En casa de nadie
- Más de 10.000 inmigrantes malviven en Italia fuera del sistema de acogida oficial, en guetos a la intemperie, edificios abandonados o campamentos improvisados
- Médicos sin Fronteras señala las malas condiciones en los 50 asentamientos de este tipo que hay repartidos por Italia
Llueve otra vez en Roma. A las afueras de la estación de Tiburtina parece incluso que con más intensidad. En este descampado, al lado de una fábrica abandonada, un grupo de tiendas de campaña llenan el espacio de lo que antes fue un aparcamiento para coches. Todo parece empapado. En una carpa blanca rectangular hay un comedor con mesas y bancos corridos.
Es el único sitio seco, a salvo del aguacero y cálido, porque dentro hay música y conversación. En senegalés, eritreo o árabe. Es un grupo de inmigrantes, jóvenes y hombres en su mayoría, pero también familias que pasan el tiempo así, con las canciones que salen de sus móviles y el recuerdo de una tierra que dejaron atrás cuyo nombre y bandera dibujan en una pared.
La alegría de la esperanza
"Ciao, come stai? Tutto a posto?", saluda Zacarías, egipcio de 23 años. Llegó aquí hace tres meses y medio, chapurrea algo de italiano aprendido gracias a las clases de los voluntarios. Tiene todavía la alegría de quien confía en un futuro mejor quizá porque ya no piensa en lo peor de la travesía que le trajo hasta aquí.
“ Aarón, 19 años: "He escapado de Eritrea porque allí había dictadura y violencia"“
A su lado está Aarón, de 19, que mantiene la mirada baja del recién llegado, de quien tiene aún las heridas abiertas por lo sufrido en ese largo éxodo de Eritrea. "He escapado de allí porque había dictadura y violencia. La situación es terrible y la gente huye. Pasé después un año y dos meses en Libia, víctima del negocio de los traficantes. A unos pagué 5.000 dólares y me vendieron a otros por 2.000. Estuve en una especie de prisión hasta que salí y embarqué", cuenta en su lengua mientras Ahmad Berrusán traduce sus palabras al italiano.
“ No hay sitio para ellos, ni una política de integración que continúe con la acogida. Se ven sin techo. Sin nada“
Berrusán es mediador cultural de Médicos Sin Fronteras. Viene aquí todas las semanas para asistir a los que se refugian en este campamento y donde viven más de cien personas gracias a la solidaridad ciudadana. "Son inmigrantes que han terminado la acogida, que han salido de los centros por un motivo u otro. Y no hay otro sitio para ellos. Ni una política de integración que continúe con la acogida, así que se ven sin techo. Sin nada".
La insoportable supervivencia de la guerra
Algunos son solicitantes de asilo, otros simplemente supervivientes de una situación insoportable, como la de una familia tunecina que lo vendió todo para salir de su pueblo, caído en manos de los terroristas. Compraron una barca entre varios y llegaron hasta Lampedusa. Y ahora, en Roma, esperan. "Solo queremos un lugar seguro, tranquilo, donde puedan crecer nuestros tres hijos, vayan a la escuela sin tener miedo y sin preocuparnos por su seguridad" comenta la madre.
La mayoría de estos sitios no tienen ni agua ni luz ni las condiciones básicas para una vida digna. Lo ha comprobado Médicos Sin Fronteras, que ha visitado en Italia casi 50 de estos asentamientos a las afueras de las ciudades, en el campo o en edificios abandonados bajo la amenaza siempre del desalojo, como ocurrió el pasado verano en pleno centro de Roma.
“ Son lugares que se convierten en bolsas de exclusión con grave riesgo de marginalidad y, en algunos casos, de sus propias vidas“
"Son lugares que se convierten en bolsas de exclusión con grave riesgo de marginalidad y, en algunos casos, de sus propias vidas" cuenta Giusseppe de Mola, coordinador del estudio de MSF Fuori campo (algo así como fuera de lugar), en el que señalan que son más de 10.000 los inmigrantes que viven así en Italia.
La mayoría procede de países subsaharianos, pero también hay sirios, iraquíes, paquistaníes o afganos. La mitad son hombres y una tercera parte, familias.
Italia: tierra de tránsito, tierra de nadie
Para la mayoría, Italia es solo un sitio de paso más en su camino a otro destino en Europa donde tienen familiares que tiempo atrás pasaron por lo mismo. Aquí, esperan seguir su viaje, que les llegue más dinero, unos papeles, un estatus o un futuro.
Otros no aguantan y emprenden un nuevo viaje como sea, arriesgando sus vidas como los que cruzan los Alpes a pie en pleno invierno y con nieve en lo que llaman "el paso de la muerte". O los que atraviesan túneles o carreteras para llegar al otro lado de Ventimiglia, en la frontera con Francia. Al menos 20 han muerto en el último año por distintos accidentes en este intento de seguir adelante. Más del 23% dice haber sufrido algún tipo de violencia por parte de agentes, "hombres de uniforme", de un lado y de otro.
Salimos del campamento a las afueras de la estación de Tiburtina. Me acompaña Irgalem, que hace años emprendió la misma incierta travesía hacia un futuro. Zarpó desde Libia, como tantos, "cuando todavía mandaba Gadafi y la situación estaba más controlada", me apunta. Ahora, es voluntario aquí y un ciudadano con papeles, permiso de residencia, de trabajo y vive en piso alquilado con otros. Se quedó en el paro hace dos años. "De momento, aguanto mientras busco otro empleo. Hace falta dinero para vivir pero aquí soy feliz ayudando a los demás".
En Italia hay 180.000 inmigrantes en centros oficiales de acogida temporal. Un sistema incompleto, según Médicos Sin Fronteras, que pide cambiar el enfoque y más medios para que todos tengan un techo seguro sin más riesgos para sus vidas. Para que no sigan en casa de nadie.