Lord Byron se desnuda en sus diarios: más tierno y menos crápula
- Galaxia Gutenberg reedita los diarios completos del poeta que tumban algunos de los mitos que le rodeaban
- Sus escritos íntimos nos acercan a un hombre sencillo, capaz de reírse del personaje que había creado
La leyenda negra sobre Lord Byron (Londres,1788-Missolonghi,1824) dibuja a un tipo desatado: un crápula que saltaba de cama en cama, un dandi satánico y extravagante. Un poeta danzando al borde del abismo de una fama arrasadora, trasunto de los avatares de una estrella del rock de nuestros días.
Una pizca de eso hubo, pero bajo el disfraz se agazapaba una persona cercana, alejada de la melancolía tenebrosa de su retrato y con chispa para el humor. Un autor capacitado para reírse con lucidez de sí mismo y de su personaje.
Así lo atestiguan sus Diarios, reeditados y completados por Galaxia Gutenberg con la traducción del escritor Lorenzo Luengo, que bucea en la vida y obra del icono británico desde hace veinte años.
Las páginas nos aproximan a un artista “sencillo, sincero y contradictorio”, que se descarga en los recuerdos de una juventud azarosa, en palabras de Luengo.
Desmontando a Lord Byron
La voz que recogen sus confesiones íntimas derrumban mitos que no se acoplan con la realidad. George Gordon, sexto barón de Byron, ejerció de hedonista, valiente y esquivo a las convenciones sociales, también cuentan que fue bisexual. Una leyenda que se desvanece.
“Se desmiente su homosexualidad ya que sus relaciones con jóvenes eran más bien de estilo socrático, también su conducta satánica o cruel o sus relaciones con los Shelley. Se extendió el rumor de que mantenían un comuna de amor libre, algo que siempre él rechazó pero en la que sí creía su amigo Percy Shelley”, afirma el escritor.
Byron tampoco fue un lecho de mansedumbre. Sí que mantuvo affaires con muchas mujeres, o al menos así trascendió, incluida su medio hermana Augusta con la que tuvo contacto de adolescente o se inició sexualmente a los nueve años con una de sus niñeras. Otra perla: dicen que a su esposa Annabella Milbanke le espetó el día de su boda: “te arrepentirás de haberte juntado con el diablo”.
Sus diarios secretos en los que desvela más por lo que calla que por lo que relata, nos acercan a la frescura y genialidad de la prosa del autor de Don Juan.
Un talento que, en parte, ha quedado eclipsado por su aura maldita aunque fue un grande de las letras: alabado por Goethe, transitado por Baudelaire y recuperado del ostracismo por la generación “beat” y los escritores europeos del XIX. De él, Gil de Biedma dijo que encarnaba el “oscuro impulso de la libertad y rebeldía nihilistas del espíritu moderno”.
Lorenzo Luengo achaca su poco predicamento en España a que su obra ha goteado fragmentada y sin el necesario tamiz de la contextualización. La historia sobre el poeta bebe de rumorología y malas traducciones.
El "ídolo pop" del Romanticismo
En sus inicios, tanta escandalera fue promovida por el desafiante Byron que mantuvo un carisma innegable. Mezcló vida y obra en una suerte de espectáculo en el que jugaba con su imagen de cara a la galería.
El poeta más célebre del Romanticismo fascinó al público y fue perseguido en una fama que atravesó Europa. Una línea que conecta con lo que representaría en el siglo XX “David Bowie, Mick Jagger o Jim Morrison”, señala el traductor.
Su mujer acuñó el término “byronmanía” para referirse a la conmoción que causaba. En Suiza “los paparazzis” victorianos acechaban sus movimientos cegados por los rumores de una vida licenciosa: alquilaron una casa frente a la suya para no perderle de vista. Una inmensa popularidad que acabó pesándole y le condujo a la introversión.
“Empezó a tener pánico a las miradas ajenas que le vampirizaban. Comenzó a atormentarse, a dejar de salir y reconoce que ya no quiere aceptar invitaciones”, señala el escritor y traductor a RTVE.es.
Convertido en un proscrito social en Inglaterra por el caso de incesto, huyó a la Europa continental en un periplo donde desbordó su ansia de aventura. “Acciones, acciones… y no escribir y menos rimar”, fue uno de sus lemas de cabecera.
En Ginebra coincidió con Mary y Percy Shelley en el celebérrimo verano en el que la escritora alumbró Frankenstein fruto de una apuesta. Pero la obsesión por Grecia ya anidaba en la mente del aristócrata. Tenía sed de heroísmo y combatió en 1824 en la guerra por la independencia que libraban los helenos contra el Imperio Otomano .
Lorenzo Luengo mantiene que este afán por proteger a los demás es otra de las certezas que emergen sobre su figura. Rompen en añicos el mito sobre su crueldad. Abren la puerta al Byron tierno y generoso con el poso de una infancia desgraciada.
“Aunque Byron se convertiría en uno de los hombres más bellos de su tiempo y fue perseguido por las mujeres, en su juventud fue obeso, llegó a pesar más de 100 kilos, sufría cojera de nacimiento y vivió en la pobreza por el despilfarro de su alocado padre”, señala. El literato vivió en sus carnes el rechazo y la marginación.
“Nunca dejó de ser sensible a la violencia hacia los demás y quiere protegerlos. Esto es un aspecto muy desconocido y también conecta con el tema de Grecia aunque su figura ha quedado maltratada por su fama de egoísta”, apunta el especialista que pone como ejemplo de su desprendimiento, el hecho de que en la cúspide del éxito cediera sus derechos de autor a sus amigos.
De Grecia salió escaldado, con malaria y tratado a lo bestia con sanguijuelas por el empeño de unos errados galenos. Byron moríría en Missolonghi, bello, talentoso y excesivo. Tenía 36 años.
Los diarios de Byron
La completa edición de Galaxia Gutenberg no tiene parangón en el mundo anglosajón y engloba: Diario de Londres (de noviembre de 1813 a abril de 1814), Diario alpino (septiembre de 1816), Diario de Rávena (enero-febrero de 1821), Diario de Cefalonia (junio de 1823 y febrero de 1824), además de Mi diccionario y Pensamientos aislados.