Cibeles arranca con grandes dosis de creatividad
- Paul García de Oteyza 'hace' una capa en directo y luego la 'baila'
- Pilar Dalbat rinde homanaje a las mujeres que le han ayudado en su carrera
- Encinar mezcla la lucha LGTBI con la movida madrileña y Rocío Jurado
- Juan Brea se inspira en Egipto y Beatriz Peñalver se revisa a sí misma
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se abre a la moda de la mano de Pilar Dalbat que ha mostrado allí su nueva colección y lo ha hecho junto a la obra de José Guerrero, un referente para la diseñadora. “No he querido hacer una traducción literal del trabajo del artista pero sí he utilizado su barómetro de color y el del propio Centro de Arte José Guerrero de Granada”, revela.
La granadina ha cambiado a las modelos por mujeres que durante estos años han estado cerca de ella, construyendo la marca, ayudando: “una clienta a la que he hecho un traje de novia, una de mis diseñadoras gráficas, la cantante Roko… Mujeres reales, normales”. Ellas han lucido faldas de tejidos superpuestos, vestidos que caen alejados del cuerpo y prendas con volumen hechas con tejido burbuja y lana cocida.
El color destaca pero también la luz con la que Dalbat juega utilizando piezas de metacrilato que borda a mano. Las prendas arrastran un interesante proceso de descomposición y después de construcción, a veces con un intencionado patrón a medio terminar, con piezas unidas por la técnica del hilado. “Por eso la colección se llama Brecha pero también por el momento que atravieso a nivel profesional”, dice haciendo referencia a su segunda aventura en Madrid Fashion Week. “La repercusión de la presentación de septiembre fue muy buena, estoy muy contenta”.
El arte está muy presente en el trabajo de Dalbat y también en sus presentaciones porque “no solo hay un formato para mostrar una obra, hay muchos”, señala. Lo mismo piensan Paul García de Oteyza y Caterina Pañeda, directores creativos de Oteyza, que han citado a prensa y público en el Matadero de Madrid. “No esperábamos tanta gente, estamos desbordados completamente”, dice Paul.
Sobre la improvisada pasarela 50 ovejas merinas comían plácidamente ajenas al espectáculo, ¡porque ellos son puro espectáculo!. El sastre ha colocado sobre el suelo el trozo de lana que después ha marcado y cortado para hacer una capa y acto seguido se ha puesto a ‘bailarla’. Y todo al ritmo de Paco de Lucía y acompañado por las ovejas. “Ha sido muy difícil obtener los permisos para que entren en el Matadero, es la primera vez desde que cerró como tal. Hoy cuando las he visto por fin, las he abrazado y besado, ¡ellas eran mi público!”.
Bromas aparte, la performance tenía un serio objetivo. “Caterina y yo queríamos mostrar la creación de la capa y romper esa barrera que separa al diseñador que está en el taller o en el backstage. Queríamos mostrarnos con nuestras debilidades, errores y miserias”, dice Paul.
La colección presentada cuenta con todo tipo de prendas para el armario masculino, y femenino, desde capas, abrigos, chaquetas, pantalones, camisas… Destacan las chaquetas sin botonadura que se abrochan con cinturón, una revisión de la famosa galerna, trajes cruzados sin solapa, una alzada con cortes precisos... y, por supuesto, las capas, tintadas en verdes y naranjas de su admirado Zuloaga. Una colección breve pero intensa.
“Yo no necesito ver cuarenta modelos de Font para saber qué me gusta, veo uno y ya me quedo embelesado, pero sí necesito conocer al diseñador. Es como ir al museo Balenciaga y además de ver la ropa poder ver los bocetos”, revela.
Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera son dos iconos del activismo LGTBI, dos ejemplos de lucha por los derechos humanos, dos fuentes de inspiración para Fabio Encinar que recoge en su nueva colección el espíritu, la forma de vida y el vestuario de dos transexuales que se rebelaron contra las vejaciones de la policía de la ciudad de Nueva York pero también exprimieron las noches bailando y buscando una felicidad para apaciguar el dolor de los golpes, en el cuerpo y en el corazón.
“No he querido hacer un homenaje, más bien recrear ese mundo”, dice Encinar que hilvana el glamur callejero de Marsha y Sylvia con la movida madrileña, Fabio McNamara y el barroquismo de Rocío Jurado en los ochenta. Y todo este cóctel explosivo se traslada a una colección “que pasa de la sencillez a la extravagancia del travestismo, de lo sórdido a lo elegante”.
