Enlaces accesibilidad
Colombia, camino de la paz (I)

La nueva vida de las FARC sin armas

  • RTVE visita uno de los lugares donde los guerrilleros entregan sus armas
  • Tras décadas de conflicto armado, su integración se antoja complicada
  • Las FARC denuncian que algunos campamentos no están en condiciones

Por
Jóvenes ponen en marcha talleres para fortalecer vínculos con miembros de las FARC
Jóvenes ponen en marcha talleres para fortalecer vínculos con miembros de las FARC

Uno de los pasos fundamentales para hacer realidad el acuerdo de Paz firmado el 24 de noviembre de 2016 entre el Gobierno de Colombia y las FARC fue la desmovilización de sus más de 7.000 miembros armados.

El pacto firmado en el Teatro Colón de Bogotá establecia que los insurgentes se concentrarían en una treintena de espacios a lo largo y ancho del país para entregar sus fusiles y empezar una nueva vida.

Esos lugares fueron llamados Zonas Veredales de Transición y Normalización (ZVTN) y, una vez finalizado el proceso de desarme, quedaron abiertos al paso de civiles para iniciar su verdadera reinserción.

Un año después del acuerdo, las zonas han pasado a conocerse oficialmente como Espacios territoriales de capacitación y reintegración (ETCR), donde los guerrilleros han empezado “una nueva vida con la que van a dejar de lado este tiempo de armas para empezar a ser parte de nuevo de la sociedad colombiana”, apunta a RTVE Carlos Córdoba, gerente de las zonas en la Oficina del Alto Comisionado para la Paz.

La Oficina del Alto Comisionado para la Paz certifica que los miembros de las FARC ya no están armados

La Oficina del Alto Comisionado para la Paz certifica que los miembros de las FARC ya no están armados SANTIAGO BARNUEVO

Las zonas son muy diferentes entre sí. Las hay con acceso por carretera y también están las que están perdidas en algún lugar de la selva.

Es el caso de Vidrí, situada en el término municipal de Vigía del Fuerte, en el departamento de Antioquia. Sólo se puede llegar a través del río Arquía tras una hora y media desde su enlace con el Atrato, la majestuosa autopista fluvial del Occidente colombiano.

Cuesta imaginarse como aquí han conseguido edificar un pequeño pueblo en tan sólo unos meses. “El esfuerzo logístico ha sido enorme y hay cosas a mejorar, por supuesto, pero no se imagina lo que es llevar toneladas de materiales a lugares como Vidrí”, asegura Carlos Córdoba ante las críticas lanzadas por las FARC por el estado de algunas instalaciones.

El ETCR de Vidrí es un lugar todavía faltan muchas cosas por hacer.

El ETCR de Vidrí es un lugar todavía faltan muchas cosas por hacer. SANTIAGO BARNUEVO

Cerdos y gallinas en libertad nos reciben a sus anchas en Vidrí antes de convertirse en alimento. Decenas de hombres mujeres y niños, acostumbrados a la lluvia y al barro, viven aquí una vida nueva.

Son parte de los 200 miembros de las FARC que formaban parte del frente Aurelio Rodríguez, que durante dos décadas operó entre Risaralda y el Chocó.

Un cartel gigante explica dónde estás y la llegada del Gobierno donde nunca estuvo presente con el eslogan del presidente, Juan Manuel Santos: ‘Todos por un nuevo país’.

El documento que cambia una vida

Si hay un lugar en el que todo puede volver a empezar es éste. En una concurrida carpa, el oficial de enlace de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, William Rivas, rellena unos papeles y toma las huellas de una mujer que se presenta como Natalia (por decir algo).

Acaba de recibir, por fin, la acreditación que permitirá su tránsito normal por Colombia. “Tengo muchas ganas de ir a ver a mi familia. Son muchos años alejados y mañana mismo me marcharé para abrazarlos”, dice mientras acaba de preparar la comida.

Hoy toca arroz con cerdo y verduras. “Entré en las FARC siendo niña, con 11 años, después de que los paramilitares mataran a mis hermanos. He entregado mi arma con la convicción de que no quiero más guerra. Ya es suficiente”, dice sin pestañear.

Entré en las FARC con 11 años; he entregado mi arma con la convicción de que no quiero más guerra

Guerrilleros y soldados comparten sillas y rodean una regleta eléctrica saturada de enchufes donde recargan sus teléfonos móviles. También se conectan al WiFi que hoy une a los mismos colombianos que antes se mataban entre ellos.

