'Guantánamo Kid', encarcelado y torturado desde los 14 a los 21 años
- Jérôme Tubiana y Alexandre Franc cuentan la historia de Mohammed El-Gorani
- Un falso culpable al que privaron de su juventud y que todavía sufre las secuelas de su aprisionamiento
Han pasado 17 años desde la inauguración de Guantánamo en 2001, un campo de prisioneros creado por el miedo de los americanos tras los atentados del 11-S. Pese a sus promesas, ni siquiera Obama logró cerrar esta prisión en la que se incumplen los derechos humanos y donde se ha encarcelado a numerosos inocentes. El caso más famoso quizá sea el de Mohammed El-Gorani, que pasó su juventud en prisión, desde los 14 a los 21 años.
El periodista francés independiente especializado en conflictos bélicos, Jérôme Tubiana, y el dibujante Alexandre Franc (Agatha) han contado su historia en el cómic Guantánamo Kid. La historia verdadera de Mohammed El-Gorani (Norma Editorial). Un libro que se publica con la colaboración de Amnistía Internacional, y que vuelve a demostrar la fuerza del cómic al servicio del periodismo.
“Oí hablar de Mohammed –nos cuenta Jérôme Tubiana-, poco después de su liberación en 2009, por un periodista americano que deseaba encontrarse con él en el Chad, donde había sido liberado. El periodista nunca había estado en Chad, y como yo iba a menudo, me pidió que indagara para ver si su historia merecía la pena. Le respondí que sin duda valía la pena, pero finalmente desterró la idea y me dio permiso para escribirla en su lugar”.
“Al principio –continúa-, escribí un completo artículo sobre la historia de Mohammed en la prensa francesa y británica. Pero me di cuenta de que esos artículos solo utilizaban una decena de mis notas y que había material para escribir un libro. Al principio, no me había planteado un comic, pero una amiga de Amnistía Internacional, que había apoyado mi libro anterior, el escrito fotográfico Chroniques du Darfour, me sugirió que hiciese un cómic. La idea me entusiasmó, porque soy un gran amante de los cómics"
Encarcelado y torturado con 14 años
El cómic está narrado a través de las declaraciones que Mohammed El-Gorani hizo al periodista francés. Mohammed era un joven de origen chadiano que vivía con su familia en Arabia Saudi. Con la esperanza de conseguir una vida mejor emigró a Pakistán, para hacer unos cursos de informática e inglés, para lo que tuvo que falsificar su pasaporte, haciéndose pasar por mayor de edad. Pero después de los atentados del 11-S fue arrestado y llevado a la base militar norteamericana de Guantánamo Bay, en Cuba, donde se convertiría en el preso más joven (aunque luego habría algunos de hasta 10 años). Allí paso ocho largos años, hasta que reconocieron su inocencia.
Las torturas que sufrió allí nunca las superará, como nos comenta Jérôme Tubiana: “Las secuelas físicas perduran, dolor de espalda, de vientre, problemas de visión… Y también, sufrimientos psíquicos, incluso siendo Mohammed una persona resiliente. Pero creo que, psicológicamente, lo más duro es que, vaya donde vaya, se le sigue considerando como culpable, y esto le impide reconstruir su vida. Sus éxitos han sido seguidos de fracasos. Por lo tanto pienso que si algún día es acogido por algún país donde no se le vea como culpable sino como víctima, podría realmente superar, al menos una parte de sus secuelas”.
Lo más sorprendente es que, aunque fuera el preso más joven de Guantánamo, ese chaval de 14 años demostró ser uno de los más luchadores contra las injusticias a las que eran sometidos. “Mohammed no paró nunca de enfrentarse a sus guardianes, a sus interrogadores, e incluso al Sistema –asegura Jérôme-. Primero usando la violencia, los insultos, los golpes, los escupitajos y los excrementos... todos los otros medios posibles a su alcance, incluso si esta resistencia agravaba sus condiciones de detención. Sin duda también contribuyó a alargarla”.
“Después –continúa- Mohammed organizó, con otros detenidos, movimientos de resistencia colectiva: huelgas de hambre, sabotajes… para obtener mejoras, a veces mínimas, de las condiciones de detención. Algunas veces esa resistencia consiguió sus furtos. En fin, más sutilmente, oponiendo al sistema absurdo un verdadero sistema de defensa, por ejemplo, simplemente escondiendo su sufrimiento para no dar satisfacción a sus torturadores”.
Ya que era particularmente rebelde y a veces iba a la cabeza de acciones de resistencia, pudo ser un modelo para los otros presos. Y al ser el más joven, también era como una mascota, un hermano pequeño al que había que proteger para los detenidos más mayores” -concluye Jérôme-.
