'Plutocracia', un futuro dominado por una única empresa
- Un cómic en el que Abraham Martínez vaticina un monopolio global
- “Cada vez es más improbable un poder político sin el apoyo del dinero”, asegura
¿Quién domina el mundo? El dibujante Abraham Martínez lo tiene claro: el dinero. Por eso en su estupendo cómic Plutocracia. Crónica de un monopolio global (Bang ediciones) nos avanza un futuro en el que, en el año 2051, todo el planeta está dominado por La Compañía, que lo dirige como si fuera una empresa. Y en el que ya no hay elecciones sino juntas de accionistas.
Un título imprescindible que Abraham define así: Plutocracia es una novela gráfica con la que se trata de reflexionar un poco sobre a dónde nos dirigimos -o a dónde nos lleva- el actual sistema económico”.
“En ella -continúa el autor- se especula con la posibilidad de que en el futuro el sistema político dominante a nivel mundial sea una plutocracia. Pero no una plutocracia como entienden los politólogos, porque en teoría política la plutocracia no existe como sistema político independiente. Una plutocracia en principio es una democracia en la que el dinero tiene una especial influencia a nivel político. Y en ese sentido podríamos considerar que ya estamos viviendo en una. Lo que hemos visto los últimos años, en los que se ha rescatado a los bancos y se ha dejado caer a los ciudadanos que no podían pagar su hipoteca, puede hacernos pensar que no es tan descabellado”.
Una obra apasionante que, por desgracia, está basada en hechos reales: “Lo que he hecho en Plutocracia es imaginar cómo sería una plutocracia que llegase a constituirse como un sistema político en sí mismo, independiente de la democracia. Porque el sistema que se describe en la historia no es realmente una democracia, aunque tenga ciertos aspectos democráticos. Y siempre tratando de que el proceso para llegar hasta ahí sea lo más lógico y verosímil posible partiendo del momento actual, y coherente con la tendencia económica actual”.
“Este es el punto de partida de la historia -afirma Abraham-. En este contexto, el protagonista, Homero Durant, decide investigar los orígenes de ese sistema político, del que, como detective de policía que es, conoce algunos aspectos que no le gustan. Y quiere llevar a cabo esa investigación desde un punto de vista no oficial, un punto de vista crítico e independiente. Lo sorprendente para él es que la propia Compañía, que es como se llama el gobierno global encabezado por la última empresa que queda en el mundo, le ayuda, le facilita la investigación, que es algo que él no termina de entender. Y acaba investigando dos cosas a la vez: por un lado los orígenes de la compañía y por otro lado por qué quieren que esa investigación salga adelante. De algún modo intuye que las dos cosas están relacionadas de alguna forma, pero no voy a seguir contando porque sería desvelar el final”.
¿Es posible un poder político independiente del dinero?
La idea del cómic surge de nuestro actual día a día: “Surgió en alguna de esas conversaciones que creo que todos hemos tenido durante la crisis –asegura Abraham-, y en las que hemos tratado entender sin mucho éxito qué es lo que había pasado para que de pronto todo se desmoronase en tan poco tiempo, y en las que también hemos intentado hacer proyecciones de futuro sobre lo que podía llegar a pasar. Efectivamente se basa en lo que hemos visto estos años, creo que es algo que se puede entrever cuando se lee”.
En cuanto a si es posible un poder político independiente del dinero, Abraham opina que: “Seguro que es posible, pero desde luego cada vez es más improbable. Cada vez es más difícil que un pequeño proyecto independiente triunfe, precisamente por la competencia de las grandes organizaciones. El tiempo en el que los grandes proyectos informáticos nacían en un garaje sin más apoyos ya es historia. Hoy en día las startups saben que sus probabilidades de alcanzar cierto tamaño son casi inexistentes si no cuentan con grandes inversores casi desde el principio. Y en la política pasa algo parecido. De hecho a veces cuesta ver diferencias entre un partido político y una empresa privada, sobre todo cuando desaparece la supuesta falta de ánimo de lucro”.
Y es que parece que el dinero lo puede comprar todo. “Un millonario como Trump metido en política es algo incuestionable desde el punto de vista democrático –afirma Abraham-, pero resulta muy incómodo que también se pueda comprar eso. Hay estudios que confirman la relación entre inversión económica y resultados políticos. Eso, unido a la propia esencia de la democracia, pinta un futuro muy inquietante”.
La empresa que controle el mundo puede ser informática
Sobre el papel, la idea de que una sola empresa controle el mundo no parece tan descabellada, como nos explica Abraham: “La tendencia a la concentración económica es un hecho en prácticamente todos los sectores de la economía. Una de las consecuencias de esto es el tamaño descomunal que algunas empresas están adquiriendo. Hace un par de años una ONG (la Fundación Global Justice Now), hizo un estudio sobre cuáles eran las principales entidades económicas del mundo y el resultado fue que las 10 primeras eran países, pero la undécima ya era una empresa. Concretamente era Wallmart, una empresa que tiene una facturación de más de medio billón de euros al año y dos millones y medio de empleados. Eso significa que esta empresa sería económicamente más relevante que 180 de los 190 países que hay en el mundo reconocidos por la ONU”.
“Y no es ni mucho menos la única empresa comparable a muchos países –continúa-. Apple, por ejemplo, en 2016 tuvo una facturación algo inferior al PIB de Pakistán, que no será una gran potencia económica, pero tiene 200 millones de habitantes. Todo esto hace solo 50 o 60 años era del todo impensable. Si la tendencia sigue así, y todo parece indicar que no sólo continuará, sino que seguirá acelerándose, ¿cómo estaremos dentro de 30 años? No es descabellado pensar que esas grandes empresas van a tener cada vez una mayor influencia a nivel político y llegará un momento en el que eso pueda cambiar sustancialmente el sistema”.
