Isabel Coixet, reina de los Goya y verso libre del cine español
- La cineasta es la mujer con más premios de la Academia de cine
- Su larga trayectoria está marcada por la independencia
- La librería, retrato de una mujer contra la mezquindad, es su cinta más personal
En el año del feminismo, los Goya coronaron a su reina. Isabel Coixet es la mujer con más cabezones de la historia de los premios: cinco, según las estadísticas de la Academia; ocho, según las cuentas de la propia Coixet, que incluye el de mejor película para La vida secreta de las palabras y los de sus dos documentales premiados (Invisibles y Escuchando al juez Garzón).
Poco importan los detalles, Coixet ya fue nominada en 1989 a mejor dirección novel, ha competido en la sección oficial de Berlín y Cannes, y ha rodado con Juliette Binoche, Monica Bellucci, Tim Robbins, Penélope Cruz o Ben Kingsley. No necesita particularmente el barniz de prestigio de los Goya.
Puede que La librería no sea su mejor película, pero sí –lo ha repetido sin cesar- la más personal en el sentido de que se identifica con su heroína. Florence Green (Emily Moritmer) se estrella contra una sociedad que no soporta su pasión y libertad. La librería es un retrato de la mezquindad, la maldad, la vanidad y la envidia. Basada en una novela decididamente pesimista de Penelope Fitzgerald, en la adaptación se ha filtrado algo de luz y esperanza. Por eso hay algo de victoria poética en su triunfo.
Ya en Nadie quiera la noche (2014) tocaba la misma tecla a través de una mujer determinada a viajar al Polo Norte. Hablando de esa cinta, definía el éxito: “Es poder hacer lo que te da la gana en cada momento, sin dar explicaciones y sin querer caer bien. Eso es la libertad y, para mí, la libertad es el éxito. Tienes que impedir que te afecte que lo que haces no guste a los demás".
Nunca ha escondido que digerir las críticas ha sido un potro de tortura en su vida. Entrevistar a Isabel Coixet es de las pocas experiencias fuera de carta de la profesión: afronta cada respuesta sin discursos prefabricados. Se abre y se expone. El resultado es que ha trascendido su oficio y su obra. Es objeto de no pocas bromas y parodias. Incluso uno de los presentadores de la gala, Joaquín Reyes, le dedicó hace 10 años una de sus ‘celebrities’ en la que calificaba a la directora de pedante.
Nada de esas críticas puede atribuirse a su obra -para gustos, colores- y sí, seguramente, a su cualidad de decir lo que venga en gana. Es algo que también le sucede a otros cineastas de currículum incuestionable, como Almodóvar o Fernando Trueba, pero habrá que preguntarse: ¿paga Coixet un precio extra por ser mujer?
Los focos le han apuntado más que nunca en los últimos meses. Su denuncia de una irrespirable atmósfera independentista en Cataluña le ha granjeado la antipatía de un sector de la sociedad. Pero tampoco se ha dejado abrazar por ningún bando, y ha pedido públicamente la dimisión de Rajoy por su papel en el procés.
Sus matices le definen solo a ella. Hasta en una gala presidida por el consenso feminista, ha puntualizado que no todo puede quedarse en un cosmético hashtag . Y se ha preguntado si una alfombra roja, paradigma de la sexualización de la mujer y no tanto del hombre, es el escenario idóneo. Pidió que todas fueran en pijama, pero no fue secundada. Los tiempos cambian rápido. El año que viene, veremos.
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