La desnutrición en Mali: una crisis silenciosa
- Uno de cada cuatro niños en Mali sufre malnutrición crónica
- La implicación de la comunidad es clave para combatirla
- En la localidad de Yorosso se ha rebajado la tasa a la mitad en sólo dos años
Sanata sujeta a su pequeño, de siete meses, con orgullo. El bebé luce sano y robusto. Está bien alimentado a diferencia de sus dos hermanos mayores quienes sufrieron malnutrición y tuvieron que ser hospitalizados. "Las mujeres se han concienciado de la importancia de la lactancia exclusiva y eso ha hecho que el número de niños malnutridos haya disminuido mucho en la aldea", afirma a RTVE Salomé Koné, de 27 años y madre de dos niños, trabaja como mediadora de UNICEF en la aldea de Zandieguela en la perfectura de Yorosso, Mali.
"La malnutrición se ha achacado muchas veces a cuestiones místicas. Se creía que los niños estaban embrujados. Formamos a la gente para que sepa que no es así y de esta forma poder realizar prevención. El problema es el desconocimiento. Hay muchas mujeres que dicen que el niño no coge el pecho y con una corrección de la postura el niño mamaría bien", nos dice Marieta Mounkoro, nutricionista de UNICEF.
En Mali la malnutrición se ha convertido en un mal endémico que afecta a uno de cada cuatro niños (el 26%). Más de un millón de menores malienses sufren esta lacra. La situación es aún peor en la región de Sikasso donde los índices alcanzan a cerca del 30% de los menores, la más alta de todo el país africano.
La paradoja de Sikasso
Lo sorprendente de Sikasso es que es conocida por ser el granero de Mali. La agricultura local se ve favorecida por ser la región donde más cantidad de lluvia se registra. Tierras fértiles. Paisajes verdes donde crecen cereales, verduras y frutas pero al mismo tiempo donde hay más niños malnutridos. Esta situación se conoce como la paradoja de Sikasso. Esto se debe a que exportan los mejores productos para su comercialización y la población local acaba consumiendo los alimentos de peor calidad.
“Se produce para vender y con el dinero que se gana la gente no compra comida sino una radio“
“La nutrición no está en nuestra mentalidad. Se produce para vender y con el dinero que se gana la gente no compra comida sino una radio, una moto o cualquier otra cosa. Hay que trabajar en el cambio de mentalidad”, afirma Bernard Coulibaly quien recientemente recogió el premio internacional Healthy and Not Hunger Award que se entrega en Nueva York por coordinar este proyecto comunitario que ha conseguido en tan sólo dos años reducir la malnutrición a la mitad en la aldea de Yorosso (Mali).
Aún queda mucho trabajo por realizar y cambiar la mentalidad de la población no es sencillo. Mali es uno de los mayores exportadores de algodón del mundo -que se vende a grandes empresas multinacionales-. Conocido como ‘el oro blanco’ los campos están plagados de ese material. Los agricultores prefieren sembrar esta planta porque, en definitiva, es su modus vivendi pero esto está cambiando. Se están formando huertos comunitarios gestionados por mujeres y también se fomentan los huertos familiares donde se apuesta por una diversificación de cultivos que sirvan para tener todo tipo de productos y durante todo el año.
Biba Coulibaly tiene uno en la aldea de Kaniko con todo tipo de legumbres, hortalizas, frutas… "Antes cultivábamos para vender y en casa nos quedábamos con lo que no servía para el mercado. Ahora que nos han explicado las ventajas de una correcta nutrición hemos dicho ¿Y por qué no? Ahora comemos de nuestra huerta y vendemos el excedente”, afirma.
Reeducación y cambio de hábitos
En el hospital de la vecina localidad de Koutiala se trabaja con los niños que presentan malnutrición severa, la más alarmante. Este tipo de malnutrición se debe a una alimentación insuficiente también en cuanto a cantidad y en este caso, la vida está seriamente comprometida. La tasa de niños fallecidos en la región alcanzó 121 casos por cada 1.000 nacimientos, muy por encima del dato nacional que se planta en 91 por cada 1.000.
“La malnutrición se está revirtiendo gracias a la concienciación de la sociedad“
También este tipo de malnutrición se está revirtiendo gracias a la concienciación de la sociedad, la reeducación y el cambio de hábitos alimenticios. El mensaje del personal médico del hospital ha calado en la población consiguiendo disminuir el número de casos de malnutrición severa de 4.127 en 2016 a 1.750 hasta finales de agosto de 2017. Es decir, cerrarán el año con una reducción a la mitad.