El desfile comienza con camisas superpuestas que casi se entrelazan formando una única prenda y pantalones campana. Satén, rayón, lúrex y moiré aportan brillo y un toque sofisticado a camisas, tops y faldas, casi siempre en tonos rosas y malvas. Destaca un vestido en lúrex plisado en plata vintage, un tanto setentero, pero también uno en licra que se aferra al cuerpo, con claro estilo ochentero.
El patrón simétrico marca casi todas las prendas pero también vemos minivestidos decorados con volantes que caen desde un hombro hasta la cadera contraria. Los estampados, obra del artista Francisco G. Beivide, se utilizan en todo tipo de prendas que se superponen con osadía creando juveniles contrastes, siempre con un aire improvisado, “como si llevaras todo el día buscando prendas para hacerte un estilismo para la noche”, añade Encinar.
Dice que ha utilizado tejidos que siempre ha odiado, como el moiré, que vemos en todo tipo de piezas, sobre todo en tops mini que se combinan con manguitos del mismo tejido. Vemos un vestido de punto grueso que lleva un chico que se contonea dejando rienda suelta a su feminidad. La silueta vertical y alargada marcar casi toda la colección hasta que llegan ellos: los volantes XXL. Es entonces cuando los vestidos recuerdan a las capas de la Jurado cuando cantaba Como una ola o Punto de partida abriéndose en canal sobre el escenario.
Encinar idea minifaldas con lazos traseros que terminan en cola, vestidos de fiesta con faldas que terminan en generosos volantes y capas transparentes con exquisitos bordados que contrastan con opacos abrigos en paño camel decorados con aplicaciones de ojos grandes, “me ha salido un poco Yves Saint Laurent”, reconoce el diseñador. Kalia Garzón, que fue modelo de Manuel Piña en los 80, cerró el desfile acompañada por los aplausos de su amiga Rossy de Palma, musa de la movida de ayer y de la de hoy. También asistieron Belén Cuesta, Macarena García y Anna del Castillo, actrices de la llamada, que acudieron a ver sobre la pasarela a su amiga Gema Galán.
Después fue el turno de Juan Brea que colocó su pasarela en un profundo sótano del hotel Palace. Un guiño a las cámaras funerarias de las pirámides del antiguo Egipto, fuente de inspiración para el diseñador que ha dibujado una colección para mujeres y hombres sofisticados. Para ellas idea piezas realizadas con tiras de tejido que recuerdan a las vendas de las momias. Para ellos propone monos que tinta en un verde ácido prestado por el Nilo.
Brea utiliza mucho los patrones asimétricos, especialmente en prendas que por delante parecen un abrigo y por detrás una chaqueta, y en vestidos que llevan esas ‘vendas’ cayendo por el lateral de la falda.
También hay muchos contrastes de color, a veces formando bloques de azul, blanco y negro. Otras, jugando con texturas mate y otras con el brillo que aportan las lentejuelas o el lúrex, tejido que se utiliza para todo tipo de prendas: desde trajes masculinos de tipo batín hasta vestidos de cóctel y fiesta, como el que llevó la modelo Madelaine Hjört para cerrar el desfile.
Un diseño largo con cola, fabuloso, que dejaba un rastro de nostalgia a su paso. Dice el diseñador que otro de sus referentes ha sido Terenci Moix, un gran enamorado de la historia egipcia. Curiosamente el escritor vivió a muy pocos metros del hotel donde se hizo el desfile. ¡Hubiese sido maravilloso conocer su opinión; o mejor, leer su crónica!
Beatriz Peñalver convierte su colección en un álbum de fotografías y recuerdos de su trayectoria. Cada prenda es un viaje al pasado: su primer desfile, su primer vestido hecho a medida… “A todas estas experiencias y recuerdos les he querido rendir homenaje”, dice. La granadina reinterpreta sus looks más emblemáticos “adaptándolos a las tendencias que están más en boga y pensando en mis clientas”. Su propuesta es urbana y está muy marcada por la gama de colores que van desde los negros, marrones y verdes hasta un potente rojo y los metalizados, todos al servicio de texturas nobles que se mezclan con otras de nueva generación.
Los estampados brillan por su ausencia y Peñalver se vale de drapeados y mezclas de color para ampliar la personalidad de los tejidos, y destaca el uso de detalles en madera envejecida para botones o como elemento decorativo.