Matteo Salvini, la mano que "mece" Italia (y no solo)
- Se cumplen cuatro meses del primer gobierno populista y antisistema de Italia
- Sus políticas económicas desafían a Bruselas y hacen temblar los mercados
“Qué bien habla Matteo Salvini. En las elecciones voté a Di Maio, pero ahora él me convence más. Al menos es un político que hace lo que dice”, me comenta Roberto, el tapicero del barrio. No dejaría de ser un chascarrillo más entre vecinos si no fuera porque como Roberto piensan cada vez más italianos. Tantos que según las últimas encuestas, su partido, la ultraderechista y xenófoba Liga, superaría el 32% de los votos. Es casi el doble que en las urnas de marzo y desbancaría a su socio de gobierno, el Movimiento Cinco Estrellas, el más votado entonces.
Al omnipresente vicepresidente y ministro del Interior le funciona su estrategia de seguir en campaña permanente. Lo hace con su lenguaje directo, espontáneo hasta lo irreverente, poniéndose el mundo por montera y blandiendo contra viento y marea su trumpista lema “los italianos primero”. Da igual que hable de presupuestos, seguridad, la reconstrucción del puente de Génova, las próximas elecciones europeas o de gestión migratoria. Nadie como él ha sabido, sabe, exprimir un asunto tan delicado como la inmigración y sembrar la sensación de que Italia vive bajo una continua emergencia cuando no es así. Las llegadas de inmigrantes rescatados empezaron a bajar notablemente a mediados del año pasado con el anterior gobierno. Cuando el entonces ministro Marco Minniti llegó a acuerdos con Libia para que el país africano vigilara más su costa y frenara la salida de desesperados.
En 2017, los inmigrantes desembarcados en Italia no llegaron a 120.000, en comparación con los más de 180.000 de 2016. En lo que va de año, son algo más de 21.000, según datos del Ministerio del Interior.
El discurso y las quejas de que el resto de Europa deja sola a Italia en la acogida tampoco es nuevo. Lo decía Matteo Renzi cuando era primer ministro y después Paolo Gentiloni. Ahora Salvini ha ido más allá de las amenazas a la Unión. Su política de #portichiusi –puertos cerrados- lanza un pulso sin precedentes al resto de países aún a riesgo de tensar las relaciones con sus socios del Cinco Estrellas que no comparten la necesidad de tensar tanto la cuerda en lo humanitario.
Inmigración y seguridad
De momento Salvini se sale con la suya. Nada parece salpicarle, ni que la fiscalía de Palermo le investigue por secuestro de personas en el caso de la nave Diccioti -notificación que leyó y compartió con mofa en las redes sociales -. Tampoco sus amistades peligrosas con Viktor Orban, Marie Le Pen o Steve Bannon. Con ellos sueña en formar un frente euroescéptico común que cambie Europa en las próximas elecciones. “Los italianos primero”, de nuevo. Nada como echar la culpa a los de fuera de los problemas que se tienen dentro. Sea Bruselas o los inmigrantes.
Su último logro ha sido otra de sus obsesiones electorales: el decreto sobre inmigración y seguridad que endurece las condiciones a los solicitantes de asilo, reduce la protección por motivos humanitarios y amplía los casos para las expulsiones inmediatas de aquellos considerados “peligro social” o con una condena en primer grado. Un decreto algo más descafeinado de lo previsto después de pasar el filtro de sus socios de Gobierno que ven como la sombra del líder de la Liga es más alargada de lo que les gustaría.
Y eso que Luigi di Maio ha “resucitado” como vicepresidente visible al aprobarse el controvertido plan de presupuestos, bandera electoral de los Cinco Estrellas, que desafía a Bruselas y a los mercados intentando esa cuadratura del círculo que nadie ve posible más que ellos: aumentar el gasto público y bajar los impuestos sin disparar la enorme deuda italiana. En esto Salvini vuelve a aparecer: “Si Europa no lo aprueba -amenaza - seguiremos adelante”.
“A los italianos les gusta en este momento quien toma las decisiones y quien ha hecho una promesa electoral y la mantiene -explica Marco Valbruzzi , profesor y experto en Política de la Universidad de Bolonia-.El Movimiento Cinco Estrellas no tiene identidad propia, es antisistema, la Liga sí, y manda más”.