Bienvenidos al aquelarre de Teresa Helbig
- Las brujas inspiran la fantástica coleccióm de la diseñadora
- Roberto Torretta y La Condesa, dos maneras de entender la moda
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Las brujas están de moda gracias a series de televisión como American Horror History, Sabrina o Penny Dreadful, por citar algunas. Y la historia del cine está plagada de brujas buenas y malas, guapas y feas. Sirvan de ejemplo El mago de Oz, Me enamoré de una bruja (con una bellísima Kim Novak), Blancanieves, Maléfica… Están presentes en casi todas las culturas y, además, desde tiempos inmemorables. Ahora Teresa Helbig las reúne a todas en un elegante aquelarre. Vienen de los cinco continentes para unir sus poderes y hacer un conjuro que empodere a la mujer, que la haga fuerte y se la respete por su inteligencia y sabiduría. “Soy Bruja, sí, ¡y a mucha honra!”, dice la diseñadora antes de mostrar su colección, un fantástico trabajo que hace guiños a los años 30 del siglo XX.
Fantástico, por varios motivos. Helbig trabaja para superarse con cada colección. Nunca es la más llamativa ni la más espectacular, pero siempre es la mejor. Es una bruja y temporada tras temporada hace su particular aquelarre en su taller para que mujeres de distintas generaciones se pongan manos a la obra y, sin magia pero con mucho oficio, logren la pócima de la perfección.
“Hemos contactado con una artesana del encaje de bolillos para que nos diera una clase magistral en casa porque queríamos aprender de la mejor, y hemos hecho un vestido largo con cintas de seda hechas con crochet de más de doscientas horas de trabajo”, revela entusiasmada con todo lo que cuelga de las perchas. “¡Son locuras!”, dice para describir sus vestidos y abrigos.
Hay piezas de cadena de strass que se han soldado, vestidos en cuero muy rebajado y después perforada que parece un delicado encaje y encajes de verdad. Algunos llevan motivos naúticos, como el modelo Titanic, y otros se decoran con estrellas que destellean. “Porque hay brujas que vienen en barco, otras volando, otras en globo e incluso en tren.
Vienen y se traen elementos de su lugar de origen. Como la reina de Mombasa que se viene con el abrigo de plumas. Pero en la pasarela de Helbig hay mucho poderío y competencia.
Vemos un minivestido que esconde un maravilloso forro en seda estampada, un vestido en terciopelo con bordados de la naturaleza, un abrigos en punto grueso, un ‘vestidazo’ en negro con un dragón bordado con lentejuelas, cadeneta de cristal, canutillos y cristal en oro y plata, abrigos en tartán y trajes de chaqueta, de estilo Sherlock Holmes, con chaqueta de espalda capeada y pantalón reducido a un short.
No faltan los animales, aliados o víctimas de las brujas, pero también esos seres en los que se convierten para pasar desapercibidas. Algunos de ellos decoran las prendas: lémures, libélulas, dragones, búhos, panteras… un particular zoológico que aporta un aire distinto al trabajo de la diseñadora que sigue enamorada de la sastrería. “¡Disfruto tanto haciendo trajes y chaquetas!”, dice, y muestra una perfecta, con los hombros en su sitio y una solapa con una mitad suelta y la otra, escondida.
Helbig, la bruja, desearía tener poder para “que las mujeres sean fuertes y potentes, que estemos unidas y que podamos con todo. Helbig, la diseñadora, también sueña. “Me gustaría internacionalizar la marca a tope”, dice, y confiesa que algo de bruja sí que tiene. Así que no nos extrañaría que en ese nuevo año la veamos despegar, como hizo Delpozo. Tiene talento y tiene poder, en singular. Poderes, por ahora, parece que no. O eso dice ella.
En un fabuloso episodio de American Horror History Coven, se castiga a Myrtle Snow, la bruja de pelo rojo, a arder en la hoguera. Antes de morir dice sus últimas palabras: ¡Balenciaga, Balenciaga!. Si a alguna de las brujas del aquelarre de Helbig le depara el mismo final puede que lo que grite sea un nombre de mujer, puede que grite: ¡Teresa!.
Las mujeres han sido las protagonistas del día que comenzó con la costura de Ulises Mérida y el canto a la diversidad de Andrés Sardá, que contó con Ángela Ponce. Después fue el turno de La Condesa.
Para su segundo desfile en Ifema, Marina Conde vuelve a revisar el estilo victoriano, como hizo hace dos años, y toma como referencia la figura de Ada Lovelace, con la que comparte título nobilario. Conde lanza a la pasarela revisiones de su famosa chaqueta y otras prendas que toman prestados de ella códigos y elementos estéticos.
El vestido, como en la colección de verano, tiene mucho protagonismo y también los estampados que mezclan fórmulas matemáticas, joyas de época y el logo, a veces de una forma un tanto infantil.
Las superposiciones de transparencias permiten jugar con dos tejidos distintos y las flores, delicadas y femeninas, se estampan o se aplican incluso en las chaquetas, prenda que en esta colección se trabaja poniendo el foco en los hombros.
La sastrería ya no es un mundo de hombres. Cada vez son más las firmas de mujer que recurren a ella para hacer sastres, esmóquines, chaquetas, vestidos cruzados… Como Roberto Torretta. La firma, capitaneada por el argentino y su hija María, juegan con el patrón, agrandándolo para conseguir siluetas oversize que contrastan con sofisticados vestidos que van desde los más pegados al cuerpo hasta los que lo envuelven con ligeros evasés.
Los cuadros masculinos conviven con estampados de flores tintados de verdes, marrones, malvas y lavanda que se aplican a vestidos que se llevan con botas a la rodilla. Para la noche, vestidos transparentes en negro con aplicaciones en este mismo tono o con destellos dorados. Así es el nuevo Torretta pero, todo hay que decirlo, se echa de menos al de antes, al que hacía sublime la sencillez y contenía, con elegancia, la sensualidad, ya fuera en un escote o en la abertura de una falda.