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La era Trump

Estados Unidos antepone la amenaza de otras potencias al terrorismo en su nueva estrategia de defensa

  • El Gobierno de Trump remite al Congreso su nueva Estrategia de Defensa Nacional
  • "La competición entre grandes poderes será ahora el principal objetivo", afirma Mattis
  • No se abandona la lucha contra el terror, pero se quiere reducir el despliegue exterior

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su secretario de Defensa, James Mattis
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su secretario de Defensa, James Mattis.

El Gobierno de Estados Unidos ha enviado este viernes al Congreso su nueva Estrategia de Defensa Nacional, la primera en los últimos diez años, que pone el foco en "la competición entre grandes poderes" y deja en segundo plano la llamada Guerra contra el Terror.

La competición entre grandes poderes -no el terrorismo- será ahora el principal objetivo

"Mantendremos nuestra campaña contra los terroristas, pero la competición entre grandes poderes -no el terrorismo- será ahora el principal objetivo de la seguridad nacional estadounidense", ha ratificado el secretario de Defensa, James Mattis, durante la presentación oficial de la estrategia en Washington.

Con estas palabras Mattis certificaba que, después de 16 años de lucha, el gran enemigo a batir ya no será principalmente el terrorismo islamista que aún resiste en zonas de Oriente Medio y África, sino aquellos países que, de manera más o menos abierta, osan amenazar la hegemonía estadounidense.

"La evidencia sugiere que no supone el fin de la Guerra contra el Terror, sino que mantendrá operaciones a pequeña escala en lugares como Siria, Irak, el Yemen, Libia y Afganistán", ha explicado el teniente coronel Daniel Davis, actualmente retirado tras 21 años de servicio activo en los que combatió en Oriente Medio.

Reducir el despliegue en lugares lejanos

En realidad, esta nueva postura concuerda perfectamente con la filosofía adoptada por el Departamento de Defensa desde que Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos el 20 de enero de 2017. Desde su llegada a la Casa Blanca, el comandante en jefe ha abogado por una paulatina retirada de tropas de lugares tan remotos como Afganistán, Siria e Irak.

En esos países, según datos del Pentágono, han fallecido 6.930 militares estadounidenses desde que en 2001 el entonces presidente, George W. Bush, declarará la guerra al terrorismo islamista tras los históricos atentados del 11 de septiembre de ese año contra el país norteamericano.

Por este motivo, en los últimos meses la Administración de Trump viene haciendo énfasis en la necesidad de formar a las fuerzas de seguridad locales de esos países para no tener que destinar a soldados estadounidenses "por millares" a estos conflictos, como explicaba en octubre el jefe de gabinete de la Casa Blanca, John Kelly.

La llamada Guerra contra el Terror, que responde a la filosofía de que la mejor defensa es un buen ataque, ha tenido como objetivo proteger los intereses nacionales mediante la captura de yihadistas que amenazaban el estilo de vida occidental desde lejanos escondrijos.

Combatir modelos "autoritarios"

Sin embargo, a día de hoy, la mayor amenaza no procede de grupos terroristas que buscan cobijo en países que no comulgan con estos valores, sino que viene de naciones que pretenden "crear un mundo consistente con sus modelos autoritarios", ha apuntado Mattis.

La presentación de esta nueva estrategia deja claro que este enfoque tiene como objetivo advertir a países como Rusia y China de que Estados Unidos no piensa ceder su actual hegemonía mundial, y a naciones como Corea del Norte e Irán de que sus aspiraciones nucleares serán contestadas con firmeza.

A lo largo del último año muchos especialistas han señalado a Rusia y China como amenazas reales a los intereses estadounidenses, pero solo en el terreno del liderazgo mundial. La creciente influencia del presidente ruso, Vladímir Putin, en Siria y de su homólogo chino, Xi Jinping, en Corea del Norte, parecían una reacción lógica a la voluntad de Trump de centrar su presidencia en asuntos nacionales, tal y como pone de manifiesto su ya manido eslogan electoral: "Estados Unidos, primero".

"Creo que no es necesario ni sabio designar a Rusia y China como adversarios dentro de nuestra estrategia militar", critica Davis, quien se pregunta "cuál será la reacción de Pekín y de Moscú a este documento", en el que se expone la creencia de la Casa Blanca de que un conflicto con estos países es una "posibilidad real".

El encuentro en Pekín de Trump y Xi Jinping recompone la relación entre EE.UU. y China

Modernizar la disuasión

De hecho, el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, se ha apresurado a cargar contra la estrategia estadounidense: "Es lamentable que en vez de tener un diálogo normal, de usar las bases de la ley internacional, Estados Unidos intente probar su liderazgo con estas estrategias de confrontación", ha criticado en una conferencia de prensa en la sede de Naciones Unidas.

Resulta incuestionable, sin embargo, que la escalada nuclear promovida por Teherán y Pyongyang supone un reto para un país que en 2011 firmó el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (New START) y que, consecuentemente, apostó por reducir su arsenal atómico.

"Modernizaremos nuestras habilidades clave, reconociendo que no se puede esperar el éxito en las batallas del mañana luchando con las armas del ayer", ha argumentado este viernes un Mattis consciente del escaso poder de disuasión de una capacidad bélica "erosionada".

Si la disuasión falla, debemos ganar

Desde los tiempos de la Guerra Fría, Estados Unidos ha basado su defensa ante un posible ataque con armamento no convencional en la llamada "triada nuclear", compuesta por bombarderos estratégicos, submarinos nucleares y misiles balísticos intercontinentales, que a día de hoy cuentan todos ellos con décadas de antigüedad. "Si la disuasión falla, debemos ganar", ha concluido el jefe del Pentágono.