'El ermitaño', animación experimental y rompedora nominada al Goya
- El cortometraje apocalíptico de Raúl y Daniel Díaz es el favorito a alzarse con el Premio Goya
- Un galardón que ya consiguieron en 2003 por Sr. Trapo
Pasozebra Producciones es una productora de animación que compagina sus exitosos trabajos de publicidad con otros más experimentales y arriesgados, como el cortometraje El ermitaño con el que son favoritos a conseguir el Premio Goya al Mejor Cortometraje de Animación de esta edición. Un trabajo en el que han contado con la producción asociada de La Claqueta PC.
Loss responsables de Pasozebra son los hermanos valencianos Raúl y Daniel Díez que ya consiguieron el Goya en 2003 por El Sr. Trapo (que fue el primer trabajo en 3D en ganar un Goya). Una técnica que han vuelto a usar en este cortometraje sobre un futuro apocalíptico en el que el planeta se ha convertido en un desierto, y en el que un guerrero con forma de Mantis religiosa tendrá que olvidarse de matar e intentar reestablecer la comunicación con otros posibles supervivientes.
“Es un tipo de cine de animación muy diferente a lo habitual -asegura Raúl-. Ya que no está enmarcado en la comedia ni en la estética comercial que se lleva actualmente. Queremos seguir esa estética arriesgada de cine independiente y por eso nos vamos a historias dentro de lo onírico, lo poético”.
“Queríamos –continúa el director del cortometraje- tratar el tema de la incomunicación desde el lado más físico. Creyéndonos el personaje, el entorno postnuclear y esa necesidad de una especie de guerrero o cazador tiene que ir cambiando sus pautas porque ya no le sirve la estructura de guerra. Se queda en esa especie de híbrido que ya no vale para lo que está diseñado y tiene que volver a lanzar lazos para intentar buscar a alguien. Porque es un individuo solitario. Está solo”.
Un guerrero superviviente del desastre nuclear
“Partimos –añade Daniel- de esa tradicional idea de la ciencia ficción de que, en caso de desastre nuclear, los únicos que sobrevivirán son los insectos. Pero no un insecto norma;, porque el nuestro es un hibrido entre humano e insecto, entre lo mecanicista, lo primitivo y lo moderno. Esa es la combinación del personaje”.
“El mundo en el que vive este personaje –afirma Raúl- es la desolación más absoluta. Un desierto de arena en continuo movimiento. El protagonista, ese ermitaño, podría ser un insecto pero no llega a serlo. Y ha encontrado refugio en un árbol que parece muerto pero que tiene algo de vida. Partimos de la realidad para mezclar todos esos componentes y lograr algo nuevo”.
“José María Merino de la Real Academia de la Lengua definió este mundo como distopía final –asegura Daniel-. Es como el final de los mundos donde encontramos esa desolación absoluta. Más allá no se puede destruir. Lo único que sobrevive en ese desierto es ese árbol, que es un concepto casi marino. Se oye constantemente como si fuese un barco a la deriva. Porque es un mundo fantástico, mágico”.
Una mantis que domina el arte del mimo
Uno de los grandes hallazgos del cortometraje es el diseño de su protagonista. Ese guerrero que parece una mezcla de samurai japonés, mimo y mantis religiosa. “Partimos de una mantis –asegura Raúl- porque nos parece un insecto fascinante a nivel de diseño. Pero lo mezclamos con lo biónico, lo tecnológico y elementos humanos. De forma que no vemos a una mantis sino a una especie de guerrero con elementos de samurái como pueden ser una escafandra, protectores... Mezclamos esos elementos de los samuráis con la parte que ya tienen la mantis de por sí de guerrera, ya que es un ser muy llamativo, casi terrible. Pero creo que conseguimos humanizar esas partes mecánicas y de insecto hasta conseguir algo completamente nuevo y original”.
