El arte feminista y Virginia Woolf
- La Tate St. Ives expone obras relacionadas con temas de la escritora
- Cuadros, fotografías y esculturas de más de 80 artistas
- La muestra aborda la autonomía femenina, la liberación sexual o la androginia
El legado de Virginia Woolf no se acaba nunca. Pocos genios de la literatura tienen su carácter doblemente excepcional: por un lado fue un hito de la narrativa con el ‘flujo de conciencia’ de sus novelas y, por otro, una pionera en hablar sobre feminismo, sexualidad, lesbianismo y patriarcado.
La Tate St. Ives, sucursal costera del museo londinense en Cornwall, celebra a la escritora con una exposición formada cuadros, esculturas y fotografías relacionadas de algún modo con textos y obsesiones de Woolf. Un total de 80 artistas que, a lo largo de los últimos 160 años, han abordado los mismos temas de Woolf: la autonomía femenina, la revolución frente a las costumbres o la androginia.
Vanessa Bell, la hermana eclipsada por la fama de Woolf, es una de las protagonistas de la exhibición. Confidente y apoyo constante de la novelista, era sobre todo conocida por su avanzada libertad sexual. Pero hace años que también es reivindicada como una tardía postimpresionista.
Dora Carrington (1893-1932), es la artista más conocida y la más cercana a Woolf. Ambas frecuentaban el Círculo de Bloomsbury, el grupo de intelectuales y artistas cuyo credo sacudía la sociedad victoriana con sus posturas pacifistas y libertad sexual. Woolf utilizaba los paisajes como metáforas de la mujer enfrentada a la sociedad y Carrington exploraba su interior a través de sus paisajes.
“Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir”. Con esa famosa máxima resumía Woolf una independencia quimérica en la opresiva sociedad victoriana que desafió. La vigencia del pensamiento Woolf se comprueba al recordar su ideal de mente 'andrógina': "Quizá una mente del todo masculina no puede crear, como tampoco una mente totalmente femenina", escribió.
Otra de las artistas expuestas, Laura Knight (1877-1970), descolocó a los críticos cuando en 1923 presentó su Autorretrato. La novedad era que la pintora no se mostraba de frente y ataviada con sus mejores galas, sino de espaldas y trabajando en sus estudio. Fue calificada de “vulgar”, pero 100 años después es un poderoso ejemplo de una mujer que reclamaba el mismo estatus que los hombres.
La muestra también expone a artistas contemporáneas como la sudafricana Zanele Muholi. A través de fotografía y vídeo, su obra arroja luz sobre las comunidades homosexuales en África, lo que se relaciona con la dedicación de Woolf en dar a la mujer una plataforma de expresión verbal y textual.
La Tate St. Ives, situada en Cornwall, reabrió el año pasado tras una ambiciosa reforma. La exposición en torno a Virginia Woolf era obligada: la escritora pasó los veranos de su infancia en Cornwall y regresó como adulta en busca de inspiración para una de sus obras maestras: Al faro. Un faro que se puede contemplar desde el mismo museo.