Alphonse Mucha: las mil caras del maestro del Art Nouveau
- Una gran retrospectiva en Madrid abarca las múltiples facetas del artista checo
- El padre del Art Nouveau fue retratista, diseñador de joyas, escultor y filósofo
Considerado el padre del Art Nouveau, el nombre del célebre artista checo Alphonse Mucha está ligado a las icónicas imágenes de sensuales y misteriosas mujeres, protagonistas de la cartelería del París de principios del siglo XX.
Bajo este inmenso éxito comercial, con el que el autor no se encontraba del todo feliz ya que chocaba con su compromiso social y político con la independencia de Checoslovaquia, emergía una personalidad “compleja” y una versatilidad artística que abarcó pintura, diseño de joyas, decoración, escultura, fotografía y una faceta como filósofo poco conocida fuera de su país natal, y que se encuadró en los tiempos turbulentos que le tocó vivir.
Las múltiples caras de Mucha y su recorrido artístico y humanístico, desde sus arranques bohemios a su impulso pacifista frente al horror de la guerra, son las que recoge la gran retrospectiva de más de 200 piezas que desembarca en Madrid, y que se puede visitar en el Palacio de Gaviria hasta el 25 de febrero de 2018.
“Mucha fue un artista polifacético y eso quería mostrarlo en la exposición. Su personalidad y su manera de sentir el arte más allá de ser conocido como un maestro del Art Nouveau”, señala a RTVE.es, Tomoko Sata, comisaria de la muestra organizada por Arthemisia en colaboración con la Fundación Mucha.
Mucha y la cultura pop
El reconocimiento le llegaría al autor de la mano de la actriz Sarah Bernhardt para la que realizó el cartel de la obra Gismonda. El poster causó tal impacto en la “divina” que haciendo gala de gran olfato para adivinar el talento le contrataría en exclusiva por seis años. Un trabajo revolucionario que le abrió de par en par a Alphonse Mucha las puertas de la gloria internacional.
La selección de Madrid se cierra con la última obra inacabada de Mucha, el tríptico La edad de la sabiduría concebido como un monumento a toda la humanidad en una sociedad a las puertas de la IIGM.
“Quiso mandar un mensaje de convivencia en armonía y en contra de la guerra, en contra del conflicto, y que la gente reflexionara sobre este tema”, explica Sata.
El creador también mantuvo un pronunciado lado místico. Fue un destacado miembro de la masonería y creía en la influencia de los “poderes invisibles” como elemento que reflejaba en sus creaciones. Poliédrico, visionario y cosmopolita, Mucha llegó a ser valorado como “el mejor decorador del mundo”, en el auge de la corriente modernista en toda Europa, el también bautizado como “estilo Mucha” en su honor.
Pincelada suelta, colores pastel, formas sinuosas y estilo bizantino con presencia de elementos de la naturaleza, conformaron las señas de identidad de un arte muy visual, transformado en fuente de inspiración imprescindible.
“Mucha tuvo mucho éxito y estuvo muy de moda antes de la guerra pero luego tuvo un periodo en el que cayó en el olvido. En los años 60 vivió una suerte de revival y una gran conexión con la cultura pop. La música, la moda y el diseño gráfico recuperaron su estilo y se sigue haciendo hoy en día”.
Sin embargo, Mucha no se sentía reconocido como celebridad de masas, ya que concebía el proceso creativo como una necesidad espiritual. A partir de 1910, decide retornar a su hogar para poner su obra al servicio de su país, que se encontraba bajo el dominio del Imperio Austrohúngaro. Volcó sus esfuerzos y una larga investigación en alumbrar la Epopeya eslava [Ver la imagen que encabeza esta noticia]: veinte episodios históricos que propugnaban la unión de todos los pueblos eslavos, tal y como señaló:
“El objetivo de mi trabajo nunca ha sido destruir, si no construir, unir, Tenemos que confiar en que la humanidad se acerque entre sí, pues todo será más fácil cuanto más capaces seamos de entendernos”.
Un sueño humanista inconcluso. Durante la ocupación nazi de Praga, el autor fue uno de los primeros detenidos por la Gestapo en su condición de ciudadano ilustre y masón. Con el corazón hecho añicos y los pulmones dañados, el maestro del Art Noveau moriría poco después.