Ágatha Ruiz de la Prada se pone Cibeles por montera
- La diseñadora hace vestidos con la bandera española
- En el desfile sonó el himno nacional entre los aplausos del público
- La colección rinde homenaje al maestro Yves Saint Laurent
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Ágatha Ruiz de la Prada es única, irrepetible. Magnífica. Y tiene el talento y la osadía necesarios para crear, para el arte, para la moda. Ella es la moda. La flamante ganadora del Premio Nacional de Diseño de Moda en 2017 no se duerme en los laureles y sigue en la brecha, al pie del cañón, fiel a su estilo, a su mundo.
Un mundo que siempre ha coqueteado con el arte y con la costura. Ha versionado a los grandes maestros de la moda española, como Paco Rabanne o Balenciaga, y ahora rinde tributo al genio francés, a Monsieur Saint Laurent.
Como en un paralelismo con su vida personal, Ágatha parece que quiere desprenderse de ciertos aspectos estéticos y en su nueva colección rebaja esa carga estética tan teatral y sobredimensionada y abraza una nueva filosofía: más contenida pero igual de creativa que en temporadas anteriores. Aunque no todo es como parece.
La diseñadora, presente en Cibeles desde la segunda edición, en septiembre de 1985, mantiene intacta la ilusión y la energía positiva, y gracias a su estupendo equipo, al que siempre agradece su esfuerzo, logra convertir cada colección en una declaración de intenciones.
En esta, para el otoño de 2018, se ha ayudado de la música para lanzar su mensaje. Palmas, cajones y rasgueos de guitarra, pasodobles y rumbas e incluso del himno nacional han acompañado a las modelos, algunas vestidas con diseños teñidos en los colores de la bandera de España, colores que ha utilizado en otras ocasiones. ¿Ha habido intencionalidad? “Bueno, ahí está, mira el resultado”, dice tras el desfile.
El resultado ha sido el aplauso del público que en algunos momentos se ha puesto en pie. La colección, que es lo importante, está compuesta por prendas que se trabajan desde el interior para lograr un exterior perfecto. Un aparente aire minimalista se adueña de algunas piezas, como las camisas –sí, Ágatha ha hecho camisas-, pero sobre todo destaca el trabajo de sastrería, algo lógico si se quiere rendir tributo a Yves.
Pana gruesa y terciopelos aportan texturas invernales a la colección en la que conviven atrevidos trajes y vestidos fantasía, porque sin ellos Ágatha no sería la misma. Vemos mangas gigantes con formas dispares, vestidos abullonados de aire retro y lazos enormes, como los de Saint Laurent, que parecen abrazar el cuerpo, decorándolo, como para regalarlo. Entre ellos destaca un lazo de terciopelo rojo colocado sobre un vestido de lentejuelas azules casi eclipsado por las llamativas nubes de bolas que decoran vestidos asimétricos que parecen levitar, desafiando la gravedad.