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Trastorno por atracón

"Comía durante 24 horas o dejaba de comer una semana, es un círculo vicioso"

  • El trastorno por atracón es menos grave que la anorexia y la bulimia pero la prevalencia es mayor en la sociedad
  • Quien lo padece come compulsivamente hasta sentirse mal como una adicción y vía de escape a los problemas

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El trastorno por atracón es menos grave que la anorexia y la bulimia pero hay más casos
El trastorno por atracón es menos grave que la anorexia y la bulimia pero hay más casos

A Margarita desde pequeña comer le “quitaba las penas”. Eso “se desbocó” cuando a los 14 años perdió a su madre. "Yo necesitaba huir, y comiendo dejaba de pensar", explica a RTVE.es. "Comía durante 24 horas o dejaba de comer una semana" y para mantenerse delgada llegó a provocarse el vómito. "Al principio piensas que controlas, pero al final se vuelve una necesidad diaria". Explica que es un "círculo vicioso" del que es muy difícil salir solo porque cuanto más comes peor te sientes, y cuanto peor te sientes, más comes.

Le pareció una cosa "tan aberrante" que no se lo contó a nadie: "Comer para mí era escapar de la soledad". Así ha vivido 20 años, hasta que llegó a Comedores Compulsivos Anónimos (OA), una asociación a la que lleva acudiendo dos décadas y que es algo parecido a Alcohólicos Anónimos, pero con la diferencia de que la adicción es a la comida. "Para mí comer como una persona normal era imposible, y ahora lo he conseguido", dice.

La historia de María comienza con nueve años. Tuvo que perder 12 kilos en dos meses y medio para 'entrar' en el traje de la comunión. Tardó un mes y medio en volver a recuperarlos. "Mi madre era una obsesa de las dietas, había inculcado siempre que hay que tender a estar esbelto (...), y mi vida a partir de ahí ha sido un acordeón de dietas, tengo el armario lleno de ropa de diferentes tallas", narra a RTVE.es.

Ambas sufren trastorno por atracón, una enfermedad menos grave que la anorexia o la bulimia, pero con mayor prevalencia, explica el doctor Enrique Guerra, Jefe de Unidad de Trastornos Alimentarios del Hospital Santa Cristina. Esta afección lleva a comer compulsivamente como vía de escape a los problemas. Una persona que lo sufre "come hasta que tenga tales molestias que no pueda más [...], su cuerpo no le permite seguir", aclara el doctor.

Entre dietas y atracones

La dieta de la alcachofa, hipnosis, acupuntura... María puede enumerar decenas de métodos que ha probado para adelgazar a lo largo de sus 47 años de vida, y no le han servido de nada. Asegura que en su familia "no hay equilibrio", y que están "en dietas o en atracones". Comer para ella se convirtió en una válvula de escape a los problemas.

Esta mujer, abogada, confiesa que siempre llevaba comida en el bolso, y escondía más en el coche y en el trabajo. Mentía con la factura de la compra y no podía evitar mirar lo que sobraba en los platos de sus hijos. "Mientes, te vuelves miserable y deshonesta y la gente solo piensa 'deja de hacerlo'. Pero no puedes", asegura.

Pone como ejemplo tener un disgusto en el trabajo. Entonces "tomas comida para aliviarte del estrés", y ese es el problema. "Comes de forma compulsiva para no sentirte sola o tapar la frustación o la culpa. Llega un momento en el que explotamos, no puedes llevar una vida social normal", relata María, que perdió amistades por no poder reprimir la necesidad de comer lo que quería en un momento dado.

Un hombre sujeta una hamburguesa con ambas manos

Un hombre sujeta una hamburguesa con ambas manos Thinkstock

Esta mujer llegó a pesar 140 kilos y le hicieron una cirugía bariátrica. Perdió 60 kg. "Cuando bajé de 100 a 99,8 fue uno de los días más felices de mi vida, pensé que podría hacer una vida completamente normal, como subir a un avión sin generar ningún conflicto a mi alrededor", aclara. Pero después de la operación empezó a recuperar peso y en julio cuando volvía a rozar los 100 kg le entró "pánico". Entonces acudió a Comedores Compulsivos Anónimos y participa en el programa, perdiendo peso poco a poco.

