Olivier Assayas y la "peligrosa era digital" de 'Non-fiction'
- El cineasta francés reflexiona sobre cómo lo digital transforma el arte, las relaciones y la política
Oliver Assayas (París, 1955) es uno de los mejores herederos de la gran tradición del cine francés: el naturalismo. El cineasta de Después de mayo o Personal Shopper inaugura el Festival de cine europeo de Sevilla con una reflexión poliédrica de cómo la cultura digital permea en todas las capas de la sociedad. Aunque en Non-fiction es, sobre todo, en un grupo de intelectuales parisinos relacionados con el mundo editorial, el último bastión de la vieja industria cultural que todavía resiste a nuevas tecnologías y gigantes de Internet.
Un novelista (Vincent Macaigne), un editor (Guillaume Canet), una actriz (Juliette Binoche) y una asesora política (Nora Hamzawi), disertan sobre el futuro en un contexto que solo puede ser entendido debido a la expecepción cultural francesa. Al mismo tiempo cuestionan las relaciones de pareja, en una cinta que fluye con facilidad pasmosa.
PREGUNTA.: La impresión de Non-Fiction es que arrojas multitud de debates sobre la era digital para aclararte tú mismo. ¿Alguna conclusión?
RESPUESTA.: Las conclusión son preguntas. Puedes hacer una película sobre ideas, pero no puedes hacer una película sobre respuestas. La idea es crear una película en la que el espectador será parte de la conversación, del proceso. La película la ves en términos de empatía con cada personaje y también en términos de lo que te importan los temas tratados y tengas tu opinión sobre los mismos.
P.: Uno de esos temas es el papel del artista en el cambiante escenario digital. Te centras en el mundo editorial, tu protagonista es un novelista, pero quería saber tu opinión personal como cineasta.
R.: Creo que el papel del artista ha cambiado en la medida que nuestra individualidad ha cambiado. Las herramientas del arte se han abaratado, las cámaras digitales pueden hacer fotografías mejores que las que hacías en los 80 con cámaras más sofisticadas. Empecé con cámaras de Super 8, en el mejor de los casos. De repente, todas las herramientas del cine son accesibles. Para escribir, componer o dibujar siempre ha habido facilidad, aunque no porque tengas un lápiz puedes ser Cervantes, desde luego. La disponibilidad ha cambiado la percepción sobre el cine, pero sobre todo, debido a las redes sociales, ha cambiado el individuo. El espectador se ha convertido en autor de su propia vida. Se coloca en escena a sí mismo y, en cierto modo, se convierte en un rival del artista. De eso va la secuencia de la presentación del libro, en la que un novelista de la vieja escuela se enfrenta a preguntas de los asistentes que cuestionan la validez de sus posiciones.
“El espectador se ha convertido en autor de su propia vida y rivaliza con el artista“
P.: A ese mismo novelista, un periodista le busca las cosquillas en una entrevista intentando relacionar una escena de la novela con el nazismo para provocar una polémica mediática. ¿En ese sentido, las redes sociales nos han convertido en más moralistas?
R.: Creo que no. Trato de representar las cosas más o menos como son. Cuando, hace 20 años, hice Demon Love, tenía la fuerte intuición de que algo iba mal, de que había un problema que nadie reconocía: la alienación del deseo sexual debido a internet y el acceso a la pornografía. Y todavía pienso que es un problema que está ahí y no está siendo cuestionado. Ahora ya no tengo posición moral sobre eso porque ya es una realidad. Estar de acuerdo o no ya no tiene consecuencias. Es ya una cuestión de entenderlo y llegar a un compromiso con la realidad. El mundo de la cultura digital ha transformado la sociedad, nuestro modo de ser y de pensar más allá del lo que podíamos haber imaginado. Es el momento de descifrara qué hacemos con eso.
P.: Martin Scorsese dijo hace unos días que ahora solo hay espacio para blockbusters y películas que importan por lo que dicen y no por cómo lo dicen.
R.: Es verdad que es la excepción. Pero tiene razón Scorsese y es importante luchar contra eso. Está en lo cierto: Hollywood está centrada en generar precuelas, secuelas, universos. Y menos en hacer películas adultas, que son las más valiosas.
P.: Igual la pregunta es si hay público para sostener esas películas
R.: Creo que lo hay, porque hay una audiencia mundial para el cine independiente. Pero lo más interesante es la segunda parte de lo que dijo Scorsese. Los medios de comunicación mainstream están endosando las películas temáticas. Dicen: esta película es buena porque habla de sexo o de teas raciales. Lo que está bien, pero ¿dónde está la dirección de cine? Te olvidas así de la poesía que tiene que estar en el corazón de cada obra de arte. Y cuando digo poesía, digo misterio. Las películas no deben dar respuestas, deben ser misteriosas. Tienen que resonar, cuestionar la imaginación del espectador. Solo puedes tener significado a través de las ideas que puedes generar en el espectador, no por las ideas que impongas.
P.: En ese sentido, si la gente acude masivamente a las series, que tienen más que ver con lo narrativo, ¿no está en peligro ese misterio del que hablas?
R.: El problema es cómo alimentar a la máquina. Es como un monstruo que tiene que ser alimentado de imágenes. Y si haces 32 horas de una serie la máquina va a ser más feliz que si inyectas 90 minutos de una película que no tiene precuela ni secuela.
P.: El otro gran tema es la pareja. Hay un debate entre ser hipócrita (mentir, engañar) o aceptar implícitamente los engaños sin darle importancia.
R.: Me gusta la amoralidad en las relaciones, porque en términos de pareja somos muy morales y no deberíamos serlo. Es también una película sobre parejas y sobre lo que siempre he pensado: Las parejas necesitan reinventarse a sí mismas. Para tener una relación de larga duración, que es algo que puedes desear o no, tienes que tener esa capacidad de reinvención y no quedarte congelado en el tiempo. Así es como las parejas sobreviven. Aceptando lo implícito (risas).
“Las parejas necesitan reinventarse a sí mismas: así es cómo sobreviven“
P.: En un momento de la película, el editor que interpreta Guillaume Canet, tiene casi unas palabras de advertencia. Tras citar a El gatopardo, dice algo así como que “tal vez estemos en un peligro mayor del que pensamos”. Casi recuerda a las proféticas palabras de la última entrevista de Pasolini: “Todos estamos en peligro”.
R.: Es verdad (risas). Estamos en un momento de cambio profundo en nuestra vida, cultura y modo de vida. La cultura digital también está cambiando el modo en el que consumimos información. Las redes sociales cuestionan las bases del funcionamiento de nuestra democracia, su base, estructura, y sus valores. En EE.UU., por supuesto, pero también en todos los países en los que el populismo está ganando elecciones. Es para reír, pero sobre todo para llorar. Como el primer ministro italiano que ha legalizado las armas porque es el símbolo de la alt right: imita la estupidez de los americanos. O el nuevo presidente brasileño que va a trasladar la embajada a Jerusalén para emular a Trump. Vivimos en tiempos muy peligrosos.