¿Es moderna la moda?, se pregunta el MoMA
- El museo analiza las relaciones individuales y colectivas de la moda
- Se muestran objetos que han dejado una huella imborrable en la historia
- La exposición se puede visitar hasta el 28 de enero de 2018
Es la segunda vez en su historia que el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el MoMA, abre sus salas a la moda. En 1944 hizo una exposición que se titulaba ‘¿Es la ropa moderna?’ y ahora, 63 años después, celebra otra que se llama ‘¿Es la moda moderna?’.
Con ambas se intenta explorar los territorios que hay más allá de la moda, adentrándose en terrenos como la política o la economía pero sin dejar de lado la industria, la tecnología y, sobre todo, la cultura. La exposición cuenta con 350 objetos reunidos en torno a 111 tipologías , “111 manifestaciones poderosas y duraderas de las formas en que la moda, un campo crucial del diseño, nos afecta a todos y llega a todas partes”. Habla su comisaria, Paola Antonelli, que ha seleccionado las piezas expuestas buscando siempre su impacto en la sociedad pero también en la historia, como el esmoquin de Yves Saint Laurent.
La muestra arranca analizando la necesidad de las personas que variar su cuerpo, algo que ocurre desde el principio de los tiempos, centrándose en tres líneas que ayudan a deformar o marcar la silueta: el tamaño, la imagen y el género. Aquí se han instalado varias versiones del LBD (el Little Black Dress) con diseños de Chanel (1924), Givenchy (1968), Thierry Mugler (1981) o Versace (1994). Destacan el Wonderbra lanzado en 1990, una de las piezas que revolucionaron el armario femenino, y también otras como el tradicional sari (con cinco mil años de historia) o las prendas unisex de Rudi Gernreich.
La zona dedicada a la tecnología muestra prendas realizadas con tejidos técnicos, como el Gore-Tex pero también rescata del pasado las colecciones inspiradas en la carrera espacial de los años 60 de Pierre Cardin y la experimental colección Cosmos de A-POC de Issy Miyake (2000), un experimento que demuestra que es posible crear una prenda tridimensional en un único proceso controlado por un ordenador.
Los temas varían y la muestra retrata emociones ligadas a la moda como emancipación, modestia, introversión y rebelión a través de piezas como los pantalones de cuero, el bikini o el hiyab. También pueden verse piezas icónicas con un claro mensaje, como el bolso Birkin de Hermés, y una sección dedicada al deporte en la que conviven unas Converse All Stars de 1950 con los diseños de la línea Y-3 de Yohji Yamamoto.
La exposición es un espejo de la sociedad, un retrato de su polarización pero también con sus necesidades. Al fin y al cabo nos vestimos cada día y, según dice Antonelli, “hasta los que fingen que no les importa la moda, en realidad se interesan mucho porque negarla es en sí una actitud de moda”.
Por eso no faltan una sencilla, y humilde camiseta blanca de Hanes o los pantalones Levi's 501 lanzados en 1947. Y de la humildad al poder. La exposición no se olvida de la erótica del poder y lo refleja con un collar de perlas y los stilettos con modelos de Manolo Blahnik, Roger Vivier, Jimmy Choo y Christian Louboutin.
Destacan la icónica colección cápsula ‘Siete piezas básicas’ que lanzó Donna Karan en 1985, una alternativa a la sastrería contundentes de grandes hombreras que marcó la década pero sobre todo se trataba de prendas intercambiables de gran versatilidad que, en palabras de Anna Wintour, “satisfacían las necesidades de la mujer moderna de una manera consistente y reflexiva”. Todas las prendas eran funcionales y permitían ‘llevarse’ de distintas maneras según el momento del día o el contexto de la situación. La exposición exprime la intencionalidad del diseño de moda pero también refleja su impacto en la sociedad y el poder de cada individuo para hacer suya cada prenda, interpretarla, conquistarla.