'Dos coronas', la película sobre Maximiliano Kolbe, el mártir de Auschwitz
- Se estrena la cinta sobre el santo católico que murió en el campo de concentración
- Karol Wojtyla siempre le agradeció su vocación sacerdotal que le llevó a ser papa
La Iglesia católica lo proclamó santo y mártir sin necesidad de probar un solo milagro. Un caso singular, como todo en la vida del franciscano Maximiliano Kolbe, como demuestra la película Dos Coronas que llega a nuestros cines el día 18 de mayo, después de su presentación en Cannes y su estreno en Polonia en el otoño de 2017. Dos años de rodaje, con exteriores en Polonia, Japón e Italia, han permitido recrear la vida de este polaco universal.
La película pudo verla en Roma Francisco, el último Papa que ha visitado el campo de concentración de Auschwitz, rezando en silencio durante seis interminables minutos en ese búnker de la muerte, donde murió el Padre Kolbe. Otro polaco, llamado Karol Wojtyla, siempre agradeció al padre Kolbe su vocación sacerdotal. Gracias a Kolbe aquel joven llegó a ser el papa que le hizo santo en 1982, proclamándolo mártir de la caridad. La Iglesia católica los venera como santos.
Dos coronas, el título de la película, se refiere a un hecho ocurrido a Kolbe, siendo muy niño y que contó a su madre: "Mamá, pedí mucho a la Virgen que me dijera lo que sería de mí... Entonces se me apareció la Virgen, teniendo en las manos dos coronas: una blanca y otra roja… La blanca significaba que perseveraría en la pureza y la roja que sería mártir. Ane el asombro de su madre, el niño no lo dudó. Contesté que las aceptaba las dos".
Una premonición del martirio que tendría lugar treinta y cinco años después, aunque para entonces ya había lanzado al mundo su milicia de hombres entregados a María y dispuestos a recibir, como él, esas dos coronas.
Soñó con viajar al espacio
Aquel gesto de Auschwitz no fue un hecho aislado y casual. La película nos descubre la trayectoria vital de Maximiliano Kolbe, iluminando muchos aspectos desconocidos de su vida, viajando a los lugares donde vivió y entrevistando a las personas que le conocieron.
En Roma, mientras estudiaba teología, soñaba ya con los viajes espaciales, dibujando naves y cohetes muy similares a las actuales. Viajar a las estrellas era su sueño de pequeño. Todo es posible -decía de pequeño- si ponemos el corazón. Una frase que aparece en la película, y que nos puede ayudar en nuestro mundo tan tecnificado y deshumanizado.
Un convento-ciudad con 779 frailes
Dos coronas nos sorprende con una vieja película en la que vemos a Maximiliano en su convento-ciudad en Niepokalanów, a 40 km de Varsovia. Llegó a tener 779 frailes, en 1939, todos a los órdenes de Maximiliano, que demostró otra faceta sorprendente. Su carácter de emprendedor. En Polonia le consideran ya el patrono de las startups de nuestros días.
Kolbe organizó en su ciudad de la Inmaculada un cuerpo de bomberos, inauguró una emisora y hasta fundó una editorial. Fue también periodista infatigable sin título alguno y director de una revista, que llegó a tener una tirada de 3 millones de ejemplares. Incluía artículos religiosos, pero también anunciaba los últimos descubrimientos y avances científicos.
Una publicación que llegaba a todos los rincones de Polonia, y que los nazis quisieron silenciar, deteniendo a Maximiliano Kolbe. Todo nos parece sorprendente en un hombre que vivía con un solo pulmón, y tenía muy dañado el segundo. Murió con apenas 50 años. No pudo realizar su gran sueño: una emisora de televisión católica, que hizo realidad años después la Madre Angélica.
La bola de fuego
En los años 30 se ofreció voluntario para viajar a Japón. No tenía dinero y por supuesto no sabía japonés. En Nagasaki fundó otra ciudad-conventual, con otra publicación en japonés, destinada a divulgar su fe en la Inmaculada.
