¿Fue el Homo Sapiens el primer sastre?
- Se reedita 'Breve historia del traje y la moda ' de James Laver
- Es un repaso de la historia de la vestimenta y las modas
- Se analiza la relación entre la moda y el poder en la historia
- La nueva edición lleva un apéndice dedicado a España
¿La moda surgió por capricho o necesidad? ¿Es fruto de la coquetería o del pudor? Son muchas las teorías que intentan explicar el origen del traje y de la moda pero solo se sabe una cosa: no nacieron a la vez.
En 1969 James Laver escribió ‘Breve historia del traje y la moda’ que ahora reedita Cátedra. Un intenso análisis de la historia de la indumentaria en el que, curiosamente, Laver se remonta al Paleolítico Superior y afirma que el Homo Sapiens fue el primero en vestirse utilizando pieles de animales pero para ello tuvo que aprender a tratarlas y… coserlas. ¿Fueron nuestros antepasados los primeros modistos? Quizá sí, ya que se han encontrado agujas hechas con marfil de mamut, hueso de reno y colmillo de foca que datan de hace 40 mil años.
En las zonas frías se desarrolló el uso de distintas pieles para protegerse de las heladas pero en lugares más cálidos se comenzó por emplear fibras animales y vegetales.
Laver dice que en Mongolia aprendieron a hilar con lana y pelo “para obtener un tejido caliente, flexible, duradero que además se puede cortar, y coser para hacer trajes, alfombras, mantas…”.
A partir de ahí el escritor emprende su viaje por el tiempo, avanzando de la mano de todas las civilizaciones y tomando nota de la vestimenta, el atuendo y los trajes que se pueden apreciar en distintas disciplinas artísticas: pinturas, esculturas, mosaicos, cerámica, grabados y, más recientemente, fotografías.
Laver, que fue responsable de las áreas de dibujo y pintura del Victoria and Albert Museum de Londres, pone el foco de atención en Egipto, porque allí la vestimenta adquiere un notable poder como símbolo de estatus social.
“El ir vestido era una especie de distintivo, de privilegio de clase”, cuenta. Desde su cultura rescata palabras como schenti, el prenda más característica, pero también otras como haik, una túnica larga de mujer sujeta a la cintura, o kalasiris, pieza transparente que los faraones llevaban sobre el schenti.
Leyendo el libro es fácil imaginarse el armario de la reina Cleopatra o el de Nefertit, uno de los eternos referentes de la moda que Galliano hizo sublime en uno de los desfiles de costura más impactantes y recordados de la historia de la casa Dior.
Además, destaca la originalidad del estilo cretense que llama la atención por la obsesión que tenían hombres y mujeres por marcar su cintura, la pasión por los colores vivos y el grado de refinamiento y lujo de sus ropas. Detalles que se pueden apreciar en los frescos y figuras encontrados en el Palacio de Knossos (Creta).
Especial atención presta a la indumentaria de la Grecia y la Roma clásicas y remarca la influencia que ha tenido, y tiene, la estética helénica en la moda de todos los tiempos, sobre todo en Fortuny, autor de la icónica túnica Delphos.
Mirando las obras de arte hay que detenerse en un mosaico siciliano de finales del siglo III d.C. en el que vemos a dos muchas jóvenes con biquinis, dos piezas “de increíble modernidad” ya que se suele fechar su invento hacia 1946.
Resulta agradable revisar las costumbres del Imperio Romano, la Europa Medieval o el Renacimiento reparando en la modos y costumbres, en los gustos de cada época y en la evolución de la vestimenta que crece de forma paralela al aumento de las profesiones relacionas con ella, y sobre todo al vocabulario.
Laver hace un minucioso análisis de algunas piezas que todavía hoy resultan fascinantes, como la gorguera que “constituye un ejemplo del componente jerárquico en el vestido”. Otro ejemplo de esa relación entre el poder y la moda que recorre todo el libro.
Pero además habla de protección, seducción y expresión, tres ‘necesidades’ que han tenido mujeres y hombres desde el origen de los tiempos y que, casi siempre, han desarrollado con la ayuda de su atuendo.
Entre las obras de arte escogidas para ilustrar el libro vemos algunas tan importantes como El matrimonio Arnolfini (1434) de Jan van Eyck y otras firmadas por Tiziano, Antonio Moro, François Boucher, Winterhalter o Ingres, todas de una gran riqueza textil. O la imagen de portada, ‘Retrato de Juliette Récamier’, de François Gerard, que es un retrato elegante de la seducción.
Seductoras fueron las mujeres de los años 20, elegantes las de los 30 y recatadas las de los 40, glamurosas las de los 50, atrevidas las de los 60… Laver describió la sucesión de décadas del siglo XX hasta que pudo. El resto es otra historia.
Como lo es el anexo que lleva esta nueva edición titulado ‘El traje en España: un rápido recorrido a lo largo de su historia’, texto escrito por Enriqueta Albizua Huarte que propone un recorrido de la cultura de la península Ibérica. Desde las pinturas rupestres de Cogull, en Lérida, hasta los diseños de Fortuny, Balenciaga o Sybilla.