Fortuny, un español en Venecia
- El Palais Galliera de París expone la obra del genio español
- Su túnica Delfos es la estrella de la exhibición
- Con esta muestra se cierra una trilogía dedicada a España
Primero fue Balenciaga, después la riqueza de los trajes regionales y ahora Mariano Fortuny. El museo de la moda de París, Palais Galliera, completa el tríptico dedicado a España con la exposición ‘Fortuny, un español en Venecia’, la primera retrospectiva que se hace en Francia sobre este artista español multidisciplinar que desarrollo su talento en campos como la moda, pintura, fotografía, escenografía…
Su vestido Delfos, su obra más conocida y la más copiada, es uno de los protagonistas de la muestra que cuenta con numerosos fondos prestados por el Museo del Traje Se trata de una túnica formada por 450 pliegues de seda tusor que caen desde el hombro hasta los pies, una prenda de inspiración helénica que recuerda a columnas griegas, también por el bajo que cae al suelo abriéndose como una corola. Y no falta el knossos, otro de sus iconos, un chal realizado en gasa de seda decorada con motivos inspirados en la cerámica cretense.
El Delfos fue ideado para mostrar la belleza del cuerpo, al contrario de lo que hacía el corsé, y por eso se consideraba una prenda reservada para la intimidad del hogar. Pero los pliegues de raso de seda y las cuentas de cristal veneciano de las sisas hicieron de él un objeto de deseo para mujeres liberales como la actriz Sarah Bernhardt o la bailarina Isadora Duncan.
Fortuny trabajó este patrón desde 1097, logrando siempre que los pliegues cambiaran de tono según el movimiento y el reflejo de la luz. Y es que la luz fue una de sus obsesiones, como cuenta Sophie Grossiord, conservadora general del Galliera. “Fortuny fue un inventor absolutamente excepcional y su actividad en el ámbito textil solo se puede entender viendo todo su trabajo sobre la luz".
Grossiord defiende que Fortuny no era un modisto ya que “propuso una obra muy limitada en cuanto a la tipología de prendas, que se mantuvo invariable en los años 10, 20 e incluso 30 del siglo XX, y que estaba al margen de las corrientes".
Los tejidos marcaban la prenda; eran el punto de partida. Él mismo tintaba las sedas crudas para lograr tonos excitantes, como topacio, burdeos, oro... Empezó utilizando piezas de madera para los estampados, a veces inspirados en cuadros de artistas venecianos como Bellini, pero terminó adoptando el método de estarcido japonés y llegó a patentar su propia forma de estampación.
El Galliera exhibe vestidos de célebres mujeres como la condesa de Greffulhe, Oona Chaplin, Eleonora Duse y Ellen Terry. Además, fotografías, notas personales y cuadros en los que el Delfos de las retratadas adquiere un protagonismo propio. Uno de ellos es Elena con túnica amarilla (1909) en el que Joaquín Sorolla retrató a su hija menor.
Mariano de Fortuny y Madrazo nació en Granada en 1871 y tras viajar por Europa se instaló en Venecia en 1889. De su padre, Mariano Fortuny y Marsal (protagonista de la exposición que el Prado inaugura en noviembre de 2017) heredó el talento y el interés por los tejidos ya que fue un ávido coleccionista de textiles antiguos.
Paul Poiret, Jacques Doucet y Mariano Fortuny reinterpretaron con elegancia los códigos del estilo de la Grecia clásica, tanto en las formas como en los tejidos que permitían la libertad de movimiento.
El Delfos, del que Marcel Proust dijo que era “fielmente antiguo pero marcadamente original”, podía llevarse suelto, como una túnica, o marcando ligeramente la silueta con un cordón de seda. Esta prenda ha influido notablemente en diseñadores como Issey Miyake y Yohji Yamamoto o la casa Valentino, pero hoy la técnica de plisado utilizada por Fortuny sigue siendo un secreto.
Por eso la exposición termina con una nueva versión del Delfos, una prenda que “desbloquea el secreto del fundador de la casa”, dice Mickey Riad, actual propietario de Fortuny Venecia. “Pretendemos preservar la historia como era pero además preservar el espíritu emprendedor e innovador de Mariano Fortuny". Un genio que supo magnificar cada tejido en una sola pieza con el juego sutil de la luz.