'Jaulas', buscando luz y libertad en los barrios marginales
- La ópera prima de Nicolás Pacheco compite por la Espiga de Oro en Valladolid
Una realidad marginal con personajes atrapados, pero envueltos en un tono de fábula colorista es la apuesta de Jaulas, una de las dos películas españolas que compiten por la Espiga de Oro en el Festival de Valladolid. Participada por RTVE, es la ópera prima del cortometrajista y autor teatral sevillano Nicolás Pacheco.
En 2004, 43 familias que vivían en un asentamiento chabolista de Los Beremejales recibieron 42.000 euros del Ayuntamiento de Sevilla en bolsas para que desalojasen el emplazamiento, donde se planificaba una inversión urbanística. Un episodio oscuro que inspiró a Nicolás Pacheco para detonar una historia de liberación completamente ficticia.
“Lo que me interesaba era el desarraigo de esos personajes, que no tienen herramientas para salir ni llegar a donde quieran llegar. Ya sea por todo tipo de condicionamiento social, familia, psicológico e incluso físico. Creo que cada uno de nosotros tenemos una jaula que nos limita para llegar a lo soñado. Y la película es un abanico de ese tipo de jaulas”, expone.
Jaulas es una historia de emancipación femenina. Una madre (Estefanía de los Santos) y una hija (Marta Gavilán) escapan de un mundo machista. “Mi familia es un matriarcado, Andalucía es un matriarcado. Hay una serie de costumbres y valores que vienen de generación en generación que hacen que la mujer sea la sostenedora de la economía familiar, pero a la vez soporte ideas machistas”, describe. Belén Ponce de León, Antonio Dechent y Manuel Cañada, completan el reparto,
“Y me interesaba contar la historia de mujeres que luchan por ser libres y tener su identidad. Por eso la protagonista es una madre que sabe que no va a salvarse, pero sí quiere salvar a su hija. Es algo que en Andalucía veo en mis hermanas y sobrinos. Hay un salto generacional emocionante y prometedor”.
"El cine suele centrarse en las capas estimulantes de la sociedad"
La apuesta de Pacheco es decididamente estética: el cuidado de los colores, escenarios y objetos busca un impacto visual parecido al de las películas de Emir Kusturica. “Cuando empecé a localizar en los arrabales, los barrios marginales de Sevilla y alrededores fue un shock. Me di cuenta de lo afortunado que era por vivir en la cara buena de la moneda. Mucha gente vive con recursos limitados. Y es verdad que en la sociedad hay muchas capas y el cine suele centrarse en las capas más estimulantes: chico conoce a chica, cuestiones políticas o ambientes financieros. Pero realmente es poco el cine que fija en el otro lado. Creo que es interesante y tiene que tener su sitio”.
Aunque no hable explícitamente del pueblo gitano, parte de la realidad mostrada se inspira en cierta de su realidad. Y eso, en un año que el cine español ha dejado obras tan notables como Carmen y Lola, de Arantxa Echevarría, o Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta.
“Tengo mucho respeto y no quiero estigmatizarlos. No quería definir, por eso hay un look que puede parecerse al gitano, pero realmente es propio del extrarradio, un look que llamamos entreverao en Andalucía. O quinqui. Si hubiera querido meterme en su mundo, habría hecho como Arantxa. Mi propuesta era otra”, precisa.