Le ofrecieron un terreno bien situado en el centro de Nagasaki, que Maximiliano rechazó. Sólo alegó un motivo. Una gran bola de fuego -afirmó- arrasará la ciudad. Palabras que debieron ocasionar una gran sorpresa entre sus interlocutores.
Nadie podía sospechar que 15 años después de aquellas palabras misteriosas serían una triste realidad. La ciudad de Nagasaki quedará completamente arrasada en 1945 por la bomba atómica. Solo se salvó el convento del padre Kolbe, construida cerca de Nagasaki, en camposanto de mártires cristianos japoneses, pero en un lugar seguro de aquella bola de fuego. El convento, que hoy puede visitarse, tiene su gruta de Lourdes, que fue el lugar más cerca de España que el padre Kolbe visitó.
Mártir de Auschwitz
Popularmente ha sido más conocido por ser el mártir del infierno de Auschwitz. Era el preso número 16.670, que quiso ocupar el lugar del sargento Franciszek Gajowniczek, casado y con dos hijos, condenado a morir en el búnker de la muerte en represalia por la huida de un preso. El comandante del campo aceptó el cambio, una escena que ya recreó Krzysztof Zanussi en otra película sobre Kolbe estrenada en el año 1991.
Ahora sabemos otro dato más referido aquel campo de exterminio. Los internos de Auschwitz pasaban por el búnker, donde murió Kolbe, por hambre y sed, y se descubrían al unísono en señal de respeto y admiración. Su gesto heroico no pasó desapercibido en ese campo de exterminio, donde murieron más de 3 millones de personas
Kazimierz Piechowski es uno de los pocos supervivientes vivos de aquel infierno. Conoció a Maximiliano Kolbe en ese campo de la muerte, que había convertido en su particular parroquia. Decía misa de forma clandestina, confesaba y daba ánimo y consuelo. Kolbe fue destinado a la enfermería nada más llegar.
Piechowski fue una de las pocas personas que le vio todavía vivo. Kazimierz todavía recuerda la mirada profunda y penetrante de Maximiliano, oculta tras sus gafas. "Me puso la mano en el hombro, y me dijo: Esperanza, sólo hay esperanza…". Hoy, este superviviente sigue recordando esas palabras.
El odio que destruye
Kolbe es considerado por la Iglesia Católica el San Francisco de Asís de nuestros días. Vivió su carisma hasta identificarse con él. Los que le conocieron recuerdan cómo repetía sin cesar, sobre todo cuando llegaba el desánimo o la dificultad: "El amor construye, el odio destruye". Unas palabras que interpelen a un mundo tan violento como el nuestro, donde la vida cada vez vale menos.
El actor Adam Woronowicz, que interpretó al beato mártir Jerzy Popiełuszko en La libertad está en nosotros (2009, estrenada en España en 2012) se ha puesto esta vez en la piel de San Maximiliano Kolbe, sin duda su papel más duro, pero más gratificante de su vida. El momento más difícil del rodaje llegó con las escenas del búnker de la muerte, cuando Maximiliamo confortaba a otros condenados en un espacio infernal.
Una celda muy baja y pequeña, de apenas cinco metros cuadrados y dos metros de alto, con una sola ventanita cerrada con rejas. El suelo era de cemento. En una esquina habían depositado un cubo para los excrementos. Allí diez hombres hacinados murieron de hambre y sed. Kolbe pasó 14 días de agonía, que terminaron con una inyección mortal. Tras su muerte el búnker fue cerrado.
La escena final se realizó con un gran realismo, tal como sucedió, con todos los condenados a morir de hambre y sed, desnudos. Los nazis querían así humillarles, privándoles de su dignidad. Nos confiesa Adam, que todos, técnicos y actores, lloraron en ese escenade la lenta ejecución.
"Sentimos el misterio, que estaba por encima de nosotros. Ahí estaba pasando algo que nos conectaba con Dios. Es la misma sensación que sintió el Papa Francisco, cuando visitó Auschwitz y quiso permanecer a solas en ese búnker de la muerte. Tocó también ese misterio de Dios, que es más poderoso que el odio, y que sobrepone sin duda a la muerte".