El amianto invisible: más de dos toneladas repartidas por toda España ponen en riesgo a los trabajadores
- CC.OO. denuncia que los operarios de mantenimiento se exponen sin saberlo
- En 2002 fue prohibida su comercialización y uso por su carácter cancerígeno
- El ISCIII calcula que entre 2016 y 2020 morirán 1.319 personas por mesoteliomas
- El Congreso aprobó crear un fondo de indemnizaciones que está en el aire
El amianto, también conocido como asbesto o fibrocemento, está por todas partes. En tejados, paredes, techos, instalaciones de aireación, sistemas de conducción del agua y del gas… de todo tipo de edificios, especialmente los construidos entre 1960 y 1985. La gente entra y sale de ellos sin apercibirse de su existencia. Porque todavía quedan 2,6 toneladas de amianto instaladas por España, según los informes de Comisiones Obreras y de la comunidad científica, pero aún no existe un registro nacional de edificios e instalaciones que contengan este material, del que sí se sabe que es cancerígeno.
El último caso conocido de amianto ha sido el del Metro de Madrid. Este lunes, la Fiscalía Provincial ha anunciado que investigará si la empresa pública ha cometido un delito contra el derecho de los trabajadores a raíz de que uno de sus empleados fuera diagnosticado con asbestosis por su exposición a este producto, que se encuentra dentro de la instalación eléctrica de múltiples vagones de la red. Precisamente por esto, el sindicato de Maquinistas de Metro de Madrid ha convocado paros parciales para los días 9, 13 y 15 de este mes.
El caso de este trabajador y de otros compañeros suyos que podrían estar en riesgo preocupa a los agentes sociales, pero también el de otros tantos operarios, tal y como temen la Asociación de Víctimas del Amianto (AVIDA) y Comisiones Obreras (CC.OO.).
“Si no hay una gestión adecuada del amianto instalado, existen trabajadores que pueden estar expuestos, especialmente quienes realizan tareas de reparación, mantenimiento, sustitución, demolición, etc. Es decir, electricistas, montadores, fontaneros, albañiles o mecánicos. También los bomberos, ya que puede haber presencia de fibras de amianto en un edificio colapsado o en llamas”, expone Carmen Mancheño, secretaria de Salud Laboral de CC.OO..
Microfibras que el cuerpo respira pero no elimina
El amianto fue, durante décadas, el material estrella de la construcción. Barato en su elaboración, un aislante muy eficaz, maleable y, sobre todo, ignífugo. En España, comenzó a estar presente ya a principios del siglo XX, aunque décadas más tarde, especialmente a partir de 1960, vendría el ‘boom’ de su fabricación e instalación. Tras múltiples evidencias científicas sobre su carácter dañino, fue definitivamente prohibido en España en 2002.
Se trata de un conjunto de materiales compuestos por minerales de asbesto que tienen microfibras largas y muy resistentes. El problema está en que, cuando el material se deteriora, o se trabaja con él sin protección, las microfibras se desprenden y quedan suspendidas en el aire. Cuando se respiran, no se pueden eliminar, quedan en el sistema respiratorio y pueden llegar a provocar enfermedades respiratorias que se presenten años o incluso décadas más tarde.
Y esto era lo que no sabían decenas de miles de empleados de las fábricas de asbesto. Una de las más importantes en España, la de Uralita, que en diciembre del año pasado fue condenada a pagar dos millones de euros a los vecinos que enfermaron por el amianto de la fábrica de Cerdanyola y Ripollet. Los afectados no eran sólo trabajadores, sino vecinos que no tuvieron relación directa alguna con el asbesto.
“En nuestro pueblo, nos hemos criado con la palabra asbestosis en la oreja“
“En nuestro pueblo, nos hemos criado con la palabra asbestosis en la oreja”, lamenta Óscar Mascaraque en declaraciones a RTVE.es. Su padre trabajó entre 1969 y 1982 en una empresa de fibrocemento en Valdemoro, Madrid. En septiembre, su madre fue diagnosticada con un mesotelioma, un tipo de cáncer de pleura maligno que resulta, junto con la asbestosis, la enfermedad más evidente y directa por exposición al amianto.
Ella no trabajó en la fábrica, pero sí lavaba la ropa que su marido traía a casa después de trabajar. Estaba, sin saberlo, exponiéndose día a día al amianto de esta forma. Como ella, otras tantas mujeres han enfermado por la misma causa.
