El 93% de las gallinas ponedoras viven enjauladas en España
- Esta cifra es mucho más baja en el resto de la UE (40%)
- La producción de huevos está en el punto de mira por el bienestar animal
- Como explotación intensiva, genera otros efectos negativos en la naturaleza
En los últimos años, la producción de huevos ha estado en el punto de mira por cuestiones de bienestar animal. Mientras que en la mayoría de los países europeos se incrementa el número de explotaciones con gallinas camperas, en España el 93% de las ponedoras sigue enjaulado. A esto se suman los efectos que la industria genera en el medioambiente. Un equipo de científicos españoles revela el coste medioambiental de la producción de huevos en una granja tipo en España.
La producción de huevos se ha incrementado en las últimas décadas y ha alcanzado un volumen de 68 millones de toneladas en todo el mundo. La principal razón es que los huevos de gallina suponen no solo una valiosa fuente de proteínas, sino también un recurso asequible a cualquier bolsillo.
“España es uno de los mayores productores con 1.260 granjas y una media de 67.700 gallinas cada una. “
En la actualidad, en la Unión Europea se producen unos siete millones de toneladas de huevos al año. España es uno de los mayores productores con 1.260 granjas y una media de 67.700 gallinas cada una. Junto con Francia, nuestro país representa cerca del 25% de la producción europea, según el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medioambiente.
Durante los últimos años, a pesar de que en Europa se ha incrementado el número de granjas con gallinas camperas, en España ha aumentado el número de animales alojados en jaulas. El 93% de las ponedoras viven enjauladas. En el resto de la UE la cifra es mucho más baja (40%) debido a una creciente preocupación por el bienestar animal.
Efectos negativos en la naturaleza
Además, la producción de huevos, como otras explotaciones intensivas, genera efectos negativos en la naturaleza, como la emisión de gases de efecto invernadero o la contaminación del suelo y del agua.
Pero no fue hasta la década de los 80 cuando las explotaciones ganaderas intensivas comenzaron a ser consideradas un problema medioambiental, y desde entonces pocos estudios se han centrado en el impacto de las granjas de gallinas ponedoras en el ecosistema.
Para determinar las implicaciones ambientales de la producción del huevo en Europa, un equipo de investigadores españoles ha tomado como modelo una granja avícola de explotación intensiva localizada en Asturias, con 55.000 gallinas ponedoras y una producción anual de más de 13 millones de huevos. Los resultados se publican en el Journal of Cleaner Production.
Los científicos de la Universidad de Oviedo analizaron el efecto de la producción intensiva de huevos sobre 18 categorías ambientales, entre las que se encuentran el agotamiento del ozono, el cambio climático, la acidificación terrestre, la toxicidad humana y la ocupación del terreno, entre otras.
“Las más afectadas han sido la transformación de la tierra natural y las ecotoxicidades del agua y de la tierra”, revela a Sinc Amanda Laca, investigadora del departamento de Ingeniería Química y Tecnología del Medio Ambiente de la Universidad de Oviedo.
El mayor impacto, la producción del pienso
El análisis demuestra que los mayores impactos en 16 de las categorías analizadas se derivan de la producción del pienso suministrado a las gallinas ponedoras. “La elección de los ingredientes que constituyen el pienso es un factor clave”, subraya la investigadora, para quien es importante que se empleen ingredientes cuyo cultivo se realice de manera respetuosa con el medioambiente.
Otro factor que genera importantes efectos nocivos es el reemplazo de las gallinas de ‘desvieje’ por nuevas ponedoras. “Un incremento en la vida útil de las ponedoras contribuiría a reducir los impactos derivados, si bien este factor debe ser tratado conjuntamente con aspectos económicos y productivos”, recalca Adriana Laca, profesora titular de la Universidad de Oviedo. Al medioambiente también le perjudican los efectos asociados a la fabricación de materiales utilizados en el empaquetado de los huevos.
Sin embargo, el transporte solo representa un efecto destacable sobre la categoría de agotamiento del ozono. Además, las emisiones de metano, amoniaco y óxido nitroso, y el consumo eléctrico, de agua y productos de limpieza apenas contribuyen en el total de los impactos generados.
Huella de carbono
Los científicos obtuvieron una huella de carbono por docena de huevos de 2,7 kg de CO2 equivalente, “un valor similar al de otros alimentos básicos de origen animal como la leche y muy inferior al de carne de ternera, cerdo o cordero”, destaca Laca.
En cuanto a las actividades que reducen los impactos negativos, “es importante destacar el efecto beneficioso que ejerce sobre el medioambiente el reciclaje de los residuos, así como el empleo de las gallinas de ‘desvieje’ como carne de ave de corral para consumo humano”, concluye la investigadora.