Dior y la danza de la costura
- Maria Grazia Chiuri explora la relación entre cuerpo y movimiento
- Sus referentes son Isadora Duncan, Pina Bausch y Sharon Eyal
- Los tonos pastel dominan una colección de volúmenes contenidos
- Josep Font abandona la casa Delpozo
Célebres frases de Isadora Duncan, Pina Bausch y Sharon Eyal decoraban la entrada a la pasarela en la que Dior ha mostrado su colección. Un desfile que marca el inicio de la esperadísima semana de la moda de París, marcada por el estreno de Hedi Slimane en la casa Celine.
La directora creativa de Dior, Maria Grazia Chiuri, ha sorprendido con una colección inspirada en estas grandes artistas, iconos de la danza que fueron y son fuente de inspiración para muchas mujeres. Sus vidas, sus obras y su legado son ahora el punto de partida para Chiuri que articula su propuesta en torno a la estética del ballet, jugando con el vestuario que llevan las bailarinas en los ensayos pero también reinterpretando los trajes del escenario.
Nueve bailarines se han contorsionado y bailado -interactuando a veces con las modelos- con una coreografía firmada por la artista israleí Sharon Eyal que pretende explorar la relación entre cuerpo y movimiento que se establece en la danza. Las primeras salidas, minimalistas y un tanto monacales, se tiñen de negro riguroso, un guiño a la oscuridad que envuelve los teatros antes de la función.
La sencillez impregna vestidos de tarde y noche, huyendo de florituras y ornamentos para dejar que el tejido hable y se exprese con soltura, sin ataduras, sin opresiones, sin encorsetamientos, con libertad. Diseños que recuerdan a los que Vionnet, Lelong y Coco Chanel idearon en la década de los 30.
La luz va entrando poco a poco, primero con vestidos blancos y luego con una extensa colección de diseños en tonos empolvados, desde los rosas hasta los grises, casi siempre en mate aunque vemos también algunas texturas que brillan. Son diseños con fruncidos, plisados y retorcidos que conectan con la cultura grecorromana y recuerdan a las túnicas de las ménades danzantes.
Un estilo que la casa ya exploró, con agrado y acierto, cuando John Galliano era su director creativo. Ahora Chiuri retoma la idea pero la simplifica al máximo en un agradable ejercicio de contención.
Contenida es también la paleta de color que acoge toda la gama de los tonos empolvados, esos tonos no-color que permiten trasladar la atención al mensaje que contiene la colección. Formas y texturas, en perfecta armonía, juegan a tapar y destapar el cuerpo logrando que, a veces, que tejido y piel se fundan o se confundan. Para ello, la italiana se vale de las transparencias y el tejido de malla, materiales que superpone a prendas en algodón de seda y otras de aire lencero. Los escotes, decentes y osados, permiten ver juegos de tirantes en asimetría que potencian la sensación de movimiento.
Los vestidos marcan la cintura y redefinen la estética lady y los largos varían desde los mini, en diseños con falda de godets, hasta los que llegan al tobillo, siempre con un patrón cómodo que ofrece libertad al cuerpo. No falta la enésima revisión al mítico traje Le Bar que Christian Dior lanzó en 1947, un icono de la moda que ahora se transforma en chaleco y se combina con una falda de red.
Tampoco se olvida la diseñadora de las flores, otro de los símbolos de la casa, que se tiñen ahora con tonos suaves y pasteles, un tanto otoñales, para pasar a veces desapercibidas.
Pero no todo es perfecto y la diseñadora italiana, intentando llegar a una clienta más joven, propone vestidos un tanto setenteros que llevan estampados tie-dye y otros de aire tribal, prendas urbanas (como la cazadora oversize), sastres con la chaqueta de manga corta y el pantalón bermuda y vestidos 'princesa' en blancos mate que juegan con las transparencias y se decoran con aplicaciones de cristal. Diseños que destacan por una luminosidad muy atractiva que contrasta con la opacidad del negro, tono que cobra protagonismo en esta colección.
El traje sastre de declina con elegancia, intentando mantener un interesante equilibrio entre masculinidad y feminidad, pero también entre tradición y modernidad. Entre los complementos destaca el icónico bolso Saddle, lanzado por Galliano en 1999. Un diseño que arrasó entonces y que ahora Chiuri reinterpreta con el objetivo de que se convierta, de nuevo, en objeto de deseo primero y de culto después.