Un gran cartel anuncia la llega al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Vidrí

Un gran cartel anuncia la llega al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Vidrí. SANTIAGO BARNUEVO

Olvido y perdón

Aguarda su turno 'Jaime', un hombre fornido al que el resto mira con cara de autoridad aunque él asegura que ya no es mando. “Otros compañeros han asumido responsabilidades ahora”, dice con una cierta desconfianza inicial que se mantiene incluso al acabar la conversación.

“Entregué mi arma el día en el que cumplí 31 años dentro de las FARC, y no voy a negar que me dolió por los muchos compañeros caídos, la sangre y el esfuerzo por la revolución que perseguimos Ahora sólo la buscaremos con la política. Era la orden, y cumplimos”.

'Jaime', cargó con su fusil durante 30 años y hoy pide pasar

'Jaime', cargó con su fusil durante 30 años y hoy pide pasar página. SANTIAGO BARNUEVO

Esquiva las preguntas sobre sus acciones armadas, y dice que es tiempo de mirar al futuro. “La idea no es arrepentirse, es simplemente buscar la paz. Hay que echar las cosas al olvido y pensar sólo en la nueva vida, pero las condiciones de vida no son las que esperábamos. Las instalaciones no están acabadas e incluso se ha estropeado la bomba que manejaba las aguas fecales que ahora mismo están por toda la zona”, se queja.

“La idea no es arrepentirse, es simplemente buscar la paz

Hay una plaza con dos porterías que, según 'Jaime', han despejado ellos mismos de piedras con sus manos, “sin ayuda”, pero William Rivas asegura que es el lugar perfecto para la reconciliación. “En esa cancha organizamos torneos con equipos de soldados, guerrilleros y vecinos de las comunidades”, dice con cierta satisfacción. Sonríe al certificar que ningún partido ha acabado todavía en tángana.

Mientras a 'Jaime' le insistes en que si ha pedido perdón, su mirada cruza la plaza hasta donde están los soldados y sentencia: “¿Y a cuántos nos mataron esos de allí? No es su culpa. Era la guerra y eso se acabó”.

Un lugar para la formación y la reinserción

A pesar de que muchos miembros de las FARC han optado por marcharse, otros creen que estos ETCR son la base del futuro rural de Colombia. Son espacios relativamente cercanos a las comunidades donde se lanzarán nuevos proyectos productivos para los que el acuerdo de Paz garantiza financiación y formación que fomenten el desarrollo del campo colombiano.

“Se han emitido ya certificados para acreditar distintas disciplinas que serán necesarias para la gestión de estos nuevos pueblos”, defiende Rivas. “Hemos empezado por lo básico: cocina, agricultura, gestión de residuos”, añade.

También está la identificación de gestores de Paz que tienen como misión impartir la Pedagogía de Paz con la que el Gobierno quiere explicar los acuerdos a las comunidades.

Coincidimos con un grupo de jóvenes de la Universidad Nacional de Bogotá que han escogido este lugar para realizar sus prácticas de Terapia ocupacional.

“Las FARC tenían una estructura comunitaria muy sólida y hay que reforzar ese sentimiento para que ahora, en este momento de cambio, todos puedan avanzar juntos hacia la vida civil”, nos cuentan dos veinteañeras de la capital.

Son sólo dos de tantas que hay en la Colombia urbana y que siempre han visto el conflicto guerrillero como algo lejano y ajeno. “Es nuestra forma de hacer algo por la Paz”, dicen. Esa búsqueda de la convivencia es la clave para el futuro del Acuerdo porque aunque 'Jaime' defiende que siempre hubo buena relación con las comunidades, Rivas asegura que todavía existen desconfianzas que poco a poco deberían desaparecer.

Señala que hay que “impulsar la reconciliación y consideramos que la acogida de los ex combatientes es positiva porque empiezan a compartir tareas de trabajo”. Sin embargo, esto es algo que todavía se antoja difícil. Porque muchos no se olvidan de que en esta zona se han vivido algunas de las peores tragedias del conflicto con las FARC.

Vidrí pertenece a la cabecera municipal de Vigía del Fuerte, donde la guerrilla lanzó en el año 2000 un ataque sobre el cuartel de la Policía en el que murieron 20 personas entre agentes y civiles. Sólo fue una de tantas acciones y la memoria todavía pesa.