Pedro Pablo Rubens, el gran impulsor del boceto pintado
- El Museo del Prado exhibe 73 bocetos del genio flamenco
- Rubens popularizó el boceto pintado al óleo como preparación de sus obras
- El pintor los mostraba a sus clientes o los usaba para ensayar sus ideas
La práctica de realizar bocetos preparatorios al óleo arrancó en Italia en el siglo XVI, pero se pintaban en contadas ocasiones y casi siempre los artistas recurrían al dibujo para este fin.
Hasta la vuelta de tuerca impresa por Pedro Pablo Rubens (1577- 1640) a estos trabajos previos. El pintor flamenco amplió esta herramienta y la incluyó sistemáticamente en la creación, en plena eclosión pictórica en Europa con los artistas en búsqueda de nuevos inventos. Una innovación que llevó a Rubens a crear casi 500 bocetos pintados.
“Es un cuadro en preparación para otro pero es un cuadro, no un dibujo. Está pintado en un soporte permanente y está pintado al óleo, en vez de estar dibujado sobre papel y ser algo desechable. Un producto que antes no se conocía y al que se le da nombre después”, señala Alejandro Vergara, jefe de conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo del Prado.
La pinacoteca madrileña en colaboración con el Museo holandés Bojmans Vab Beuningen se sumerge en la faceta de Rubens como bocetista, con una exposición que reúne 73 obras procedentes de instituciones mundiales, a las que El Prado ha aportado sus ricos fondos con dibujos, estampas y cuadros finalizados que suman contexto.
Una propuesta que permite acercar al visitante a la forma de trabajo del genio. Según su finalidad, se trata de obras muy abocetadas o bien muy acabadas, las hay de formato gigantesco o diminutas, pero asoman su carácter de ensayo, al fin y al cabo.
En comparación al resto de su producción pictórica son cuadros menos pulidos, con la capa de pintura más delgada y donde a menudo se aprecia la imprimación. Rubens optó por esta técnica como recurso imprescindible a lo largo de su trayectoria.
Prueba de ello es que en 1636, Felipe IV le encargó a un pintor ya mayor más de setenta escenas mitológicas para un pabellón de caza a las afueras de Madrid. Y el pintor diseñó todas en pequeños bocetos de lienzos al óleo. Un trabajo minucioso y detallista.
Bocetos multifunción
Los bocetos son multifunción y fueron usados como una suerte de herramienta de “marketing": Rubens los enseña a sus clientes como previa del cuadro definitivo, en ellos ensaya sus ideas y composiciones o se los muestra a los ayudantes de su taller para guiarles en la elaboración de tapices o grabados para terceros. O las tres cosas juntas.
Aunque los tratados de Historia de Arte de la época no mencionan su valor, según señalan desde El Prado, sí se sabe que eran muy apreciados en el mercado de la alta cultura y por el propio autor, que ya era una celebridad.
En 1620 creó un trabajo para la iglesia de los Jesuitas de Amberes. En el contrato para el proyecto se dio a elegir a Rubens entre entregar los bocetos preparatorios o pintar otro cuadro. Y él se inclinó por lo segundo.
En cualquier caso, el artista volcó su alma creativa en la pintura de sus singulares bocetos. En los que derrama su energía desbordante y el carácter de experiencia vivida santo y seña de su arte.
“Es un pintor muy trascendentalista con esos escorzos tan exagerados. Es la sensación de que él oye y nos trasmite verdades profundas. Es un pintor que te pone en actitud metafísica de reflexión y de contemplación. Cualidades de la pintura clásica que hereda y tiene capacidad con su pincel de animar eso y hacerlo sentirlo a nosotros como espectadores”, concluye Alejandro Vergara, que también es uno de los comisarios de la muestra que se puede visitar hasta agosto.