México, cuando el hartazgo puede más que el miedo
- Si las encuestas no se equivocan, el próximo presidente será Andrés Manuel López Obrador
- Ha sabido capitalizar el rechazo de los mexicanos a los grandes partidos por la violencia y la corrupción
Si las encuestas no se equivocan, México tendrá un presidente que no pertenezca al Partido Revolucionario Institucional (PRI) o al Partido de Acción Nacional (PAN), las dos únicas formaciones que se han alternado en el poder durante las últimas nueve décadas. Se trata de Andrés Manuel López Obrador, un viejo conocido de la política mexicana: alcalde de la Ciudad de México entre el año 2000 y 2005 y dos veces candidato a la presidencia de México por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el partido tradicional de la izquierda mexicana. Mil veces enterrado políticamente, ha logrado, sin embargo, reponerse de ambas derrotas (hubo también otras antes) y puede que su tenacidad (terquedad, obstinación o mesianismo, dirían algunos) obtenga por fin recompensa ahora que debería estar pensando en jubilarse.
Andrés Manuel López Obrador, también conocido como AMLO, tiene 64 años pero eso no le ha impedido volver a recorrerse el país de cabo a rabo. Ha cerrado los tres meses de campaña con más de 280 mítines a sus espaldas. Presume de ser el candidato que mejor conoce el país y, desde luego, parece que ha sido el que mejor ha sabido leerlo.
"Ha sabido presentarse como el único abanderado del cambio, como el único candidato que no está manchado por el sistema", asegura a RTVE Jorge Zepeda Patterson, periodista y autor de varios perfiles sobre el candidato.
Aliados dudosos
Anticipándose a la ola anti-establishment que ha recorrido el mundo, abandonó el PRD para fundar de la nada su propio partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Cuatro años después y, nuevamente, si no fallan las encuestas (ninguna le da menos de 10 puntos de ventaja), Morena podría obtener la presidencia del país, varias gobernaturas (incluida la Ciudad de México) e, incluso, la mayoría en el Congreso y en el Senado. Ni él podía imaginar hacer unos meses una victoria tan potencialmente arrolladora. Previó una carrera más reñida y por eso buscó ampliar su base de apoyo con una polémica alianza con el Partido Encuentro Social (PES), una formación evangélica con una agenda conservadora, cuyo aporte en votos, probablemente escaso, ahora se antoja menos vital.
"En su afán por no desperdiciar ningún voto, López Obrador no sólo se ha aliado con este partido, también hay incorporado ex-priistas, ex-panistas y toda una serie personajes de dudosa reputación que han sido súbitamente purificados al sumarse a su proyecto", recuerda la politólogo y periodista, Denise Dresser, que acaba de publicar Manifiesto Mexicano: Cómo perdimos el rumbo y cómo recuperarlo.
El candidato del cambio
Son contradicciones como estas la que hacen de López Obrador un personaje impredecible, capaz de despertar tanta admiración como temor. Su gran éxito ha sido lograr que muchos prefieran equivocarse con él antes que resignarse a que todo siga igual. Su candidatura se ha nutrido del hartazgo con la interminable sucesión de escándalos de corrupción y los niveles récord de violencia con los que cierra su mandato el presidente Enrique Peña Nieto. El brillo que acompañó al impulso reformista de la primera mitad de su sexenio ha acabado sepultado en una montaña escándalos: el de la "Casa Blanca", su millonaria mansión construida por un contratista de su gobierno; el de los 43 estudiantes desaparecidos; el de "la Estafa Maestra" para desviar dinero público a través de la universidades... La 'Peñastroika perdida', en palabras de Denise Dresser, quien asegura que "el nuevo PRI ha resultado ser peor que el viejo".
Ese desencanto con el partido que gobernó el país durante 71 años seguidos y al que los mexicanos quisieron dar una nueva oportunidad, sumado al recuerdo de las expectativas frutradas en los 12 años de gobierno del PAN, parecen haber animado a los mexicanos a probar la única alternativa que les quedaba, la de la izquierda. "Los astros se han alineado para el candidato de la izquierda popular. Hay más hartazgo que miedo y ha pesado más que la incertidumbre que representa López Obrador", asegura Zepeda Patterson.
El voto de castigo parece haberse impuesto al del miedo, que también existe. Las recetas económicas de López Obrador no convencen ni a muchos de sus seguidores. Lo apuesta todo al combate a la corrupción como el remedio a todos los males. Acabando con ella, espera recuperar un 10% del PIB con el que financiar sus programas sociales. Lo que falta -dice-vendría del ahorro: de bajar el sueldo de los altos funcionarios (empezando por él mismo), de retirar la pensión a los expresidentes o de medidas más efectistas que efectivas como vender (a Trump, dice) el avión presidencial. No subirá -ha jurado- los impuestos durante todo su sexenio.
Temido por las élites económicas
Muchos ciudadanos comparten además la preocupación del sector privado por su nacionalismo económico, su confianza en la autosuficiencia y su empeño en revisar o revertir algunas reformas estructurales, como la enérgetica, que podrían ahuyentar a la inversión extranjera.
"Llama la atención el provincianismo de alguna de sus ideas, la escasa sofisticación a la hora de abordar la complejidad del mundo actual, su despreocupación con la importancia de la inversión extranjera", enumera Denise Dresser, que espera que, en caso de victoria, López Obrador se deje asesorar por el equipo, bastante solvente -a su juicio-, del que se ha rodeado el candidato.
Jorge Zepeda Patterson también lo ve como un hombre más del siglo XX que del XXI, que sigue anclado en las causas históricas de la izquierda (justicia social) y no presta demasiado atención a la agenda de la actual izquierda urbana, como el el ecologismo o los derechos LGBTI. Peajes que sus votantes de izquierda también parecen dispuestos a pagar con tal de que haya un recambio en el poder.
Son muchas las dudas que genera el personajes, pero hay virtudes personales que casi nadie le niegan: es un hombre genuino, honesto, tenaz y comprometido. Los mismos que lo aseguran, reconocen, no basta con eso. No alcanza con personas honestas, llenas de buenos propósitos para retomar el rumbo. Hace falta cambiar las reglas y crear las instituciones que acaben con la impunidad que incentiva la corrupción. La periodista Denise Dresser está convencida de que en el México actual, hasta la madre Teresa de Calcuta acabaría siendo corrupta.