Terry Gilliam: "El humor está siendo amenazado"
- El director estrena su esperada El hombre que mató a Don Quijote
- Una libérrima traslación del espíritu de la obra de Cervantes
- Protagonizada por Jonathan Pryce y Adam Driver
- Participada por RTVE, llega a las salas el 1 de junio
Terry Gilliam (Minneapolis, 1940) era el único de los Monty Python cuyas locas ideas animadas no necesitaban ser sometidas a votación por sus compañeros. Y su espíritu libérrimo permanece en sus doce películas llenas de caos y delirio visual.
El hombre que mató a Don Quijote lleva en su cabeza desde hace 30 años. Tras algún fracaso épico y muchas dificultades de financiación, su visión de un director de cine (Adam Driver) que rueda en España y se pierde en el umbral de la realidad y fantasía acompañado de un actor que se cree Quijote (Jonathan Pryce), ve la luz tras cerrar el pasado Festival de Cannes.
Gilliam se ríe de sus propias respuestas, bromea con todo tipo de muecas, es feliz sin proyectos a la vista, y alerta sobre el puritanismo de una era de ofensa fácil. “Odio las redes sociales por eso. Aunque por supuesto tengo mis cuentas personales”, reconoce entre carcajadas.
PREGUNTA.: Toby (Adam Driver), el director protagonista de El hombre que mató a Don Quijote, realiza en su juventud una película sobre Don Quijote que fue un fracaso comercial. ¿Es un reflejo de tu propia experiencia con el rodaje inacabado del año 2000
RESPUESTA.: No exactamente, es un poco más sobre los peligros de hacer una película. La historia de Toby es que tiene mucho talento. Hizo un corto muy bonito y acabó rodando anuncios, que es la corrupción de la experiencia del artista. Y entonces es castigado por ello (estalla en risas).
P.: ¿Cuáles son esos peligros del cine?
R.: Las películas cambian la vida de la gente. Ves las películas de Marvel y piensas que eres la leche, que puedes hacer lo que quieras. Te crees esas chorradas. Es increíble cómo cambian a la gente. Cogimos la idea de un pueblo al que llegan a rodar y les pidena sus habitantes que sean actores en una película. Y cambian su vida, porque les dan una esperanza y un sueño. Y algunos de esos sueños son un desastre. Por eso son importantes.
Las películas son, de algún modo, como las novelas de caballería y los romances que Don Quijote lee y de las que Cervantes escribe. Eso es lo que las películas nos hacen: pensar que el mundo es precioso, grande, poderoso. Nos hace creer que somos guays o fuertes. Nos cambian la mentalidad, nos sacan de nuestra realidad en la que vivimos.
P.: Llegamos a tu gran obsesión: los límites entre realidad y fantasía.
R.: Creo que de eso trata de la vida. Si no tienes imaginación ni ningún sentido de la fantasía simplemente te vas a trabajar cada mañana y haces tu trabajo. Pero no sacas nada: te conviertes en un dron. Con los sueños, la gente sigue adelante. Así es como los españoles cambiaron Latinoamérica. Tenían sueño, creían en algo. Y quizá la liaron parda (ríe). Los sueños y la imaginación no son necesariamente buenos. Hitler tenía sueños e imaginación. Eran muy malos.
P.: Entonces, ¿necesitamos o no más ‘Quijotes’ en este mundo?
R.: Creo que Quijote tiene un punto de inocencia. Sus sueños y fantasías son buenos. Comparados con los otros, sus ideales son heroicos y románticos. Así que sí, me gustaría que hubiera más 'Quijotes'.
P.: ¿Cuáles fueron las películas que te cambiaron a ti?
R.: Te voy a decir exactamente algunas de ellas: El ladrón de Bagdad (1940), de Michael Powell. De pequeño me despertaba con pesadillas en las que estaba atrapado en una tela de araña. La película se quedó conmigo. Y la que realmente me cambió y me hizo querer realizar películas fue Senderos de Gloria (1957), de Stanley Kubrick. Con 14 años fui a una sesión matutina de sábado, recuerdo que todos los niños estaban corriendo por la sala. Trataba de algo importante: la injusticia, la guerra. Y me transformó. Me enseño que el cine podía ser más que entretenimiento y te podía hacer pensar.
P.: Cervantes tenía un gran sentido del humor, lo que supongo que te interesaba. ¿Te preocupa que se hable tanto de los límites del humor e incluso de la libertad de expresión?
R.: Es deseable que la gente sea amable los unos con los otros, pero no hay que ser siempre correcto. Hay que poder ofender a la gente, poder reírte de las cosas. El humor está siendo amenazado. Realmente lo pienso. Y eso es muy negativo, porque el humor te hace pensar, jugar con el mundo, darle la vuelta a las cosas. La idea de que todo sea igual es aburrida. Quiero diferencias, quiero que la gente se comporte de manera diferente a la que yo me comporto. Lo correcto es que la gente quiera vivir junta pero no tenemos que ser iguales, tenemos que ser diferentes. Es lo que hace la vida interesante. Y la libertad de expresión es lo más importante para mí.
P.: En El hombre que mató a Don Quijote hay una inmersión no solo en la esencia de la obra, sino en la cultura española. ¿Te resultó difícil?
R.: La película es romántica, muy divertida… Ya no sé de qué trata la película (ríe). Es una cosa muy grande, llena de ideas, de aventuras que se suceden. Pero lo que me gusta es que es muy sorprendente de ver porque nunca va por el camino recto. Y es lo que hacía Cervantes: nunca va en línea recta, te va llevando por sitios distintos.
La película habla del orgullo y del castigo también. Es muy española. El arte español es siempre muy violento: hasta los crucifijos son muy desgarradores. España tiene algo que es muy físico y espiritual al mismo a la vez y eso se ve en la película.
P.: Después de todas las dificultades que has pasado, queda un regusto optimista en la película
R.: Creo que sí, hay una nueva relación entre un hombre y una mujer (estalla en carcajadas). No sé si optimista, pero es positiva sobre el futuro. No conozco las respuestas de ese futuro pero hay un gran, agradable y nuevo futuro al que ir.