Muere Hubert de Givenchy, la aguja más elegante
- Por deseo de la familia la despedida se hará en la intimidad
- Vistió a Jackie Kennedy, Grace de Mónaco y Audrey Hepburn
- Vuelve a ver el monográfico de Flash Moda sobre Hubert de Givenchy
- En 2014 viajó a Madrid para inaugurar una retrospectiva de su legado
La noticia ha causado dolor entre sus compañeros y ha teñido de luto el mundo de la moda. Hubert de Givenchy era un modisto respetado y muy querido. Acababa de cumplir 91 y ha fallecido este sábado aunque la noticia se ha conocido ahora a través del comunicado de su pareja, Philippe Venet, la persona con la que compartía todo desde 1942. El texto dice: "El señor Givenchy murió mientras dormía el sábado 10 de marzo de 2018. Sus sobrinos y sobrinas, y los hijos de estos, comparten su dolor".
La familia quiere despedirlo en la más estricta intimidad y apunta que "en lugar de flores y coronas habría preferido una donación a Unicef en su memoria". Este veterano de la aguja era la historia viva de la costura. Siempre será uno de los grandes, uno de los modistos más influyentes en las generaciones posteriores que siempre lo vieron como al gran maestro.
"Hoy es un día triste para la moda al perder uno de los mejores couturiers que ha habido y de los cuales muchos de nosotros hemos tomado como referencia. Su discreción y elegancia delicada era lo que hizo que se desmarcase del resto y era toda una inspiración", dice Josep Font, director creativo de la casa Delpozo.
Eloy Martínez de la Pera, que comisarió la exposición que se hizo en el Museo Thyssen de Madrid, está abatido ya que mantenía un constante contacto con el maestro. "Habíamos planeado varios encuentros por las exposiciones de Balenciaga, al que consideraba su mentor y maestro, y quería ir a Marrakech para conocer el nuevo museo de Yves Saint Laurent. Pero lo más bello es que hasta el último minuto estuvo pensando en moda, en belleza, en Balenciaga, en Alta Costura... ¡Hasta el último minuto de su vida!".
Givenchy era uno de los principales benefactores del Museo del Traje de Madrid que tiene 137 piezas suyas ( 22, son toiles). "Teníamos una relación muy especial con él porque donó muchas piezas suyas pero instó a sus amigas y clientas a que donaran vestidos suyos y de Balenciaga", dice la directora del museo Helena López de Hierro y resalta que "era el último grande de la costura, el último de la gran escuela".
"Mi sentido adiós al admirado Hubert de Givenchy, el gran caballero de la moda, la elegancia pura", dice Nieves Álvarez. "Se nos ha ido una maravillosa persona", dice Alfredo Caral que trabajó con el maestro en París.
Fue un gran coleccionista de arte y un dandi, un hombre elegante que trasladó su buen gusto a la moda. Givenchy vistió a las mujeres de todo el mundo, entre ellas Jackie Kennedy, Lauren Bacall, Greta Garbo, Jeanne Moreau, Elisabeth Taylor, Marlène Dietrich y sobre todo a Audrey Hepburn, su musa y amiga. Su relación era muy estrecha y se basaba en el respeto y la admiración mutuos. Él sentía fascinación por su belleza y su elegancia pero también por su compromiso y solidaridad y su trabajo como Embajadora de Unicef. "La ropa de Givenchy es la única con la que me siento yo misma", declaró la actriz.
Se conocieron en 1953, durante las pruebas de vestuario de la película Sabrina y después haría vestuario para ella para cintas míticas como Una cara con ángel y Desayuno con diamantes (1961), una película que forma parte de la historia del cine y sobre todo de la moda debido al icónico vestido negro (un LBD: Little Black Dress) que lleva cuando se para en el escaparate de Tiffany´s.
Juntos rompieron moldes. El modisto pidió a la actriz que promocionara su primer perfume , L'Interdit , siendo la primera vez que una estrella del cine prestaba su imagen para tal fin. El éxito fue mayúsculo.
Givenchy fundó su casa en 1952 y la mantuvo en lo más alto hasta 1988 cuando vendió su firma al potente grupo LVMH. Givenchy estuvo trabajando hasta 1995, año en el que un joven John Galliano fue nombrado director creativo. Por poco tiempo, ya que en 1996 fue sustituido por Alexander McQueen. Luego ocuparon ese puesto modistos como Julien McDonald, Ricardo Tisci y Clare Waight Keller, la actual directora creativa de la casa. "No solo fue uno de los modistos más influyentes de nuestro tiempo, con un legado que pervive todavía, sino que fue también una de las más sofisticadas y elegantes personas que conocí. Un auténtico 'gentleman' que me acompañará siempre", ha dicho Waight Keller.