Margarita, de 59 años, explica que al compartir la experiencia la recuperación es mucho más fácil y que OA, a través de sus reuniones, se ha convertido en una "ayuda para toda la vida". Además, advierte de que es una enfermedad crónica y se puede recaer: "Esto no se quita".

"Me gustaría transmitir que después de 47 años de estar arriba y abajo, perdida, por fin tengo esperanzas. Ese es el mensaje: esperanza. El sobrepeso pasa a un segundo plano. No somos personas más sanas, si no mejores personas", asegura por su parte la abogada.

La sociedad y los atracones

Para María, el que el físico les delate les hace más vulnerable frente a personas que padecen otras adicciones: "Te juzgan, dan consejos, piensan que eres vago". Asegura que hay compañeros que han llegado a muchos límites: vomitan o se purgan, tomando laxantes.

Además, opina que hay atracones que están socialmente aceptados, como ir a una boda o los que te venden en los anuncios de Navidad. "En la sociedad se está tendiendo mucho a la comida como recompensa, en las pelis cuando alguien está triste se come una tarrina de helado y siempre decimos de coña que deberían avisar de que esto podría dañar la salud", afirma.

El doctor Guerra precisa que ese tipo de atracones culturales en lenguaje científico no suponen un trastorno. El Gobierno tiene intención de limitar la publicidad de los alimentos menos saludables e instaurar un sistema de etiquetado basado en cinco colores para alimentos y bebidas. Pero "hay gente que come compulsivamente con ensaladas o plátanos, por lo que un etiquetado más claro no soluciona sus problemas", argumenta la abogada.

Hay quien no es consciente de que sufre un trastorno alimentario, algo que ocurre sobre todo con la anorexia. Ahí debe intervenir la familia. Quienes, en cambio, son conscientes deben acudir al centro de salud, y allí los derivan a un especialista. Asociaciones como OA son una ayuda: "Ir sirve de estímulo, es una función complementaria", matiza Guerra.

El doctor reconoce que ahora hay más casos que hace unos años, pero aclara que no saben si realmente son más o ahora salen más a la luz. Algunos de los síntomas son los atracones, pasar hambre o provocarse el vómito, exceso de ejercicio o usar la comida como recompensa o consuelo, entre otros.

¿Soy comedor compulsivo? Test de las 15 preguntas de OA

1. ¿Como cuando no tengo hambre o dejo de comer cuando mi cuerpo necesita nutrirse?

2. ¿Me doy atracones sin razón aparente, a veces comiendo hasta estar empachado/a o sentirme mal?

3. ¿Tengo sentimientos de culpa o vergüenza en relación con mi peso o con la forma en que como?

4. ¿Como de forma razonable delante de los demás, y después lo compenso cuando estoy a solas?

5. ¿Está afectando mi forma de comer a mi salud o a la forma en que vivo?

6. Cuando mis emociones son intensas, ya sean positivas o negativas, ¿me descubro buscando comida?

7. ¿Mi comportamiento con la comida me hace infeliz a mí o a otros?

8. ¿He usado alguna vez laxantes, diuréticos, vómitos, ejercicio excesivo, pastillas adelgazantes, inyecciones u otras intervenciones médicas (incluida la cirugía) para intentar controlar mi peso?

9. ¿Ayuno o restrinjo mucho la ingesta de comida para controlar mi peso?

10. ¿Fantaseo acerca de lo que mejoraría mi vida si tuviera una talla o peso diferentes?

11. ¿Necesito masticar o tener algo en la boca todo el tiempo: comida, chicle, caramelos, golosinas o bebidas?

12. ¿He comido alguna vez comida quemada, congelada o estropeada; de los envases de los supermercados o de la basura?

13. ¿Hay ciertos alimentos que no puedo parar de comer una vez que he dado el primer bocado?

14. ¿He perdido peso alguna vez con una dieta o "periodo de control", solo para seguidamente tener ataques de comer sin control y/o he subido de peso?

15. ¿Paso demasiado tiempo pensando en comida, discutiendo conmigo mismo/a sobre si comer o qué comer, planeando la próxima dieta o cura de ejercicio o contando calorías?