Le Pen se apunta a los "chalecos amarillos" para lanzar una campaña europea contra Macron
- Enmarca los comicios europeos como la "ocasión de resolver la crisis política" nacida de la "ceguera" de Macron
- Aupada en la ola nacionalista y populista, pretende trasladar a Europa su cruzada contra el presidente francés
La líder ultraderechista francesa Marine Le Pen ha recurrido este domingo al descontento popular expresado por los "chalecos amarillos" para lanzar la campaña de su Agrupación Nacional (AN) a las elecciones europeas, que plantea como una "réplica a las presidenciales".
"Ya llegamos". Con ese lema, el partido de Le Pen presentó a su jefe de filas para las europeas, el joven Jordan Bardella, y quiso escenificar la actual pujanza de los movimientos nacionalistas, que aspiran a hacer frente a quienes descalifican como "europeístas".
En su habitual estilo grandilocuente, Le Pen proclamó que "ha llegado el momento de la gran clarificación" para medir la fuerza de la contestación al presidente, Emmanuel Macron.
"En el contexto de la sana revuelta de los 'chalecos amarillos', las elecciones serán la ocasión de resolver la crisis política nacida de la ceguera, la intransigencia, el desprecio de clase, la expoliación fiscal y la desconexión humana de un presidente inquietante", dijo Le Pen, jaleada por el auditorio.
Aupada por el ascenso global de los nacionalismos populistas
Su dura derrota en la segunda vuelta de las presidenciales frente a Macron, en 2017, parecía haber dejado fuera de combate a Le Pen, contestada incluso dentro de sus propias filas. Sin embargo, el ascenso global de los nacionalismos y los populismos le ha dado nuevos bríos.
Según coinciden todas las encuestas, el malestar expresado por los "chalecos amarillos" -que cuentan todavía con el apoyo de seis de cada diez franceses- parece beneficiar electoralmente a la Agrupación Nacional por encima del resto de fuerzas políticas.
En ese ambiente de euforia contenida, inimaginable hace apenas unos meses, Le Pen presentó a los candidatos de su formación a revalidar el triunfo europeo que ya consiguió en 2014.
Guiños a los "chalecos amarillos"
La líder ultraderechista sabe que los "chalecos amarillos" se definen como una corriente sin adscripción ideológica, por lo que se cuidó de citarlos demasiado. Pero plagó su alocución de guiños al movimiento: "La voz del pueblo trae la revolución de la sensatez, una sensatez de la que están privados los oligarcas parisinos".
En esa línea, fue especialmente beligerante con Macron y su Gobierno, a quienes acusó de "elegir la confrontación cuando se exigía el apaciguamiento, y la respuesta policial cuando se necesitaba una respuesta política".
"El jefe del Estado no se comporta como hombre de Estado, sino como miembro de un clan, para crear artificialmente dos campos y obligar a cada uno a elegir el suyo, mientras que la Constitución le hace garante de la unidad nacional", añadió.
Una campaña europea en clave nacional
La presidenta de la AN pretende hacer, más que nunca, una campaña en clave nacional para las europeas, con un solo objetivo: derrotar a Macron, tanto en Francia como en las instituciones comunitarias.
Por eso, con la confianza en las posibilidades de sus aliados soberanistas, consideró que "por primera vez podemos cambiar Francia desde Europa" y planteó que "ha llegado la hora de la alternancia" en las instituciones comunitarias.
Entre gritos de "¡estamos en nuestra casa!" procedentes de la platea, Le Pen recuperó las constantes antiinmigrantes de su discurso, fortalecidas por el éxito de su socio Matteo Salvini en Italia.
"Nosotros no estamos en Francia; somos de Francia. Y nos corresponde decidir quién entra, quién se queda y quién es invitado a marcharse", sentenció.
Ficha a un exministro de Sarkozy
Como "número tres" de la lista va incluido el último fichaje de la AN, el conservador Thierry Mariani, exministro de Nicolas Sarkozy y que ya se había distanciado en los últimos tiempos de su partido, especialmente por sus posiciones sobre la Unión Europea.
Mariani acudió al ataque personal para descalificar al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (aunque lo llamó "Jean-Paul"), del que dijo que es "un conocido borracho que encarna a la perfección el barco sin rumbo en que se ha convertido Europa".