La última vez que visitó Madrid fue con motivo de la exposición que realizó el museo Thyssen con su obra. Fue el 20 de octubre de 2014 y ese día pudimos hablar con él sobre el pasado y sobre el presente de la moda. "Para mí la moda es el pasado", decía. "Antes las mujeres estaban encantadas de ir bien vestidas pero ahora parece que no importa nada. El trabajo de los modistos es embellecer a la mujer y yo ahora, cuando veo lo que publica la prensa, advierto un aire triste; y es porque la mujer lleva prendas tristes", comentaba.
La exposición era pura belleza. "Givenchy conseguía que sus sueños se hicieran realidad: sus abrigos mutaban en flor, sus vestidos de noche en pavo real, en cielo estrellado", contaba Eloy Martínez de la Pera, en la inauguración.
Su leyenda comenzó en un pequeño atelier de la rue Alfred de Vigny de París. Hubert de Givenchy no era un desconocido ya que arrastraba experiencia, amigos y clientas desde sus inicios. Había estudiado Bellas Artes y se formó con agujas importantes como Jacques Fath y Robert Piguet. Recomendado por Christian Dior trabajó en el estudio de Lucien Lelong y después, gracias al ilustrador René Gruau, entra en la casa Elsa Schiaparelli donde trabaja como director artístico durante cuatro años.
En 1952 tomó su propio camino y cuando abrió su atelier la prensa lo recibió con halagos. The New York Times bautizó esta nueva etapa con un espléndido titular: 'Ha nacido una estrella'. Una estrella que no se apagaría nunca. Givenchy no dejó indiferente a nadie con sus propuestas revolucionarias y sorprendentes, tanto que el diario Le Figaro lo llamó l´enfant terrible.
Su primera colección la hizo con tejidos poco lujosos debido a la falta de dinero pero en ella destacó la blusa Bettina, otro de los iconos de su carrera, una camisa blanca que tomó el nombre de la modelo Bettina Graziani.
Pero su aguja cambió de estilo cuando conoció a Balenciaga. Hubert le consideraba un amigo y le veneraba como a un maestro. Lo admiraba mucho y siempre ha dicho que fue su gran fuente de inspiración, su referente. Ambos se conocen en un cóctel en Nueva York e inician una relación profesional que sería un antes y un después para el modisto francés. "Sabía mejor que nadie cómo tratar el tejido y cómo ensalzarlo, siempre con respeto. Tiene mi reconocimiento eterno", señaló Hubert. "Él me mostró que el vestido debe acomodarse al cuerpo de la mujer, no el cuerpo de la mujer a las formas del vestido".
En 1957 arrasó con su 'vestido saco' del que dijo: "Con las nuevas formas de mis vestidos he superado las limitaciones dictadas por la propia figura femenina". Curiosamente este patrón también lo lanzó Balenciaga y era una alternativa a la forma diábolo y al new look que habían marcado los años anteriores. Un diseño que abrió la puerta a la minifalda que llegaría poco después.
Siempre supo ensalzar la línea del cuerpo para que acompañase el caminar de la mujer y cada uno de sus vestidos mantenían un perfecto equilibrio entre vanguardia y armonía. Cuando Balenciaga colgó las tijeras en 1968 recomendó a sus mejores clientas, entre ellas Rachel L. Melon o la marquesa de Llanzol, que se vistieran con Givenchy. Todo un detalle del maestro que quizá vio en Givenchy a su único sustituto.
Durante las décadas de los 70 y 80 la marca Givenchy se expande por todo el planeta y su talento llega a sectores como el del automóvil. En 1973 lanzó su línea masculina Gentleman Givenchy y en 1978 le premiaron con el prestigioso 'Dedal de Oro' de la alta costura. En 1982 el Instituto de Tecnología de la Moda le dedicó una retrospectiva 'Givenchy: 30 years' y en 1992 se hizo otra en el Palais Galliera de París. Hoy su legado descansa en distintos museos de todo el mundo, desde el Museo del Traje de Madrid hasta el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
A la mínina oportunidad el francés declaraba su amor por España. Balenciaga fue su guía en Madrid, en Toledo y, por supuesto, en Getaria. Por eso quiso supervisar las obras del museo del español en 2010 y acudir, un año después, a la inauguración. Pero aquí también se le quería. Elio Berhanyer siempre hablaba con cariño del modisto y comentaba a menudo que mantenían contacto telefónico. Sin duda esta es una terrible noticia también para Berhanyer.
Con la muerte de Givenchy, que era conde y se llamaba Hubert James Marcel Taffin de Givenchy, se termina una estirpe de agujas sorprendentes que entendieron la moda de una forma única. Todavía quedan veteranos como Pierre Cardin o Elio Berhanyer pero con la marcha de Hubert de Givenchy se extingue un grupo de modistos que representan la elegancia clásica, el glamour, y es ese éxtasis casi sagrado que llegó a ser la Alta Costura.