Tom Wolfe, el elegante transgresor del periodismo estadounidense
- La sátira que diseccionó la realidad estadounidense fue su sello
- "Me considero un periodista que ha escrito algunas novelas", aseguraba
- Muere Tom Wolfe, el creador del Nuevo Periodismo
Con una cultivada imagen de dandi y sin ocultar su vanidad, Tom Wolfe se convirtió en un transgresor y partícipe de una corriente que revolucionó el periodismo en Estados Unidos con historias llenas de sátira y temas para muchos vedados.
Thomas Kennerly Wolfe Jr., su verdadero nombre, nació en Richmond, Virginia, en 1931, pero con los años se convirtió en un enamorado de Nueva York, donde ha muerto a la edad de 87 años. Wolfe, que abandonó su aspiración de ser jugador de béisbol al no ser aceptado por los New York Giants, supo leer su generación, que incluyó plumas como la de Truman Capote, Gay Talese o Hunter S. Thompson, y bautizó sus creaciones como Nuevo Periodismo, dándole nombre a un género que mezcló el periodismo y la literatura.
Esta nueva tendencia, que se consolidó partir de 1973, remozó el periodismo estadounidense hasta entonces acostumbrado al pragmatismo de Harold Lasswel para dar paso a relatos de hechos escena a escena en lugar de la narración histórica, insertando diálogos auténticos y 'detalles de categoría social', tales como descripciones sobre comportamientos o formas de hablar o vestir.
Disección de la sociedad estadounidense
Pero la sátira que diseccionó la realidad estadounidense fue el sello de Wolfe, que se estrenó como escritor con La hoguera de las vanidades, publicada en el otoño de 1987 y en la cual retrata la historia de un vendedor de bonos que se adentra con un Mercedes deportivo en el sur del Bronx.
“He sido un periodista, y todavía me considero un periodista que ha escrito algunas novelas. “
"He sido un periodista, y todavía me considero un periodista que ha escrito algunas novelas", aseguró el mismo Wolfe en una entrevista que concedió en 2013 al diario español ABC. Por aquel entonces, el motivo de la charla era la publicación de su novela, Bloody Miami, en la también que hace un cruda descripción de esa ciudad que consideró "una mezcla de culturas en la que nada se mezcla".
El hijo de Thomas Kennerly Wolfe, un científico agrario que editaba la publicación Souther Planter, y de la paisajista Louise Agnew se licenció en literatura y periodismo en Universidad de Washington & Lee y cursó un doctorado en Estudios Americanos en la Universidad de Yale.
Su carrera la inició en el diario Union de Springfield (Massachusetts) y en 1962 como reportero todoterreno para Esquire, Washington Post y The New York Herald Tribune, si bien su tentativa de ensayo de nuevos formatos de periodismo le llevó a pilotar una actitud experimental en el suplemento del último.
"Mi única misión es descubrir", aseguró en otra entrevista con El País, de España, en 2005 y que concedió en su apartamento neoyorquino trajeado de blanco inmaculado con una camisa azul, corbata blanca con lunares azul oscuro y zapatos blancos y negros.
Estados Unidos, un "país muy raro"
Para Wolfe -quien confesó haber terminado de escribir su novela Soy Charlotte Simmons (2004) a mano-, Estados Unidos era un "país muy raro", e incluso admitió que no entendía todo lo que pasaba y de ahí su interés de "salir por ahí, hablar con gente" y "tratar de entender lo que hace".
Y de ese encuentro con la gente logró narrar el Estados Unidos alejado de Hollywood. Con Las décadas púrpuras (1985) definió los años ochenta como la expresión de las ambiciones, mientras que su novela Todo un hombre, publicada en noviembre de 1998, fue recibida como un acontecimiento literario.
Otras obras suyas son La banda de la casa de la bomba, La palabra pintada -en la que ironiza acerca del mundo actual del arte-, La gran caza del tiburón, El Nuevo Periodismo, El coqueto aerodinámico rocanrol color caramelo de ron, En nuestro tiempo, Los años del desmadre o Elegidos para la gloria.
Un archivo de 10.000 cartas y borradores originales
Wolfe, a quien sobreviven su esposa, Sheila, y sus hijos Alexandra y Tommy, parte dejando su archivo, que incluye 10.000 cartas y borradores originales, en manos de la Biblioteca Pública de Nueva York (NYPL) que lo adquirió en 2013 por unos 2,15 millones de dólares y que hoy más que nunca se convertirá en motivo de consulta para los amantes de las letras.