“En Plutocracia –concluye- se habla de una sola empresa, pero es sólo una forma de intentar visibilizar una tendencia que no parece preocupar a nadie. Puede que acabe habiendo un reducido número de empresas. Pero, si al final llega a quedar una sola, me parece muy probable que su origen sea el sector de la informática. Controlar la información implica controlar casi todo lo demás”.
La compañía, la dueña del mundo
Esa empresa que ha absorbido a todas las demás y controla el mundo recibe el nombre de La compañía. “Es la última empresa que queda en el mundo tras un largo proceso de fusiones y al final decide no seguir apoyando a más partidos políticos y formar el único gobierno posible en todo el mundo. Es lo que resulta de la perfecta fusión entre el poder político y el económico. Todo lo demás son consecuencias que entran dentro de lo razonable en ese escenario: la privatización de todo lo público, la ponderación del voto en función de las acciones que se posee, el control absoluto de la información, etc”.
“La Compañía controla el mundo porque lo posee. Una vez llegado a ese punto aparentemente ya no hay retorno posible, porque ya nada sucede fuera de ella. La dependencia económica es absoluta para todo el mundo, lo que hace que ir contra ella vaya también contra los intereses de cada individuo. La sociedad acaba transformándose en una colmena, en un ser vivo colectivo fuera del cual sus miembros no pueden sobrevivir, fuera del cual no hay nada”.
Pero… ¿Cómo es la sociedad bajo el dominio de esa única empresa? “Es una sociedad –nos cuenta Abraham- que ha aceptado el cambio con naturalidad, quizá porque ni siquiera se ha dado cuenta de que se producía. A diferencia de la política responsable, que toma decisiones dolorosas si son por el bien común, una empresa tiene como estrategia agradar al cliente, aunque en el fondo solo piense en su propio interés. La aplicación de esto a nivel político no es un gobierno despótico ni una sociedad represiva, sino un gobierno complaciente que ejerce otro tipo de tiranía; la del mercado. La sociedad sufre cambios en su jerarquía de valores, sufre presiones e injusticias, pero sus ciudadanos creen estar en una sociedad privilegiada y libre”.
El protagonista es un ciudadano corriente
El encargado de enseñarnos este mundo es Homero Durant un hombre que quiere averiguar quién está detrás de esta siniestra compañía. “El protagonista es un ciudadano corriente que no tiene ni unas aptitudes especiales ni una situación privilegiada en ningún sentido. Físicamente me basé en una persona real para diseñarlo y, cuando esa persona leyó el libro, se quejó porque le pareció que en el fondo era "un pringado". Representa al ciudadano medio, que en realidad sabe muy poco de cómo funciona todo. Su nombre, Homero Durant, significa ceguera duradera. Le cuesta mucho llegar al fondo del asunto, pero su forma de enfrentar al sistema es intentar entenderlo y pedir explicaciones, como primer paso para poder cambiarlo”.
Como decimos, la tesis de Plutocracia no es descabellada. Y es que Abraham se ha documentado profusamente sobre el tema. “Además de ser licenciado en Bellas Artes tengo una segunda licenciatura en Gestión comercial y Marketing, por lo que tengo ciertos conocimientos de economía. En cuanto a la forma de documentarme, para un tema así sobre todo he tirado de artículos y ensayos, trabajos de pensadores contemporáneos como Lipovetsky o Zygmunt Bauman que han reflexionado sobre problemas directamente relacionados, como es el del consumo”.
“A veces –continúa también me documento para decidir cómo dibujar una viñeta concreta. Para dibujar la viñeta en la que le están levantando al Presidente una gran escultura pública, por ejemplo, me documenté un poco sobre la propaganda monumental soviética y al final me basé en una escultura de Lenin en la que se señala el corazón con la mano derecha, dando a entender que fue lo que le movió a hacer lo que hizo. En mi versión, el Presidente se señala el bolsillo”.
El dibujo
En cuanto a su estilo de dibujo, Abraham Martínez nos comenta que: “En Plutocracia he intentado recrear un ambiente muy particular y para ello he acabado usando el dibujo que me pareció que respondía mejor a esa necesidad, aunque no se hasta qué punto lo he conseguido. Y la verdad es que tampoco sabría decir dentro de qué estilo podría encajar. Es un dibujo muy sobrio y oscuro, a pesar de ser a color, que a algunas personas acostumbradas a otros tipos de cómic les puede chocar un poco al principio”.
“En relación a las técnicas –añade-, combino el dibujo a mano con el ordenador. Algunos dibujos los hago en papel, que después escaneo y termino de trabajar en el ordenador. Otras veces dibujo directamente en formato digital".
Tras este sorprendente cómic preguntamos a Abraham por sus proyectos: “ Soy muy poco propenso a hablar de los proyectos que tengo en marcha, porque nunca se sabe cómo van a acabar, ni siquiera si se acabarán algún día. Pero puedo decir que estoy trabajando en una nueva novela gráfica, también con temática socio-política, aunque muy diferente a Plutocracia. La historia no se sitúa en el futuro sino en el pasado y mezcla realidad histórica con ficción. Esta vez soy yo quien quiere saber cómo hemos llegado a ciertas cosas hoy en día, como Homero Durant en Plutocracia”.