En el caso de Mario Meléndez, fue su padre el que recibió el diagnóstico del mesotelioma pleural. Tan sólo trabajó durante un año en contacto con el amianto, cuando tenía 18, en una empresa destinada a aislar vagones de tren. Sin embargo, no le detectaron la enfermedad hasta cumplir los 62 años, en 2014. Falleció poco después de un año.
Sin un registro de víctimas
A día de hoy, no existe un registro oficial de víctimas del amianto. Sí hay algunos a nivel autonómico y no en todas las comunidades, para aquellos trabajadores y extrabajadores del amianto que se han inscrito voluntariamente, pero el presidente de AVIDA, Juan Carlos Paúl, estima que sólo abarcan al 35% del total de trabajadores afectados.
Por lo tanto, se desconoce el número exacto de muertos y de los afectados por su exposición a él. Por un lado, porque la latencia de la enfermedad es tan amplia (puede presentarse a los 40 años), que cuando quienes trabajaron con él enferman de los pulmones, décadas después, a los médicos les cuesta identificar la causa, a no ser que se trate de un mesotelioma o de una asbestosis.
“Lo inmediato, es que asignen la insuficiencia respiratoria al tabaco“
“Los propios médicos no están preparados para estas enfermedades, que se pueden camuflar con otras. Lo inmediato, es que asignen la insuficiencia respiratoria al tabaco, sin llegar a hacer la pregunta: ¿usted ha trabajado con amianto?”, lamenta Paúl.
Sin embargo, las víctimas son exponenciales. Es decir, cada año hay más, precisamente por la latencia de las enfermedades. Un estudio del ISCIII publicado en la revista BMC Cáncer estima que los casos de cáncer por mesotelio (mesoteliomas) pasaron de 491 entre 1976 y 1980, a 1.249 en el período 2006-2010. Los científicos prevén que entre 2016 y 2020 fallezcan otras 1.319 personas a causa de este tipo de cáncer, cuya esperanza de vida no supera los 14 meses.
No aparecen en el estudio, sin embargo, las víctimas por amianto que desarrollaron otro tipo de enfermedades pulmonares. AVIDA calcula que cada año, 60.000 personas se ven afectadas anualmente por el amianto de distintas formas, según las estimaciones que manejan comparando las toneladas que se han importado de amianto en España con las que hay en otros países y su proporción de enfermos.
Una gestión insuficiente y un fondo de indemnizaciones que no llega
En octubre del año pasado, el Congreso de los Diputados aprobó una proposición de ley impulsada por el Parlamento vasco para crear un fondo de indemnizaciones para las víctimas del amianto. Pero su creación depende de los Presupuestos de 2018, y éstos todavía no han sido aprobados.
RTVE.es ha contactado en múltiples ocasiones con el Ministerio de Trabajo para que explique cómo y cuándo se aprobará ese fondo, pero no ha habido respuesta al respecto.
Por su parte, AVIDA, la Secretaría de Riesgos Laborales de Comisiones Obreras, Óscar Mascaraque y Mario Meléndez, coinciden que la gestión de los distintos gobiernos durante las décadas de trabajos con el amianto ha sido irresponsable. También lo hace Fernando Morillo, a título personal, abogado del despacho Bercovitz-Carvajal, especializado en defender a víctimas del amianto.
“Si nos remitimos al Consejo de Estado, hace cinco o seis años emitió un informe, a raíz de la solicitud de dos demandantes por amianto, en el que eludía la responsabilidad y aseguraba que había legislado correctamente y que, gracias a esa legislación, las víctimas están ganando casos en los tribunales contra las empresas para las que trabajaban”, expone Juan Carlos Paúl, que remite las primeras evidencias del carácter perjudicial del amianto a principios del siglo XX.
“Era muy buen material, pero se sabía el carácter nocivo y toda Europa miró para otro lado“
“Desde mi punto de vista, a título personal, considero que el Estado no actuó con corrección. Era un material muy barato, estupendo, ignífugo, adaptable a todo. Era muy buen material, pero se sabía el carácter nocivo y toda Europa miró para otro lado”, opina Morillo.
“Siempre se ha sabido, pero las empresas siempre han dicho que no lo sabían, y aún así, el hecho de no conocer los riesgos no exime de responsabilidad“
“Siempre se ha sabido, pero las empresas siempre han dicho que no lo sabían, y aún así, el hecho de no conocer los riesgos no exime de responsabilidad”, añade Paúl, que alude a las leyes de prevención de riesgos que, sin hacer mención específica al amianto, establecen que el empleador debe garantizar la seguridad de sus empleados, lo cual está vigente en España desde la década de 1940.