Una amplia variedad de métodos de tortura
Sorprende también que en un país tan supuestamente avanzado como EE.UU. se sigan permitiendo las torturas como las que Mohammed contó a Jérôme Tubiana: “Eran muy diversas: golpes, gaseado con gas pimienta, tortura con electricidad, mantenimiento de posturas dolorosas, privaciones de sueño y de comida, cambios “repetidos de celdas”, utilización de luces violentas, una climatización glacial… pero también insultos racistas, amenazas y todo tipo de torturas psicológicas, ruidos con música violentas a un volumen muy fuerte”.
Esas torturas saltaron a la prensa cuando algunos grupos musicales protestaron al enterarse de que usaban sus temas para torturar a los presos. “Usaban música violenta con letras impactantes, extremadamente ruidosa y reproducida en un bucle –afirma Jérôme-. El estilo podía variar desde el metal hasta el rap, sin olvidar las canciones de dibujos animados que, en un bucle, podrían hacer que los prisioneros se volvieran completamente locos. Algunos grupos, como Rage against the machine, protestaron contra el uso de sus canciones para torturar, pero otros lo aprobaron”.
Vendido a los americanos
Otra de las cosas que nos resultan más curiosas es que los americanos compraban presos a países como Pakistán, sin preocuparse demasiado de que posibles delitos podían haber cometido. Eso fue lo le que pasó a Mohammed.
“Parece –asegura Jérôme- que la práctica de comprar presos estaba particularmente extendida en Pakistán, y que las fuerzas pakistaníes vendieron a muchos extranjeros detenidos en Pakistán a los estadounidenses, alegando haberlos arrestado en Afganistán o en la frontera, por el dinero y en vez de detener a los pakistaníes realmente involucrados”.
“Los estadounidenses verificaron muy poco de la información que se les dio -continúa el periodista-. Enviaron así a Guantánamo a algunos argelinos detenidos en Bosnia y contra quienes las autoridades bosnias no habían encontrado absolutamente nada. Trataron a Mohammed como un adulto cuando era menor de edad, cuando con una simple llamada podían haber obtenido su certificado de nacimiento. Después del 11 de septiembre, cundió el pánico y los estadounidenses necesitaban sospechosos”.
Como decimos, lo más curioso de todo es que ni siquiera Obama pudo cumplir su promesa de cerrar Guantánamo. “Obama no pudo encontrar el apoyo suficiente en el congreso para cerrarlo. No supo encontrar las soluciones para salir del absurdo jurídico que representa Guantánamo” -asegura Jérôme-.
¿El final del calvario?
Finalmente, en junio de 2009, Mohammed fue liberado, tras un juicio en el que no se presentó ninguna prueba en su contra. Pero sus sufrimientos no acabaron ahí. “Los abuelos de Mohammed –nos cuenta Jérôme- son chadianos que han emigrado a Arabia Saudí y para un africano es prácticamente imposible obtener la nacionalidad saudí, incluso después de tres generaciones. Era imposible devolverlo allí, así que los norteamericanos decidieron enviarlo a Chad, aunque Mohammed no conocía a nadie en ese país y nunca pudo adaptarse a la vida allí”.
“Además –continúa-. Tanto en Chad, como en otros países africanos a los que más tarde huyó, ha seguido siendo considerado un terrorista e incluso han tratado de chantajearlo. Los americanos parecen satisfechos de ver que está permanentemente vigilado y sigue siendo sospechoso. Nunca han intentado encontrar un país verdaderamente seguro para él, tampoco le han indemnizado por sus años en prisión ni han querido acogerlo en los Estados Unidos”.
“Por eso actualmente -añade Jérôme- Mohammed sigue yendo de un país africano a otro con la esperanza de encontrar un lugar seguro, de poder trabajar para ganar algo para la supervivencia de su familia, ya que tiene cuatro niños. Recientemente ha sido reconocido como solicitante de asilo por las Naciones Unidas, así que depende de ellos el encontrarle un país de acogida, que será sin duda en Europa. Esto puede llevar tiempo, pero espero que tenga éxito, e incluso que el libro ayude a lograrlo”
Un gran dibujante y narrador
Destacar el excelente trabajo del dibujante Alexandre Franc, que nos sumerge en Guantánamo con un tono casi documental.
“A Alexandre no le di un guion dividido en viñetas –nos cuenta Jérôme-. Me contenté con sugerirle imágenes. El a veces tomó en cuenta mis sugerencias y en otras no. Y también sugirió ideas propias. Lo que no quisimos cambiar fueron los textos, ya que reproducían literalmente las declaraciones de Mohammed. Nos limitamos a hacer un montaje: editamos el texto con las imágenes como se hace en un documental”.
“Por otro lado, quería dejar a Alexandre suficiente libertad en la parte de la imagen y en el montaje de las páginas. Confié en su experiencia como autor de cómics para insuflar el ritmo correcto a la historia, como el montador de una película. En mi opinión eso es lo más difícil en un cómic”.
“El estilo de Alexander, poco realista, púdico, a veces divertido... se corresponde bien con la vergüenza, la ironía y el humor negro de Mohammed y, por lo tanto, con su forma de contar su propia historia” -concluye Jérôme-.