Navidades en alta mar
- La redactora de RNE Sara Alonso se embarca con la ONG ProActiva Open Arms
- Rescatan migrantes que tratan de cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa
- "Lo que hacemos, en estas fechas, adquiere, si cabe, más significado", defienden
"¿Has visto el árbol?", pregunta Carlos Miranda, marinero, a un voluntario recién levantado en el pasillo del Open Arms. Aún frotándose los ojos, uno de los socorristas voluntarios sale a la cubierta y ve el pino de plástico que decora la cubierta. Es pequeño, es humilde, es, más o menos, a imagen y semejanza de esta ONG que, a falta de descanso pascual, ha mudado al barco su propia Navidad.
Por los altavoces suena una versión del Merry Christmas. Los villancicos han venido a sustituir a los temas que días atrás llenaban cualquier rincón del barco, temas que arrancaba generalmente Igone Makkurrena, cocinera, o Ricard Cantero, del equipo de máquinas, y a los que poco a poco se iban sumando voces.
"A falta de radio, cantamos", dice Igone entre fogones, mientras prepara la que será nuestra cena de Nochebuena. Los mismos interpretan Como una ola, Mediterráneo y Ojalá. "Entonces, ¿conoces a alguien de Radio 3?" , me pregunta Ricard, dispuesto a cambiar el repertorio.
“Según sople viento sur esta gente va a salir y nosotros tenemos que estar ahí“
No hay tregua ningún día
"En cuanto mejore un poco el tiempo nos vamos, aunque bajemos con la mar picada", dice el capitán. "Según sople viento sur esta gente va a salir y nosotros tenemos que estar ahí para rescatarles", sentencia Marco Antonio Martínez.
La desesperación de las personas que se ven obligadas a huir de sus casas no funciona a golpe de calendario. No hay tregua ningún día y, por ello, aquí no hay descanso. "El año pasado en invierno bajó mucho. Este año sacamos gente todos los días. Da igual si hace bueno o malo; frío o calor", afirma Michele Angioni, primer oficial de cubierta.
En la anterior misión trabajaron en rescates siete días con sus siete noches sin parar. Eso, las operaciones de salvamento, es indudablemente lo más llamativo y, además, son el fin último, pero hay otras cosas que son importantes para que lleguen a buen puerto. En estos días en que la climatología nos ha impedido zarpar, el trabajo aquí no cesa. Se hace inventario; se abastece el barco de gasoil, de comida, de medicinas; se lavan las mantas; se reparan máquinas; se preparan chalecos; se pinta; se hacen trabajos de electricidad o de carpintería... Siempre hay cosas que hacer y casi nunca hay tiempo para parar.
“Me fastidia no pasar las navidades con mi hija pero le he dicho lo que hago y está orgullosa de mi“
"Me fastidia no pasar las navidades con mi hija, que tiene once años, porque sé que para ella es importante", continúa el capitán, "pero le he explicado lo que hago y me ha dicho: 'Papá, estoy muy orgullosa de ti'. A mí eso me llena mucho y me da mucha fuerza", afirma con una sonrisa de satisfacción. "Lo está contando en el colegio y cinco familias ya se han hecho donantes de la ONG", continúa mientras nos explica que cuando regrese a casa, se dedicará a dar charlas de concienciación y sensibilización en los colegios.
La familia, en el recuerdo
Aquí, todos tienen familia. Todos son padres, hijos o hermanos. Francesc Llambich, jefe de máquinas, mira un vídeo de sus dos niñas que le acaban de enviar mientras David Portas, marinero, piensa en la niña que dejó con 20 días y que, cuando regrese, tendrá ya tres meses.
“En mi familia casi todos vivimos fuera y es momento de reencuentro. Pero se sienten muy orgullosos“
"Hasta ahora siempre había estado con la familia", dice Diego Caliza, patrón de lanchas, "mi abuela y mi madre van a estar pensando en mí. Espero que me dejen algún regalito", comenta con una sonrisa nostálgica, aunque contento de estar haciendo lo que desea hacer. "Mi hermana pequeña se ha mosqueado", abunda Josemi Mayo, socorrista. "En mi familia casi todos vivimos fuera y es momento de reencuentro, y de pronto no vuelves. Pero bueno, en general se sienten muy orgullosos de mí", asegura.
En la mesa, la comida que Igone ha preparado con mimo. Boles de plástico para el primero y platos de latón para el segundo. Se cena en dos turnos porque el espacio es reducido y no cabemos todos. Unos sirven a otros y en el relevo se va fregando la cocina. La convivencia en un espacio pequeño es complicada pero aquí todos ponen de su parte para hacerlo lo más sencillo posible. De postre, hoy toca turrón. Para sentirnos un poquito como en casa.
"No voy a echar de menos, ya te lo aseguro, el jamón ni los langostinos. Esto me llena mucho más. Esto alimenta el alma. Y mi familia lo entiende. Mi madre me dijo que si no venía yo se venía ella", dice con una media sonrisa Igone. También lo comprende la familia de Esther Camps, socorrista: "Estoy haciendo algo que me gusta, que me llena, que me apasiona. A mí me merece muchísimo la pena".
La jefa de misión, Anabel Montes, resume todo: "En Navidad que se supone que es tiempo de solidaridad, de amor y todo eso... ¿Qué mejor cosa podemos hacer? Lo que hacemos, en estas fechas, adquiere, si cabe, más significado".