Pero Óscar y Mario saben que sus padres nunca trabajaron protegidos. “Cuando montaron la fábrica, mi padre me contó que fue un ingeniero italiano y les dijo ‘no sabéis lo que os están metiendo aquí’. A los 6-7 años ya iban enfermando trabajadores, muchos murieron de la asbestosis”, expone el primero. Mario cuenta que toda la cadena de trabajo con amianto se hacía en la misma nave, todos respirando lo mismo, “se manipulaba, cortaba, montaba”... pero “no trabajaban con mascarillas”.
“A mí se me mueren los clientes”
Como ellos, afectados y familiares se han visto o se ven en largos procesos judiciales para reclamar justicia contra las empresas. Son procesos largos que pueden durar hasta 8 años, y en la mayoría de los casos, los enfermos que reclaman en vida no ven el proceso terminado.
“Es el pan nuestro de cada día. A mí se me mueren los clientes”, lamenta Morillo, que actualmente lleva más de 50 casos de afectados por amianto. “La mayoría de ellos empiezan con vida, pero los que tienen un mesotelioma nunca ven el final del procedimiento”, añade.
Porque las empresas reclaman, y lo habitual es que los casos se alarguen, pudiendo llegar incluso al Tribunal Supremo. Denuncia que “las compañías tienen más medios económicos que las víctimas”, y “tratan de defender que había un desconocimiento en la época sobre el carácter nocivo del amianto”. Pero incide en que la legislación de 1940 ya obligaba a proteger al trabajador y que la asbestosis es una enfermedad reconocida en España en 1947.
Peor es para aquellos afectados que no trabajaron directamente en el amianto, como el empleado del metro. Paúl lamenta que lo habitual en estos procedimientos es que “el trabajador tenga que cargar con la prueba de que ha estado expuesto al amianto”, y cuando no ha trabajado en estas fábricas es más complicado. Actualmente estima que hay unas 5.000 demandas en curso de los afectados por este material. Tampoco lo tienen fácil quienes trabajaron para empresas que actualmente no existen, ya que no tienen contra quién reclamar.
Enfermos futuros y desamiantado
“Temo por los enfermos futuros. Sabemos que con el amianto ya no se trabaja, pero sigue habiendo mucho en entornos cerrados, donde la gente puede enfermar”, explica Paúl, que critica que no existe un plan intensivo para retirar el amianto, por ejemplo, de los hospitales o de los edificios escolares, un ámbito donde los padres de algunos colegios están haciendo presión para que se desamianten las escuelas construidas entre 1960 y 1980.
Aunque la Unión Europea promueve el desamiantado total para 2028, no existe obligación de desamiantar, . El Gobierno de España aprobó en 2006 un real decreto con las medidas de seguridad que debe tomar quien quiera hacerlo. “Pero la realidad es bien distinta, siendo habitual encontrarnos con prácticas de empresas que miran hacia otro lado porque no quieren asumir unos costes que son más elevados”, denuncia la secretaria de Riesgos Laborales de CC.OO..
“Lo habitual y frecuente es que no se respeten la sucesión de actuaciones descritas, sino que muchas empresas exponen a sus trabajadores y trabajadoras al amianto sin ningún tipo de información, sin identificar dónde está no cómo está. Incluso hemos sido texstigos de empresas que han pretendido retirar el amianto sin cumplir la legislación aplicable ni control alguno de la autoridad local”, sentencia.
Evidencias científicas desde principios del siglo XX
La peligrosidad del amianto fue descrita por primera vez en el año 1906, en Londres. Se manifestó a través de una fibrosis pulmonar detectada en una trabajadora de una fábrica textil. Y en la década de 1920 en Inglaterra ya se emplea el término ‘asbestosis’. Pocos años más tarde, en 1935, se publicaron las primeras evidencias científicas que relacionaban la exposición al amianto y el cáncer de pulmón.
Pero no fue hasta 1978 cuando el Parlamento Europeo declaró al amianto una sustancia cancerígena, a raíz de la cual, la sustancia fue prohibiéndose paulatinamente en el continente. Las variedades más perjudiciales, el amianto azul y el marrón, fueron prohibidos en España entre 1984 y 1993.
En 1999, la Unión Europea prohibe la comercialización y el uso de cualquier tipo de amianto, aunque la norma llega a España años más tarde, prohibiéndose la utilización, producción y comercialización del amianto en 2002.