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De Isadora Duncan a Josephine Baker: las bailarinas que revolucionaron la danza

  • Una exposición recupera la figura de siete pioneras de la danza moderna
  • Inventaron nuevas técnicas coreográficas que rompieron el canon clásico

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La coreógrafa estadounidense Loie Fuller bailando,1900.
La coreógrafa estadounidense Loie Fuller bailando,1900.

“Si pudiera decir lo que siento, no valdría la pena bailarlo”. La contundente frase salió de los labios de la bailarina Isadora Duncan (1877-1927) y resume certera la capacidad de la danza para sublimar emociones.

La autodidacta Duncan fue una avanzada en trasladar esta idea al movimiento. Su inspiración fue el ideal de belleza del pasado grecolatino y una conexión roussoniana con la naturaleza.

En este retorno a lo orgánico, se atrevió a dinamitar el rígido canon del ballet clásico. Lo hizo a través de la liberación del cuerpo con pasos fluidos e intuitivos en una ruptura de la narrativa establecida.

“Ella renovó la escena con dos revoluciones absolutas: la primera, bailar con una túnica, descalza, y el pelo suelto. Es decir, danzar centrando el foco el movimiento, en segundo lugar, bailar sola y otorgar protagonismo a un cuerpo único el de la bailarina y no tanto al cuerpo de baile. Y luego, renunciar a los decorados y usar un fondo neutro y de esta forma ensalzar la figura de la bailarina”, señala a RTVE.es María Santoyo, historiadora del Arte y una de las comisarias de la exposición La bailarina del futuro en la Fundacion Telefónica de Madrid hasta el 24 de junio.

Acuarelas modernistas de Abraham Walkovitz que representan los movimientos de Isadora Duncan. Fuente: Jewish Museum noticias

Isadora Duncan se erigió en icono mundial. Abrió camino a una generación de coreógrafas que siguieron sus pasos, en la apertura de nuevas formas de expresión a principios del siglo XX. Autoras “muy ancladas a su tiempo que supieron absorber la modernidad que se les ofrecía”.

Entre los nombres que brillaron por méritos propios a la vanguardia de la danza moderna se encuentran Loïe Fuller, Josephine Baker, Tórtola Valencia, Mary Wigman, Martha Graham y Doris Humphrey, entre otras.

Una renovación artística liderada por mujeres que iluminaron a creadores del futuro y que corrió pareja a la incorporación femenina al mundo laboral y social. Unos logros que paradójicamente han sido esquivados por los manuales de Historia del Arte que tan solo recogen “notas a pie de página”, señala Santoyo.

“Los manuales no contemplan la gran aportación de vanguardia que fue la danza moderna pero sí lo hacen con los ballets rusos de Diaghilev, quizás porque estaba dirigido por un hombre y el gran bailarin era Nijinsky, y además tenían a escenógrafos como Picasso; pues se habla más que de estas mujeres y hay que reivindicar esa labor de mirar atrás sin condicionantes”, explica la experta.

Experimentación cercana a la Ciencia

La exposición gratuita La bailarina del futuro, que combina piezas visuales y material escenográfico, recupera la figura de estas siete pioneras que irrumpieron con revolucionarios métodos que se acercan a la Filosofía y la Ciencia.

Es el ejemplo de Loïe Fuller, que experimentó con las leyes de la refracción y la luminiscencia aplicadas al baile y tuvo relación con destacados científicos como el matrimonio Curie.

Fuller alumbró espectáculos en los que usaba la luz eléctrica de forma nunca vista antes. Una visión que se plasma en la película La bailarina, de la que se puede contemplar un extracto en la muestra. "He creado algo nuevo compuesto por luz, color y danza", señaló la creadora que triunfó en París con todo a la contra gracias a su empeño, aunque la élites culturales nunca llegaron a bendecirle con su aprobación.

La artista danzaba con su cuerpo envuelto en una gigantesca túnica que hacía girar con unas maderas que prolongaban sus brazos. Sencillamente, nunca se había visto algo igual.

La sección dedicada a la escena popular recorre el arte de la célebre española Tórtola Valencia, que supo conectar con los gustos del público. Una diva ahora olvidada que irrumpió con fuerza en los teatros de medio mundo con su exótica danza oriental de la serpiente. Valencia arrancó un repertorio totalmente ecléctico, en parte herencia del simbolismo decimonónico y también con números muy basados en el imaginario de lo español y con una raíz más grecolatina al estilo de Duncan.

