo con anterioridad, Guo-Qiang volvió a Toledo a principios de 2017 y allí quedó maravillado por los "cambios de luz en el cielo desde el amanecer al atardecer", lo que ha intentado trasladar a su obra. Si se le pregunta qué cree que pensaría el maestro griego de su trabajo, el artista chino dice entre risas que seguro que pensaría que es "magnífico" y, más en serio, subraya que tanto él como el autor de El entierro del conde Orgaz o cualquier otro artista coinciden en el mismo objetivo: "buscar una conexión con la fuerza de la naturaleza".
Esta será la segunda vez que podremos ver la obra de Cai Guo-Quiang en España, que ya expuso hace ocho años en el Museo Guggemheim de Bilbao, con la muestra Quiero creer.