Jane Birkin pone el toque de elegancia y distinción al Primavera Sound
- La cantante inglesa ha acudido a Barcelona para homenajear a Serge Gainsbourg
- Este año, incremento considerable el número de mujeres sobre los escenarios
En un festival donde reinan las guitarras eléctricas desde hace casi dos décadas y últimamente gana espacio el bombardeo energético del hip hop, la presencia de Jane Birkin este sábado, 2 de junio de 2018, en el Primavera Sound ha sido un bálsamo y un toque elegancia.
La cantante inglesa, de 71 años, que tras cincuenta en Francia ya habla inglés con acento francés, ha acudido a Barcelona acompañada de la Orquestra Simfònica del Vallès para rendir homenaje a Serge Gainsbourg, el hombre con el que compartió doce años de su vida y que le dio "lo mejor de él".
Así lo ha dicho este sábado durante el concierto que ha empezado con "L'Anamour" y ha continuado con "Lost Song", antes de atacar uno de sus temas más populares: "Baby Alone in Babylone", cuyo tono solemne se ha visto empañado por problemas de sonido, que no se han vuelto a repetir en todo el concierto.
Con americana y pantalón negros y camisa blanca, Birkin ha desbordado elegancia y simpatía, sonriendo generosamente al público y llamándolo "¡guapa!", como tantas veces la han llamado a ella.
Los temas del disco Birkin/Gainsbourg: le Symphonique, en el que reúne algunas de las canciones más aclamadas del famosos compositor francés, se han ido sucediendo, maravillosamente interpretadas por Birkin, la Orquestra Simfònica del Vallès, dirigida por James Ross, y el pianista Nobuyuki Nakajima, autor de los arreglos.
Este año, incremento considerable del número de mujeres sobre los escenarios
Dejándose transportar por la fuerza de la orquesta en los pasajes más épicos o por los violines en los momentos más melancólicos, el público ha disfrutado de un concierto emotivo y pausado.
Birkin, con su voz frágil, siempre a punto de romperse, ha viajado por "Fuir Le Bonheur De Peur Qu'll Ne Se Sauve", "Requiem Por Un Con", "Une Chose Entre Autres", "Amours des feintes" y "Manon", hasta llegar al final del concierto con el corazón en un puño.
La intérprete se ha despedido con lágrimas en los ojos, en el mismo escenario que ha ocupado un rato antes otra veterana amante de las letras explícitas, Christina Rosenvinge, que ha hecho gala de tablas desde la primera a la última canción.
Con la seguridad que dan los años, la cantautora se ha prodigado por todo el escenario: lo mismo tocaba el teclado, que se tumbaba en el suelo o provocaba a la cámara con los temas de su último trabajo, Un hombre rubio.
Todo ello en un festival que este año ha incrementado considerablemente el número de mujeres sobre los escenarios, especialmente en los dos más grandes, según han dicho este sábado lo organizadores