El espíritu libre de Rembrandt en 36 grabados inéditos
- El Lázaro Galdiano presenta una muestra de estampas del genio holandés
- Son joyas no exhibidas que reflejan la maestría técnica del artista del siglo XVII
“Solo tengo tres maestros. Rembrandt, Velázquez y la naturaleza”. La frase fue pronunciada por Goya y demuestra la admiración del pintor por los grabados del genio holandés, que fueron para él fuente de estudio e inspiración.
La devoción de numerosos artistas por la obra gráfica de Rembrandt van Rijn (1606-1669) se ha extendido a través de los siglos, aunque la celebridad de sus pinturas ha eclipsado esta sobresaliente faceta que ahora recupera el Museo Lázaro Galdiano de Madrid (Hasta el 3 de junio).
El museo ha rescatado de sus fondos 36 estampas inéditas de Rembrandt, que nunca antes se han exhibido o prestado, aunque existen otras impresiones de las mismas en diferentes instituciones mundiales, entre ellas, la Biblioteca Nacional que posee una nutrida colección aunque no existe mucha obra del autor en nuestro país.
El maestro neerlandés del Barroco tenía una curiosa forma de trabajar. Retocaba las planchas de grabado una y otra vez, bien por razones estéticas o comerciales, en un proceso inacabado que daba lugar a diferentes versiones de unas láminas que alcanzaron un inmenso éxito de ventas en la época.
“El retrato en grabado no era tan habitual y él era un genio. A todos les gustaba verse retratados en un tipo de formato manejable por su pequeño tamaño del que se pueden hacer ediciones. Eran una especie de fotografías de las que se formaban colecciones”, explica Carmen Espinosa, comisaria de la exposición y conservadora-jefe del Museo.
Reimpresiones a través del tiempo
Rembrandt se convirtió en una figura muy influyente en la sociedad holandesa y amasó una fortuna. Prueba de esta bonanza es uno de los autorretratos que aparecen en la muestra, a los que era muy aficionado ya que se plasmó en más de treinta ocasiones.
En el aguafuerte, el artista aparece ataviado con la riqueza de un noble. El creador mira desafiante y seguro de sí mismo al espectador mientras dibuja en su hogar [Ver imagen completa en la fotogaleria].
El pintor siempre fue un “espíritu libre” y se sumió en una forma de vida por encima de sus posibilidades con un coleccionismo frenético, que le condujo a una suerte de “autodestrucción artística”, en palabras de la comisaria.
Dilapidó sus riquezas a buen ritmo y se vio obligado a vender su taller y todas sus estampas para esquivar la ruina. Una obra gráfica que cayó en manos de otros grabadores, principalmente franceses, y que engloba 300 láminas.
“Y a partir de ahí, como eran muy famosas las estampas todos los que poseen las planchas se dedican a imprimirlas. Empieza una reimpresión de reimpresión por lo que fue famoso en el siglo XVII, lo siguió siendo en el XVIII, en el XIX, en el XX y en el XXI”, añade Carmen Espinosa.
Estas joyas atesoradas por el coleccionista navarro Lázaro Galdiano, posiblemente adquiridas en París, contienen la genialidad de un artista atemporal. Rembrandt supo anticiparse a la modernidad e introdujo la temática social en sus obras, plasmando a los pobres y desahuciados, y perfilando hábiles “retratos psicológicos” de sus modelos en una inmersión más allá de los rasgos físicos.
La verdadera “revolución” llegó, no obstante, con su reinvención de la iconografía de las escenas bíblicas a las que dotó de “humanidad” y elementos de la vida cotidiana. Una interpretación libre de la composición que rompió esquemas.
“En las temáticas religiosas cuesta verlas a no ser por el título. Por ejemplo, en El buen samaritano puede ser una escena de taberna con un perro en primer plano o en La Sagrada Familia, con ese gato que ronronea al lado de la Virgen, que si no llega a ser por el halo que tiene en la cabeza podría ser cualquier madre con su niño sentada en un estrado a la española”, aclara la experta.
En numerosas ocasiones, Rembrandt utiliza los grabados como ensayos previos de sus futuras pinturas. Las láminas arrojan la evolución en su prodigioso manejo de la luz y la sombra, que envuelve las siluetas con detalles que emergen ante nuestros ojos.
Un torrente creativo del que bebió Picasso en sus creaciones. El malagueño se inspiró en el sabor contemporáneo de la estampa El artista y la modelo de Rembrandt, de la que se puede disfrutar en la exposición, en unos trazos fácilmente reconocibles impresos ya para siempre en la Historia del Arte.