Por su parte, la afroamericana Josephine Baker rompió moldes con su sensual baile salvaje, en el que ironizaba con saltos enérgicos y contorsiones.

La conocida como reina del Charlestón o Venus de bronce epató al público madrileño en su visita a España en 1930 y llegó a ser un icono de la lucha por los derechos civiles en EE.UU. Baker ejerció de estrella del celuloide con su filme La sirena de los trópicos.

La selección de la muestra tiene un carácter “experimental” y aspira atrapar al espectador en el universo de la danza por medio de “estímulos visuales”.

En una sala en penumbra, reciben al visitante varios corsés y corpiños el Museo de Traje que reflejan “la liberación” para las bailarinas de una danza constreñida y fiel al canon de “prima ballerina” en puntas.

De nuevo, Isadora Duncan, emerge como iniciadora y rupturista. El vaivén de las olas de mar, que se aprecian en un audiovisual, y cerámicas griegas que ella contempló en el Museo Británico, cimentaron la inspiración de una mujer que trocó en leyenda al fallecer accidentalmente ahorcada cuando su fular se atascó en una de las ruedas del descapotable que conducía.

El aspecto simbólico también está encarnado en el mítico vestido Delfos de Fortuny, del que se exhibe una reproducción, y que lució la propia creadora y las mujeres más avanzadas de la época.

“La danza era un espectáculo que estaba profundamente arraigado en la sociedad, también queremos reivindicar que regrese a ese lugar porque de alguna manera se considera que es un espectáculo elitista pero todo lo contrario, tiene mucho que ver siempre con nuestro tiempo”, apunta María Santoya.

Fotografías, pinturas, cartelería y filmes engloban una selección en la que una bailarina de la Compañía Nacional de Danza ha reproducido en un video algunas de la técnicas más célebres de las coreógrafas [Mira la recreación en el siguiente video]

Recreación coreográfica de la técnica de la caída de Doris Humphrey ©FundacionTelefonica

La eclosión de las vanguardias en el arranque del siglo XX también originó propuestas como la de la germana Mary Wigman, que recorrió un paso más allá.

Influida por el expresionismo alemán, sitúa la expresión por encima de la forma y reivindica una danza total y sin ataduras basada en la percusión y las máscaras ceremoniales japonesas. En esta línea, en una instalación con pantallas, el público también puede interactuar con sus propios movimientos.

Otro apartado está dedicado a Doris Humphrey, perspicaz teórica de la danza que rompió la verticalidad del ballet y acuñó el término kinestesia para referirse a la conciencia asociada al movimiento humano.

“Humphrey experimentó con la idea del desequilibrio que se consideraba como un error, pero ella empezó a experimentar con la gravedad, como un cuerpo puede caerse y levantarse y también con la idea de grupo. Ella hacía bailar a grandes grupos sobre el escenario y era algo como muy democrático. Es decir, todos podemos bailar sobre el escenario y no hay diferencia entre los primeros bailarines y el resto del cuerpo de baile”, señala Ibis Albizu, asesora de la exposición, exbailarina y especialista en Teoría de la danza.

Cerrando la muestra también se erige la figura considerada como referente de la danza contemporánea: la estadounidense Martha Graham, cuya legendaria compañía ha cumplido 90 años de historia.

La bailarina modernista, valorada como la Picasso del baile por su afán renovador, creó un lenguaje único a través de la mítica “Técnica Graham”, aposentada en un profundo conocimiento del cuerpo humano, que huye del “baile decorativo” y bucea en la expresión pura de las emociones.

El método, que ha influido a grandes figuras de la danza a través del tiempo como Nureyev o Baryshnikov, desarrolla movimientos angulosos basados en la contracción y relajación, que alterna con caídas vertiginosas y giros radicales y localiza el centro del cuerpo en el plexo solar.

El discurso narrativo de esta creadora universal también tiene un fuerte compromiso político y social, en defensa de la mujer o antibelicista, fruto de los tiempos convulsos que le tocó vivir. Es el ejemplo de trabajos como la desgarradora Deep Song, en la que denunció el drama de la Guerra Civil española.

Martha Graham ideó 181 coreografías y fiel a su espíritu indomable, declaró en una de sus últimas entrevistas antes de fallecer a los 97 años su intención de seguir innovando:“Nunca pienso en las cosas que hice; solo en las cosas que quiero hacer, en las que todavía no he hecho”.