Diccionario básico para comprender los contratos de seguros
- La contratación de seguros aumentó en España un 1,3% en 2018, debido al repunte de los seguros de salud y de hogar
- Para evitar problemas y firmar pólizas de forma segura, ADICAE ha lanzado el Diccionario fácil de términos de seguros
En 2018 los españoles contratamos más pólizas que en el año anterior. En total, las aseguradoras ingresaron 64.282 millones de euros por la venta de seguros. Es un 1,3% más que en 2017, gracias, en buena medida, al repunte de los seguros de salud y de hogar, según datos de Unespa, la patronal del sector. ¿Pero entendemos realmente lo que firmamos? ¿Cómo podemos asegurarnos de que tenemos bien cubiertas las espaldas en caso de necesidad?
La asociación de usuarios de banca y seguros (ADICAE), acaba de publicar el Diccionario fácil de términos de seguros. Se trata de un manual divulgativo para que contratemos pólizas de forma segura, de tal forma que comprendamos mejor los términos y cláusulas del contrato.
Debemos tener claro, por ejemplo, quiénes somos en la póliza que firmamos. Podemos ser el tomador –el que suscribe y paga la póliza-, el asegurado –la persona cubierta por el seguro o expuesta al riesgo-, o el beneficiario –el que percibiría, llegado el caso, la indemnización o suma de dinero. Podemos ser las tres figuras a la vez, o incluso ser sólo el destinatario del servicio de una póliza sin haberla contratado: ocurre, por ejemplo, si somos terceros damnificados en un accidente de tráfico.
Laberinto de términos
En el laberinto de términos de las aseguradoras, hay más términos que debemos entender. El precio del seguro en el ámbito de las pólizas recibe el nombre de prima. Puede ser anual o fraccionada, pero la tenemos que pagar para estar cubiertos. Existen, por cierto, seguros con franquicia. Una franquicia es el importe fijado en el contrato por el que el asegurado debe responder. De forma más fácil, se trataría, por ejemplo, de que los 100 primeros euros en caso de accidente de coche los asumiera el asegurado y que todo que sobrepasara esa cantidad lo cubriera la compañía.
Hay otros conceptos que son fundamentales revisar. Un ejemplo: la carencia. Algunos seguros explicitan que debe pasar un periodo determinado antes de poder usar los servicios a los que da acceso la póliza. Eso es común en los seguros de salud: las compañías intentan evitar que se suscriban seguros existiendo, por ejemplo, una enfermedad que no ha sido comunicada. Pero más importante aún es comprobar cuál es el capital asegurado en el contrato: es el importe máximo que cubre el seguro. Si lo tenemos claro, no nos sentiremos engañados si la indemnización en caso de siniestro es una u otra.
Conocer la letra pequeña, el mejor seguro
Para evitar litigios con la aseguradora, hay una parte que debe cuidar el cliente: en los contratos debe primar la buena fe –eso implica no engañar a la aseguradora- y en algunos se establece informar de un aumento del riego. Ocurre en los seguros de vida: no es lo mismo una póliza para un profesor de primaria que para un militar en zona de conflicto. Si hay un cambio de profesión de calado, hay que comunicarlo.
Como en cualquier contrato hay que revisar las cláusulas y especificidades de cada tipo de póliza. Y, como casi siempre, en caso de duda es mejor consultar a la propia aseguradora, corredor de seguros –un intermediario- o asociación de usuarios. Comprender la letra pequeña, advierte el diccionario, es la mejor herramienta para estar seguros de la póliza que tenemos entre manos.