"La retirada de fondos de EE.UU. a la UNRWA nos enfrentó a una crisis realmente existencial"
- La aportación de España ha subido, superando lo 17 millones de euros
- La Agencia acaba de cumplir 70 años
- Gestiona 700 escuelas en Palestina, Siria, Líbano y Jordania
"Nos enfrentó a una crisis realmente existencial", recuerda el Pierre Krahenbül, comisionado general de la Agencia de la ONU para los Refugados Palestinos, la UNRWA. "De un día para otro desaparecieron 300 millones de dólares que, para una organización humanitaria es un golpe muy fuerte".
Krahenbül no esconde la gravedad de la crisis que sufrió la Agencia cuando Donald Trump decidió el pasado septiembre retirar aportación económica de Estados Unidos. Algunos incluso temieron que la agencia desapareciera: "Nuestra decisión fue no quejarnos mucho, sentarnos y cruzar los brazos, sino iniciar una campaña global que llamamos 'La dignidad no tiene precio' y buscar apoyo para cerrar un déficit histórico de 446 millones".
La campaña ha logrado su objetivo más inmediato y la UNRWA, que acaba de cumplir 70 años, ha logrado sobrevivir a ese momento gracias a que 40 países han incrementado su aportación. Entre ellos, España, cuya aportación superó en 2018 los 17 millones de euros, convirtiéndose en uno de los principales donantes.
Pierre Krahenbül reconoce que es un esfuerzo extraordinario, aunque subraya que "el dinero que viene a UNRWA, no es para UNRWA, es para mantener los servicios para, por ejemplo, estos estudiantes, y mantener esa perspectiva de un futuro digno para ellos". Pero ahora, recuerda el comisionado, el reto es conseguir que esas aportaciones se mantengan, la única manera de garantizar la asistencia a esos 5,4 millones de refugiados que necesitan su ayuda.
Asistencia a más de 5 millones de refugiados
Los servicios de la Agencia van desde Alepo hasta la Franja de Gaza, pasando por Líbano y Jordania. La UNRWA gestiona, entre otras cosas, 700 escuelas a las que acuden medio millón de refugiados palestinos. Para ellos, la educación es su única perspectiva de futuro y un cierre de sus proyectos habría generado una gran conmoción, cree Krahenbül, no sólo en Gaza y Cisjordania.
"Hay que imaginar lo que representaría en una región tan frágil, tan polarizada como Medio Oriente, el que de un día al otro esos estudiantes no tengan acceso a la escuela; era una preocupación mayor para toda la comunidad", señala. "Para ellos es la manera única de proteger sus perspectivas de futuro, mantener un cierto horizonte personal, ya que no hay horizonte político en la región. Su situación es muy crítica, porque desde hace mucho tiempo esperan una solución política que no viene; después se dio la decisión de EE.UU. de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, y justo después la decisión de cortar la ayuda a UNRWA".
Esas decisiones de la Administración Trump han creado un "ambiente muy difícil" y hecho tambalearse el siempre frágil equilibrio de Oriente Medio. "No vemos una dinámica negociadora, no vemos realmente una voluntad política de las partes en conflicto, pero tampoco de la comunidad internacional, de manera muy clara de volver a iniciar un proceso político, que sería lo más importante", señala.
Desde la decisión de Estados Unidos, la agencia ha tenido que recortar recursos e, incluso, cerrar proyectos, como la asistencia psicológica en Gaza. Aquello generó mucha frustración, manifestaciones y también algunos disturbios. "Contribuyó a incrementar protestas fuertes y perdimos el control de nuestras oficinas durante un periodo de tres semanas, lo que señala lo que habría pasado si hubieramos tenido que, por ejemplo, cortar el programa de educación o salud", recuerda Krahenbül.
Falta de voluntad política
A ello se junta la grave situación de los refugiados palestinos en otros países. El caso más grave es el de Siria, donde los más de ocho años de conflicto han afectado a la población palestina refugiada. Muchos de ellos han tenido que desplazarse a países vecinos como Jordania o Líbano.
Antes de la guerra, la UNRWA tenía registradas a 560.000 personas. De ellos, se estima que más de la mitad están desplazados y otro 20% han huido a países vecinos. Generaciones que sufren un trauma, que se une al de sus padres.
"Ese trauma es muy profundo por eso. Porque saben muy bien de las historias de los abuelos, que tuvieron que huir en el 48 o en el 67, y ahora, una nueva generación vive esa experiencia", recuerda el comisionado general de la UNRWA.