La magia de lo cotidiano devuelve la sonrisa al Aquarius: así es la vida a bordo
- La normalidad y el descanso se han instalado en el barco en su viaje a Valencia
- Los migrantes van asentándose con música y juegos para dejar atrás la angustia
- La meteorología no acompaña pero sí el destino: un puerto seguro
"¿Has visto, tío? ¡Has salido en la tele!", le dice un socorrista a otro mientras desayunamos en el Aquarius. Esta conversación trivial denota cómo han cambiado las cosas en un sólo día.
Durante los días que estuvimos parados, el silencio con las noticias que llegaban era sepulcral. "No creí jamás que el Aquarius pudiera empañar a Donald Trump", dice otro componente de la tripulación de origen estadounidense al comprobar el orden de las noticias. Risas.
Saberse en dirección a puerto seguro ha marcado un antes y un después aquí. La normalidad, dentro de lo extraordinaria que es la situación, va encontrando su sitio.
Abrazos, sonrisas y descanso
Después de varios días sin dormir, hoy los habitantes de nuestra casa flotante por unos días han amanecido tarde salvo algunas excepciones. Bien es cierto que anoche la mayoría trasnochó. Por fin, después de muchos días, la gente iba encontrando espacios para la intimidad y los aprovechaba. Una chica le arreglaba las trenzas a otra, una tercera hacía la colada y mientras, una pareja dormía abrazada por primera vez en días.
Abrazos. Hoy se han visto muchos abrazos aquí. En el Aquarius se han quedado los niños y también las familias. Un padre juega con sus pequeños como si en vez de en la cubierta del barco estuvieran en el parque de su pueblo. Los trabajadores humanitarios también dan calor. Lo hacían antes, pero ahora tienen más tiempo y menos gente que atender.
Música que deja atrás la angustia
Tras desperezarse ha llegado la hora del desayuno. Pan, croissant, nectarina y té. Una chica nigeriana colabora en el reparto. Aoife, cuando ya tienen todo el alimento, les entrega un cepillo de dientes y pasta dentífrica. Lo agarran fuerte y no lo sueltan. Como si fuera un auténtico tesoro. La alegría que dan las pequeñas cosas cuando hace mucho que no se tienen y se valoran.
Acto seguido, el aseo. Una ducha móvil servirá primero a los hombres y después a las mujeres y niños. El agua está caliente. Se lo toman con mucha calma. Frotan, refrotan, disfrutan.
Hace muchos días que no tenían ocasión de recrearse en algo tan básico como la ropa limpia y zapatos nuevos. La cotidianeidad conquista el Aquarius. Atrás quedan esos días en que todo el mundo corría por los pasillos, en que los mensajes de radio no paraban de sonar.
Incidencias, emergencias, necesidades a cubrir en todas partes. Hoy, ese sonido, ha dado paso a la música. Suena en la clínica. Enlatada. Suena fuera, en directo. Un grupo de chavales canta mientras otros muchos yacen tumbados en el suelo. Dicen que están mareados.
Meteorología adversa en el viaje
Es normal, la mar está muy picada. Y parece que irá a peor. Mañana se esperan olas de hasta cuatro metros y viajamos con el viento en contra. La climatología juega en nuestra contra pero el tiempo juega a nuestro favor porque cada segundo que pasa estamos más cerca de un puerto seguro para desembarcar.
"Escuchad, chicas. El mar se mueve mucho y a nosotros lo que más nos preocupa es vuestra seguridad. De modo que si los niños salen al exterior tienen que estar siempre acompañados", advierte Aoife en inglés y traducen por detrás al francés.
Es importante que todo el mundo tenga claro cuáles son las pautas de comportamiento para moverse en un barco. Todas asienten con la cabeza. Los mismo les han contado a los hombres que ahora están fuera, en una zona cubierta con toldos y caldeada con unos calefactores.
Una fina lluvia comienza a caer cuando nos acercamos a Sicilia. Las toallas tendidas en cuerdas repartidas por toda la cubierta van a mojarse. Alguien piensa en retirarlas pero la lluvia cesa. Hasta en eso la presión se ha aflojado.
Y al llegar... ¿Paela?
Después de muchos días sin ver tierra, a lo lejos, en el horizonte, hemos visto la silueta de la ciudad siciliana de Mazalla de Vallo. Nos hemos parado durante aproximadamente una hora para que los servicios de guardacostas italianos nos aprovisionaran de alimentos que permitan una dieta completa porque los víveres que trajeron ayer resultaban insuficientes.
Pan, nectarinas, naranjas, barritas energéticas y cereales han llegado hasta este buque humanitario, que ya tiene abastecimiento suficiente para llegar hasta nuestra próxima parada: Valencia.
El calor intensísimo de estos días llevaba a algunos a mareos. Los cooperantes repartían agua y protector solar. El tiempo ambiental hoy también da tregua. "¿Cómo hace en Valencia?", me pregunta uno de los enfermeros. "¿Temperatura de verano o de invierno?", continúa.
De primavera-verano, respondo. "¡Ah, muy bien!". Le propongo que vayamos a comer una paella. "¿Paela? Hace unos días hubo paela para comer", dice, con las dificultades que supone la pronunciación para la mayoría de los extranjeros. "'No la ví", respondo, pensando que sería seguramente 'arroz con cosas', "pero es el plato típico de Valencia y seguro que te gusta", le aseguro.
Pienso que llevávamos días con un déficit de sueño y hambre de casi el 100% y que en este momento estamos hablando de lo que comeremos dentro de cuatro días. Definitivamente, la normalidad, ha llegado al Aquarius con un destino: el origen de la nueva vida de estas 629 personas.