Bob Dylan reinterpreta su legado en una noche mágica en Madrid
- El Premio Nobel ofrece en Madrid el primero de un serie de tres conciertos
- Dylan ha interpretado pocos clásicos, reinventados en clave de blues y jazz
Bob Dylan es un inconformista. Un mito viviente del siglo XX, seguramente el músico vivo más influyente de la música rock -con permiso de sir Paul McCartney- que, a pesar de los logros cosechados, se empeña en no vivir de las rentas y en subirse cada noche al escenario dispuesto a reinterpretar su propio legado.
Así lo ha hecho este lunes en el primero de sus tres conciertos en el Auditorio Nacional de Música de Madrid y así lo lleva haciendo en las últimas décadas, inmerso en una gira interminable que ha vuelto a traerle a España: tras su concierto del sábado en Salamanca y su escala madrileña, Barcelona completará el jueves y el sábado esta minigira de seis conciertos.
Vestido de negro, con botines y cinturón blanco y moviéndose con ciertas dificultades, Bob Dylan ha salido puntual al escenario madrileño, acompañado de una banda impecable y en medio de un cuidado escenario iluminado por luces tenues, acordes al sonido de vieja escuela que ha predominado durante el recital.
Atrincherado tras un piano de cola y sin dirigirse al público -no lo hará en toda la noche- Dylan ha atacado el primer tema, "Things have changed", irreconocible por momentos. Y es que, como sucede en los últimos años, sobre el escenario el cantautor se dedica a reinventar su propio cancionero, acercándolo sin pudor al blues y el jazz, estilos en los que parece estar más interesado que en el folk de sus inicios o el rock que contribuyó a renovar en el tránsito entre los 60 y los 70.
Con la misma tónica ha interpretado "It ain´t me, babe", "Highway 61", que ha arrancado las primeras palmas entre los asistentes, y "Simply twist of fate".
Problemas con su micro
Tras estas concesiones a su pasado más glorioso, Bob Dylan ha ofrecido varios temas de su etapa más reciente, con momentos realmente emotivos como cuando en mitad de una "Summer days" con aires country ha salido airoso de los problemas técnicos de su micro, con el apoyo de una banda que se ajusta a la perfección a las exigencias de su líder.
Le han seguido "Make me feel my love", emotiva y jazzística, "Honest with me", "Trying to get to heaven" y una hermosa recreación de "Don't think twice, it's all right".
"Pay in blood" es la antesala de una desconcertante "Tangled up in blue" que resume lo que es Dylan hoy, capaz de retorcer uno de sus temas inmortales hasta cambiar por completo su escencia. Y, sin embargo, resultar hipnótico y arrebatador.
Músicos y políticos, entre el público
El público, consciente de que no todos los días se tiene la oportunidad de estar delante de un mito de la talla de Dylan, ha aplaudido con fervor cada una de las canciones del repertorio.
Entre los asistentes, el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, varios músicos (Santiago Auserón, Leiva, el pianista James Rhodes, Christina Rosenvinge), el director de cine David Trueba, la modelo Laura Ponte o el expresidente de Endesa Manuel Pizarro.
La intensidad del concierto ha subido notablemente con "Desolation row", una de las cumbres creativas de Dylan que alcanza nuevos matices en su reinterpretación.
"Spirit of the water", "Thunder of the mountain", "Why try to change me now" y "Love sick" han servido para cerrar el concierto tras una hora y media.
Despedida emotiva
Pero quedaban los bises. Primero "Blowin' in the wind", uno de esos temas inmortales que muchos de los asistentes ni siquiera han acertado a reconocer en la versión actual. Y para cerrar, "Ballad of a thin man", intensa y emocionante.
Prácticamente sin saludar al público, aunque con gestos de satisfaccion, Dylan se ha despedido de un entregado Auditorio Nacional, que ha prolongado su aplauso varios minutos con la vana esperanza de que el de Minnesota ofreciera un segundo bis.
Es cierto que Bob Dylan no está en plena forma, que su voz está lejos de su mejor momento y que su empeño por dejarse clásicos en el tintero -"Like a roling stone", "All along the watchtower" o "The times they are a-changin'", por citar solo algunos- o reinterpretarlos de forma obsesiva puede desconcertar al fan menos habitual del universo dylaniano.
Pero es de agradecer que, a sus 77 años, siga subiéndose casi cada noche al escenario y ofreciendo conciertos con la magia que ha desprendido esta noche en Madrid.