Vaccarello resucita la grandiosidad de Saint Laurent
- El belga firma una maravillosa revisión del legado del maestro
- Todos los iconos de la casa se envuelven de sensualidad y glamur
- Las prendas juegan a tapar y destapar el cuerpo con osadía
Cae la noche en París pero no hay oscuridad. La Torre Eiffel proyecta su silueta iluminada sobre una pasarela de agua junto a la que han crecido palmeras de luz. Kate Moss, Carla Bruni, Catherine Deneuve, Amber Valeta y Cindy Crawford, iconos de la moda, ocupan la primera fila para ver el nuevo trabajo de Anthony Vaccarrello para la mítica casa Saint Laurent. Un ejercicio de máxima belleza, elegante sensualidad y moda, mucha moda. Algo que, lamentablemente, escasea.
La colección conecta con la esencia de la firma pero sobre todo pone en valor el legado de Yves Saint Laurent, un rupturista, un renovador, un provocador, un artista y un genio que, a golpe de aguja, transformó toda una época. Hizo historia. Hizo moda.
Ahora Vacarello, director creativo de la maison desde abril de 2016, desempolva recuerdos y actualiza el estilo safari, el famoso esmoquin de mujer, los estampados salvajes, los vestidos negros, las transparencias generosas y los bordados de lujo. Su trabajo, excelente, se basa en traer al presente ideas del pasado pero sin recurrir a lo fácil, alejándose de la estética feista que recorre las pasarelas en busca de una foto o un titular efímeros.
Porque la colección es consistente, contundente, brutal. Pero también una oda al gran maestro y, además, un homenaje a la mujer. El gran Yves dio armas a las mujeres para que fueran poderosas, rompió moldes y tabués y desde su mesa de trabajo recorrió en planeta en busca de inspiración, desde Rusia a Marruecos pasando por España. Y lo mismo hace ahora Vaccarello.
El color negro realza el poderío de los vestidos de cóctel y fiesta. Unos alargan los escotes y recortan las faldas y otros juegan con la opacidad del tejido utilizando plisados y cortes muy atrevidos para enseñar los hombros y destapar las piernas hasta la cadera. En 1968 Saint Laurent apostó por atrevidas blusas transparentes que velaban el cuerpo con una elegante sensualidad. Hoy, 50 años después, el efecto de la transparencia sigue siendo irresistible.
Destacan los minivestidos en terciopelo en negro o azul eléctrico que llevan estrellas bordadas, motivo que también decora vestidos caftán en tul de seda trasparente. El esmoquin se feminiza con camisas abiertas o pantalones de talle muy alto que se combinan con chalecos. Las chaquetas militares se hacen en cuero negro pero también en terciopelo rojo que contrasta con el blanco de las camisas que tiene los puños avolantados.
Las asimetrías y los juegos de líneas hacen guiños a las formas geométricas de la Torre Eiffel y llaman la atención tanto como los tejidos metalizados que se usan para tops, vestidos y capas muy seductoras que caen sobre el cuerpo desnudo.
Y es el cuerpo el gran protagonista. Las aberturas de las faldas, los shorts y los cullottes ponen en foco de atención en las piernas, a veces interminables, como la famosa torre. Los escotes muy pronunciados y los tops hechos con lazos desvían las miradas hacia el pecho, la zona más resaltada en esta colección. Destacan especialmente los vestidos mini que lo dejan al descubierto pero lo decoran con aplicaciones de plumas.
Las palmeras se mecen con un viento del Oeste y la casa hace guiños a la estética country, a veces con las prendas y otras veces con los complementos. El body es la estrella del desfile y el belga lo desarrolla en infinitas versiones: en negro rotundo, con estampado de leopardo, en mate, con lentejuelas, simétrico, asímétrico… A su lado se hacen notar livianos vestidos negros en gasa de seda, ligeras capas de tejido transparente que envuelven de glamur el cuerpo de la mujer.
Cuando firmas como Gucci o Vetements marcan con tiranía las tendencias para millenialls y fashionistas e incitan al consumo masivo cobra protagonismo una frase de Yves Saint Laurent: “Ya no está de moda ir a la moda”. Palabras que lanzan un mensaje de libertad, la misma que el genio francés quiso colgar de los armarios de la mujer. Yves trabajó por y para las mujeres. Ahora Vaccarello toma el testigo.