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Arte

La infancia dibujada de Eduardo Arroyo

  • Una exposición recupera parte de los recuerdos del pintor Eduardo Arroyo en sus estudios en el Liceo Francés
  • La muestra del autor, recientemente fallecido, también exhibe cuatro óleos, un collage, caricaturas y 30 obras en papel

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Caricaturas, cartillas de notas y redacciones de Eduardo Arroyo que estudio en el Liceo Francés
Caricaturas, cartillas de notas y redacciones de Eduardo Arroyo que estudio en el Liceo Francés

Con una puntillosa caligrafía, el niño que fue Eduardo Arroyo relataba en una redacción sus vacaciones y su afición por el fútbol y la natación, a esta última consagraba un tiempo “todos los días mientras los demás toman el sol en la piscina del Canoe”. A este entrañable texto se suman decenas de caricaturas de profesores y alumnos o de niños vestidos de delantero centro con distintas equipaciones de la época.

Ilustran como el artista, recientemente fallecido a los 81 años, ya apuntaba maneras por su buen tino con las pinturas y por su dedicación deportiva: el escultor y pintor también militó en los juveniles del Real Madrid de baloncesto, que entrenaba su amigo Julio Feo, futuro político socialista, y otro de los alumnos ilustres del Liceo Francés.

Estas anécdotas forman parte del paso de Arroyo durante los años 30 por este exclusivo centro educativo, y que ahora recoge una exposición en el Instituto Francés (Galerie du 10. c/ Marqués de la Ensenada, 10. Hasta el 22 de diciembre).

Cartillas escolares, calificaciones, muchísimos dibujos y fotografías que atesoraron el autor y su familia se pueden observar en dos vitrinas, además de documentos poco conocidos de su etapa de estudiante en la Escuela de Periodismo. La muestra también acoge cuatro óleos, 1 collage y 30 obras sobre papel.

Eduardo Arroyo se exilió a París en los 50 donde despuntó como pintor Cortesía del Instituto Francés

Eduardo Arroyo siempre recordaría con cariño sus vivencias en las aulas del Liceo, cuyos patios se ubicaron en la actual sede del Instituto Francés, primero como alumno ejemplar y después no tanto.

“Al principio según las anotaciones de los profesores todo iba muy bien y decían que era inteligente y atento, luego sigue siendo muy inteligente pero menos atento y al final le acaban echando por mala conducta. Y va a otra institución que practicaba el método de María Montessori”, rememora Fabienne Di Rocco, comisaria de la exposición que lleva por nombre Un itinerario francés.

"Era cierto que el Liceo me convenía, a pesar de que en sus filas de profesores se encontrara el mal nacido cura Argimiro. En el jardin d'enfants del Liceo Francés de Madrid aprendí lo de 'il était un petit navire qui n'avait ja- ja-jamais navigué' (había una vez un barquito chiquitito...)", escribió el iconoclasta pintor, figura clave del arte siglo XX, sobre su experiencia educativa.

Francia y el dibujo: hilos conductores de la exposición

Di Rocco, colaboradora habitual y biógrafa de Arroyo, relata la tremenda “ilusión” que le hacía al artista madrileño, que vivió en la calle Argensola, trabajar en esta selección y en el lugar de su infancia. Una muestra que no pudo ver completada por su muerte el pasado 14 de octubre, y que recorre obras de su etapa del exilio parisino en los años 50 hasta creaciones de 2014. De hecho, dos de los hilos conductores de Un itinerario francés son su pasión por el dibujo y por Francia.

Uno de los dibujos de la exposición 'Un itinerario francés' Cortesía del Instituto Francés

Un país clave en su existencia, al que se exilió con 21 años y desde donde luchó con sus pinceles y su ironía contra el franquismo. Allí arrancó su carrera como creador figurativo, que le haría célebre y en la que no retornaría a España hasta los años 70.

La pinturas de esta exposición vierten su inevitable espíritu afrancesado, en concreto, hacia autores como Stendhal y Flaubert a los que dedica dos de los óleos. El pintor enfoca en estas creaciones su particular visión del arte y la literatura, además de escritor fue un ávido lector, y su expansivo sentido del humor.

“En estos dos retratos de escritores franceses lo que llama la atención no son las pinturas sino las pastillas blancas que aparecen que es algo un poco divertido porque son como pastillas de aspirinas producidas en Francia, porque dice que es tan intenso y apasionante lo que escriben que tienes que echar mano de las aspirinas”, señala cómplice Fabienne Di Rocco.

Obras de Arroyo dedicadas a los escritores franceses Stendhal y Flaubert Cortesía del Instituto Francés

La exposición también exhibe una serie de caricaturas de 1955 sobre el mundo taurino, procedentes de Murcia de donde era originario su padre. La tauromaquia era otra de sus aficiones muy conocidas junto con el boxeo que defendió como heroico y sobre el que alumbró la biografía Panamá Al Brown y la obra dramática Bantam.

“[Boxeadores y toreros] Son dos oficios peligrosos y él decía que además el cuadro es como el cuadrilátero porque no pinta con la luz natural pinta con el foco”, analiza su ayudante durante media vida.

Una de las caricaturas realizadas por el pintor y escultor Cortesía del Instituto Francés

También regaló su creatividad a otras disciplinas como el fútbol (cartel del Mundial de España'82) y el tenis (cartel de Roland Garros 1981 y de la final de la Copa Davis 1982) y a su club de siempre, el Real Madrid. Son los múltiples universos de un artista exuberante, generoso, extraordinario y prolífico:

“Trabajaba todo el tiempo, era una obsesión a lo largo de su vida”, explica Isabel de Azcárate, la pareja del pintor durante los últimos 20 años que desvela que dejó dos obras inacabadas. Una sobre Agatha Christie y otra de gran tamaño que se iba a titular La bella y la bestia y donde iban a aparecer “los grandes protagonistas del siglo XX como Lenin, Marx o Mao Tse-Tung”.

Aún queda más material pendiente de salir a la luz. En enero está previsto la publicación en francés de un libro de Arroyo inspirado en la novela de Christie Diez negritos, pero tamizado por su particular mordacidad-en su texto muere hasta el narrador de la historia (de verdad)-. Esta obra maestra de la novelista británica de misterio era otra de sus obsesiones.

24 horas con Eduardo Arroyo

El Instituto Francés también exhibe la maravillosa locura del documental Arroyo. Exposición individual (una producción del Círculo de Bellas Artes de 2012). El editor Alberto Annaud rodó una película sobre su vida con una duración de 24 horas. Grabaron durante una semana, mañana, tarde y noche.

El pintor hablaba a cámara sin cesar de lo divino y lo humano desde su estudio de la calle Costanilla: de política, del exilio, de sus aficiones y desgranaba múltiples anécdotas y reflexiones en respuesta a las preguntas de Annaud. Las 12 últimas horas del filme tuvieron un toque delirante, ya que se rodaron del tirón y sin descanso.

“Hablaron de todo e incluso Eduardo relató cómo estuvo a punto de morir de peritonitis, y de repente se disparó la cotización de sus obras, según relataba con sorna”, añade la experta.