“A nivel dramático –añade Daniel- al personaje lo veíamos reflejado en los códigos orientales. Y mis diseños intentan mezclar lo paleontológico con lo tecnológico. A nivel interpretativo nos parecía interesante para salirnos de la animación industrial y nos fuimos al teatro japonés, al Kabuki, que con pocos elementos y no simétricos. Nos inspiramos mucho en eso”.
También hablaron con la actriz Blanca del Barrio, que trabajó 18 años con el mimo Marcel Marceau. “Le preguntamos –asegura Raúl- cómo era posible sincronizarse sin hablar y nos contó que se guiaban por la respiración. Cuando Marcel terminaba su respiración entraba ella. Y así descubrimos el ciclo del personaje: Su respiración es la que nos marca el ritmo”.
“Gracias a esa respiración –continúa Raúl- conseguimos que poco a poco ese insecto se vaya convirtiendo en un ser humano y podamos empatizar con él. Toda la teatralidad del personaje nos ayuda a comprenderlo”.
“Creo -añade Daniel- que en este punto hay algo innovador. Cuando vemos películas animadas norteamericanas con insectos, el comportamiento de los personajes siempre tiene a imitar al de los insectos. A nosotros nos parecía más interesante que, a pesar de tener la estructura de un insecto, el peso, las poses y los comportamientos fueran humanos. Porque la carga del insecto la tienes al primer vistazo, pero la parte humana hay que ganarla y a eso dedicamos nuestros esfuerzos”.
Murnau, Coppola, Moebius, Druillet, Ozu y Kurosawa
“Por eso -continúa Daniel- nos fijamos también en el Nosferatu de Murnau y en el Drácula de Coppola con su famosa sombra. Y es que este corto es de animación pero tiene mucho de cine fantástico”.
El cómic europeo de los setenta y el cine clásico japonés son también son dos influencias del corto. “El cómic francés de los 70, sobre todo Moebius y Druillet, también están presentes en el corto –asegura Raúl- . Son autores que nos han influido mucho en nuestra forma de entender el diseño, sobre todo en este corto”.
“Y no podemos olvidar la influencia de Ozu, Kurosawa y el cine japonés en general –continúa Raúl-. La narrativa de Kurosawa, la mirada de Ozu… cómo trabajan los tiempos dentro del encuadre. No son influencias inmediatas ni directas, pero nos han calado. Y a la hora de acercarnos al personaje creemos que tiene que haber un naturalismo dentro del encuadre como el que transmitían estos maestros”.
Un corto de 200 mil euros
Para conseguir la calidad visual de este corto se necesitan grandes profesionales, como el animador nominado al Oscar Fran Lapena, y mucho dinero. Y es que los quince minutos de El ermitaño han costado 200 mil euros.
“Amortizarlo es muy complicado –asegura Raúl-. Solo puedes recuperar el dinero con reconocimiento internacional. A veces a los directores de cortometrajes de animación nos meten en el mismo saco que a los cortometrajistas de ficción que hacen sus trabajos como una plataforma para rodar un largo. Pero los de directores animación no usamos cortos como estos como trampolín. De hecho, de los 130 largos que se han hecho este 2017, sólo 3 han sido de animación”.
“Y si queremos que este corto llegue lejos implica mucho trabajo. Por suerte hemos arrancado con la nominación a los Goya. Pero esperamos que el corto también se vea en Hiroshima, Annecy, Cannes, los Awards norteamericanos… No es un tema de suerte, es un trabajo y muy duro”.
De momento sueñan con volver a conquistar el Goya que ya ganaron en 2003 con El Sr. Trapo. “Tenemos la ilusión de volver a conseguir el Goya –asegura Raúl- pero de momento estamos disfrutando este tiempo de promoción que nos brinda la nominación. Lo fundamental es que gracias a esta publicidad el corto pueda proyectarse en los cines y en festivales de todo el mundo. La animación española tiene una grandísima calidad, pero si proyectos como este no se ven y se terminan quedando en un cajón, eso es desastroso”.
El ermitaño compite por el Goya de animación con Woody & Woody, Colores y Un día en el parque.