“Ahora ya sé que le tengo que dar papillas y cómo prepararlas; antes alimentaba a mis hijos a base de agua y tisana, una suerte de hierbas locales. También me han explicado que puedo continuar dando el pecho a mi bebé a pesar de estar embarazada. Antes le daba leche en polvo o agua y después otros alimentos, los mismos que comíamos en casa los adultos. El niño empezó a inflarse hasta que me dijeron que tenía malnutrición", afirma una de ellas mientras da de comer a su pequeño ante la atenta mirada del director del hospital, Youssouf Diau Sidibe. "El verdadero reto es la prevención porque el tratamiento que hacemos con alimentos terapéuticos no es óptimo al 100%. Prevenir es a largo plazo. Hay que trabajar con la alimentación pero también con los hábitos de higiene y en el acceso al agua potable", afirma.
El papel de los curanderos locales también ha sido fundamental para que el número de casos haya descendido en el último año. "Cuando los niños tenían convulsiones, por ejemplo, que ahora sabemos que se deben al paludismo, las madres venían a pedirme exorcismos. En el caso de la malnutrición, no sabíamos lo que pasaba. Yo no entiendo nada de esa enfermedad. Unos vienen hinchados, otros vienen flacos… Yo ahora les exijo que vayan al hospital. Si la madre insiste en que le dé mis recetas le digo que yo no conozco la solución ni tengo los medicamentos para curar a los pequeños", sentencia N’diaga Souaré quien, a sus 60 años, lleva toda la vida dedicado a esta profesión que heredó de su padre. Ha recibido formación y ahora remite a los niños al hospital para que sean tratados desde la medicina moderna.
"El niño estaba triste, estaba siempre de mal humor, no estaba jovial, rechazaba toda la comida que le dábamos y no paraba de llorar. Por eso le llevamos al médico tradicional", nos cuenta Zamana Traoré padre de una niña que padeció malnutrición y que finalmente fue tratada en el centro médico. "Ahora está sano", asegura sonriente.
Este cambio de hábitos está teniendo efectos que contrastan los líderes religiosos con gran influencia en la comunidad. En el pueblo hay animistas, musulmanes y cristianos y tanto el imán como el pastor insisten en el mismo mensaje. "Notamos que la cosa va a mejor porque antes las mujeres venían a pedir que rezáramos por sus pequeños enfermos y ahora cada vez lo hacen menos", afirma el pastor Clethieme Mathieu Ouré.
La pobreza como factor de desnutrición
Más allá del desconocimiento y de la mentalidad de los habitantes, no hay que olvidar el factor económico. El jueves es día de mercado en Koutiala. Un lugar lleno de vida y de color donde se pueden encontrar todos los productos. "Llevo carne, col, berenjena, pimiento, tomate...", afirma una mujer que hace la compra. "Soy peluquera y además lavo y tiño ropa para completar el sueldo porque si no, no me da para dar de comer a mis siete hijos", añade.
Los vendedores aseguran que en una jornada como la de hoy ganan unos 20.000 francos (unos 30 euros) y que el resto de días ingresan entre nada y 5.000 (7’5 euros). Basta con chequear los precios para darse cuenta de que llenar la cesta para alimentar a una familia extensa como son aquí la mayoría no debe ser fácil. La carne de vaca se vende a .1800 francos el kilo (2’7 euros); el pescado a 1.200 (1’8 euros); el maíz, por ejemplo, a 350 (0’50 euros). La pobreza, al final, también está detrás de los problemas alimentarios y de ahí que se trabaje tanto en enraizar el autoconsumo.
“Conseguiremos el objetivo, marcado por Naciones Unidas, de acabar con el hambre en 203“
"¡Queda mucho por hacer!", continúa entusiasta Bernard Coulibaly. "Queremos investigar para introducir nuevos cultivos, mecanizar el campo con tractores o instalar una piscifactoría en el pueblo para tener pescado y generar trabajo". Eso, de momento, son proyectos dibujados en el aire. "De seguir así pienso que aquí en Yorosso conseguiremos el objetivo, marcado por Naciones Unidas, de acabar con el hambre en 2030. No conozco otras regiones u otros países pero ¿por qué no iban a poder replicar lo que estamos haciendo aquí?", dice este hombre que pone todo su empeño en que su comunidad tenga un futuro diferente y mejor.
*** El 16 de Octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación que tiene como finalidad concienciar sobre el problema alimentario mundial y fortalecer la lucha contra la desnutrición y la pobreza.