'El hilo invisible': el amor como obsesión, veneno y antídoto
- Daniel Day-Lewis opta a su cuarto Oscar por su papel de diseñador atormentado
- La actriz Vicky Krieps, auténtica revelación de una película redonda
- La Academia vuelve a reconocer a Paul Thomas Anderson con seis nominaciones
6 NOMINACIONES
Mejor película
Mejor director (Paul Thomas Anderson)
Mejor actor principal (Daniel Day-Lewis)
Mejor actriz de reparto (Lesley Manville)
Mejor música (Jonny Greenwood)
Mejor vestuario (Mark Bridges)
Sobrevuela en El hilo invisible un halo de misterio a ambos lados de la pantalla. Misterio por saber si realmente será el último trabajo en cine de Daniel Day-Lewis, como él mismo ha anunciado. Y también hay misterio, secretos y maldiciones en una película que comienza como el romance entre un genio y su musa y nos deja la historia de un amor enfermizo, estremecedor y nada convencional.
La segunda colaboración entre Paul Thomas Anderson y Daniel Day-Lewis transcurre en los años 50 entre talleres de costura, casas de campo y salones de baile londinenses, en contraste con los paisajes californianos de Pozos de ambición. Su falta de exteriores subraya el aislamiento y la relación de dependencia que se forja entre los protagonistas, el diseñador Reynolds Woodcock y la que se convertirá en su modelo y amante, la camarera inmigrante Alma.
Reynolds y Alma se conocen cuando el diseñador está en plena crisis de identidad, tras entregar su más reciente creación y despachar a su enésima pareja. La naturalidad de Alma rompe los esquemas del hermético Reynolds, quien la deja entrar a su atormentado mundo. Un mundo poblado por el fantasma de su madre y en el que solo tiene cabida la excelencia en la creación.
La luxemburguesa Vicky Krieps da vida a Alma en su primer gran papel rodado en inglés y no podría haber tenido mejor debut. La historia está narrada desde su punto de vista y en todo momento resulta creíble como ese “pez fuera del agua” que es consciente de que no pertenece al mundo de la alta costura de la casa Woodcock pero que no está dispuesta a doblegarse.
El tercer vértice de un reparto impecable lo compone Lesley Manville como Cyril, la hermana del inestable modisto. Ella es quien dirige la firma y la vida sentimental de su hermano, despidiendo a sus amantes cuando Reynolds se cansa de ellas. Manville, habitual del cine de Mike Leigh, ya se llevó merecidos elogios en 2010 como la frágil amiga del matrimonio protagonista de Another year. Aquí su personaje está en el otro extremo: una mujer pragmática consagrada al negocio que cree que sabe lo que es mejor para su hermano.
El hilo invisible es, además de un magnífico drama romántico, el relato del choque entre dos mundos. El que se resiste al cambio y el que llega desde el exterior para alterarlo todo. “Una casa que no cambia es una casa muerta”, llega a decir el personaje de Reynolds Woodcock.
Ese elemento que amenaza la estabilidad tiene diferentes encarnaciones en la película. Por supuesto es Alma, una europea continental que no se somete a las estrictas normas de la casa Woodcock. Pero también es la moda chic que viene de París y comienza a restarle clientas de la alta sociedad británica a la firma.
Day-Lewis y Anderson, padres de un Woodcock sobrecogedor
Genio y tirano en una misma persona. Ese es Reynolds Woodcock, el papel que puede darle a Daniel Day-Lewis su cuarto Oscar. El actor londinense vuelve a dar una lección de interpretación con un personaje creado a medias con el director. Ambos se inspiraron en Balenciaga para dar forma durante dos años a un Woodcock que comparte con Day-Lewis su perfeccionismo. Vicky Krieps admite que no pudo conocer al actor antes del rodaje y, cuando llegó a los estudios, quien estaba allí presente ya era el modisto, no el intérprete.
El mérito de Daniel Day-Lewis es crear de la nada un personaje complejo, que esconde una tremenda fragilidad tras su supuesta personalidad fuerte. Es un amante tóxico y controlador, que se comporta como un niño enfadado cuando le llevan la contraria pero incapaz de valerse por sí mismo.
Alma explota esa falta de confianza de Reynolds en una segunda mitad de la cinta que deriva en un cuento gótico con reminiscencias del Hitchcock de Rebeca y Vértigo. Hasta llegar a un final duro, de los que hielan el corazón del espectador pero que es coherente con todo lo que se ha visto antes.
Cada una de las nominaciones a los Oscar de El hilo invisible está más que justificada. Paul Thomas Anderson, que opta al premio a mejor director pero incomprensiblemente no al de guion original, entrega una obra precisa a la que no le sobra ni una escena. La excelente música de Jonny Greenwood subraya el aire de elegancia y de cierta irrealidad que respira bajo la superficie de la película. Pero solo es en el diseño de vestuario donde El hilo invisible parte como favorita, si nos atenemos a lo ocurrido hasta ahora en la temporada de premios.