La sofisticada y potente colección de Malne pone fin a los desfiles en Ifema
- Malne recupera la fuerza y sensualidad de Grace Jones
- Marcos Luengo, un maestro de la costura, apuesta por la calidad
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Cuenta Juan Duyos que se quiso traer a Grace Jones a uno de sus desfiles pero no pudo ser. Hoy, la diva, ha estado muy presente en el desfile de Malne, la firma de Juanjo y Paloma, dos apasionados de la costura que entraron en MBFWM en 2016. Llegaron pisando fuerte y mantienen ese poderío temporada tras temporada, superándose y, algo que se agradece mucho, ofreciendo espectáculo.
Jones es un icono atemporal, una mujer impresionante que lo ha hecho todo, y todo bien. Como ellos. Nos pintó de rosa la vida y fue chica Bond en Panorama para matar, al principio mala y luego buena. Y todo ello ha inspirado a los diseñadores.
La colección es potente, excelente, sobresaliente… Solo ellos saben hacer del exceso una virtud y solo ellos saben cómo trastocar los códigos de la feminidad introduciendo elementos masculinos para reinventar la androginia, una palabra mucho más interesante que otras como unisex o agender que están desfasadas.
Pero volvamos la colección, a la propuesta. Un trabajo que sigue la estela de los anteriores, con una apuesta muy fuerte por los tejidos con mucha personalidad, por el uso del negro –casi una declaración de intenciones-, y por las superposiciones de prendas: en algunas salidas había hasta cuatro.
Hay guiños a los 80, a Mugler, Montana y Gaultier. A esas agujas rebeldes que empoderaron a la mujer, cuando no existía este término, a golpe de tijera. No de aguja. Porque la premisa era cortar y no coser. Cortar con el tedio, lo clásico, lo rancio. Y eso es lo que hacen ellos. El mono es la pieza base y sobre él se colocan minivestidos en fucsia y negro, chaquetas mini, e incluso un abrigo en un potente rojo que arroja luz sobre la pasarela.
Los hombros van muy marcados con escultóricas formas geométricas. Vemos hombreras pagoda, muy sofisticadas, y destaca una chaqueta roja con patrón circular que eclipsa todo lo que tiene alrededor. La colección no está hecha para una mujer que quiera pasar desapercibida, ni para princesas de palacio. La mujer malne es más, mucho más, es la reina del escenario, de la pista de baile, del show, de la moda.
Por eso le van muy bien las texturas de oro y plata para prendas desflecadas en las mangas y el bajo, que aportan un toque rebelde a la colección, y también los minivestidos en negro con enormes lazos en nude metalizado, un contraste de tamaño y color que resulta asombroso.
Los vestidos largos tienen unan línea más suelta y fluida, y llevan grandes cinturones-joya. Este elemento, el cinturón, recorre toda la colección y tiene mucho protagonismo. Como lo tienen las capuchas, otro de los guiños a la 'pantera negra'. Precisamente, ese animal se estampa en la parte trasera de una camiseta y que se asoma en la ventana que tiene una chaqueta abierta por la espalda.
Hay que aplaudir el trabajo que han hecho. No es fácil revisar la estética de un icono sin calcar su armario. Pero Malne, con talento y osadía, han recogido su espíritu y lo han llevado a su terreno, sin caer en lo evidente.
Marcos Luengo admira la obra de Joaquím Mir y convierte sus paisajes en estampados con una paleta de color que sale de la misma del pintor barcelonés. Su colección es de una calidad excelente, tanto por el trabajo realizado como por la selección de tejidos. Luengo trabaja los plisados con gracia y logra blusas en tono violeta y vestidos de noche con cuello chimenea. El terciopelo se estampa en vestidos muy femeninos o se borda en abrigos-quimono de clara influencia oriental. Soberbios, igual que los realizados en lana cocida que vende en rojo o en violeta con remates en contraste de color. La piel, tan cuestionada ahora, destaca en abrigos de cordero en verde, y llaman la atención las alforjas. “Es un elemento que me gusta utilizar, ahora lo he llevado más a la noche, con muchas plumas, y es una forma de poner bolsillos a lo que no lo lleva”.
Su trabajo es perfecto. Todo está en su sitio y nada sobra. Es un maestro de la costura y un veterano de la moda que, con la seguridad que dan las canas, habla sin tapujos. Cuenta que ha abierto una línea de negocio en Panamá y que ahora se dirige a México. La mitad de la colección presentada pasa a venta directamente y la otra mitad se hace bajo pedido. Por suerte, revela, tiene una clientela fija y fiel. “Mañana ya me están llamando para hacerme pedidos. Son mujeres de nivel cultural alto que no quieren logos, quieren calidad”.
Confiesa estar encantado en esta pasarela en la que le tratan muy bien pero admite que no necesita una exposición mediática para vender. “Esta pasarela hay que hacer algo con ella, parece pensada por periodistas para periodistas. Veo mucho espectáculo, cuadros magníficamente pintados que luego, al despiezarlos, se quedan en nada, las prendas sueltas no funcionan. Eso me quita el sueño porque quiero buscar el equilibrio entre el espectáculo y la calidad de la prenda para vender bien”.
Miguel Marinero ha colgado unas fantásticas fotografías de sus colecciones de 1975 en la pasarela. Imágenes en blanco y negro, sofisticadas y nostálgicas, que sirven de pretexto para revisar su pasado y plantearse el futuro. “En este momento, y en esta colección, se unen padre e hijo. La experiencia, el saber hacer y el trabajo del taller que siempre he hecho con la rebeldía con la que Nicolás, mi hijo, rehace lo que yo hice”, cuenta el veterano peletero.
Sobre la pasarela vemos una propuesta muy trabajada, atemporal. Una apuesta sobre seguro, con mucho oficio y mucha calidad. Con poca rebeldía, a pesar de lo que diga Marinero, y poco riesgo. Vemos prendas muy oscuras, como un coqueto LBD en cuero, y otras muy luminosas como una falda en terciopelo tornasolado. Una colección que Marinero define como ecléctica y en la que han destacado los dos looks para hombre hechos en colaboración con Lander Urquijo: un esmoquin con pantalón campana, maravilloso, y una chaqueta-batín en terciopelo estampada que eclipsa al vestido hecho con el mismo tejido.
Y todo en un día que han abierto dos jóvenes. Isabel Nuñez, con una propuesta muy floja que no aporta nada, y Beatriz Peñalver. Su colección, cuenta, se inspira en los nómadas del desierto y de allí sale su paleta de colores. El naranja es el punto de partida y luego entran marrones y azules , a veces juntos en una misma prenda.
Destaca el uso de borlones, sobre todo en una potente capa que pesa trece kilos. “Puse borlones a un vestido de novia, subí la foto y se hizo viral, funcionó muy bien y lo he trasladado a esta colección”. Una colección de grandes éxitos. “He repetido los patrones que mejor me han funcionado en las colecciones anteriores y los he transformado”, revela. Peñalver se estrena con el tricot para prendas muy potentes, utiliza organza con lúrex para sus piezas más especiales y organza de cristal para una bata de cola. “Es que yo he sido bailarina de flamenco”, apunta. Un vestido que nada más verlo te hace pensar lo difícil que tiene que ser caminar con él por el desierto.