La desesperanza europea de los migrantes
- Varias asociaciones no gubernamentales ofrecen ayuda y servicios básicos a inmigrantes en Bruselas
- "¿Cómo puede ser que tratéis tan bien a los perros y tan mal a los humanos?”, se preguntan muchos de los que han llegado desde África
Isam (nombre ficticio) lleva gorro, tiene ojos vivos y una camiseta con el dibujo de un tigre. Ha luchado mucho y vagado para lograr lo que quería: una vida normal y “que la gente como yo tenga derechos”. Es transexual y salió de África hace 6 años. “No podía vivir allí, el tipo de persona que yo soy no es aceptado en mi país”, explica gracias a la ayuda de un traductor. Tenía claro que su destino sólo podía ser Europa. Para ello viajó “mucho”.
Salió hacia Libia, pasó por Argelia y Túnez. Quería ir a Italia pero acabó en Grecia y ahí comenzó su peregrinaje hasta llegar a Bruselas. Más de 12 países recorridos. Un camino duro, con mafias, embarcaciones precarias en el mar y mucha frustración, pero volvería a hacerlo.
"Vine a Europa porque tenía mi propio problema en mi país. Allí no me aceptaban pero aquí sí, aquí aceptan a todo el mundo”. Por eso su conclusión es clara: "He pasado muchas cosas, pero no me arrepiento de estar aquí", explica.
Historias con "final feliz"
La suya es una de las historias con “final feliz” que han compartido los trabajadores y voluntarios del Centro Humanitario de Bruselas. Un espacio donde ayudan a migrantes en tránsito, personas que están en Bélgica sólo por un tiempo, esperando a seguir un camino que quieren continuar, normalmente, hacia Londres.
“Como no piden asilo y están aquí de forma temporal, no tienen ningún tipo de derecho”, explica el coordinador del Centro, Christian Renders.
"Viven en la calle, no tienen un sitio para dormir, tienen frío, tienen miedo", relata Helène de Vivier, la responsable de salud mental de este espacio.
“Viven en la calle, no tienen un sitio para dormir, tienen frío, tienen miedo“
"Algunos tienen síntomas de trauma porque han vivido cosas muy difíciles en sus países y durante el viaje para llegar a Europa, pero muchos también han empezado aquí con síntomas de depresión porque no tienen esperanza", continúa la psicóloga.
"Muchos no entienden y se preguntan: ¿cómo puede ser que tratéis tan bien a los perros y a nosotros como a una mierda?", remata Renders.
"Si nosotros podemos, ¿por qué no el Estado?"
El centro humanitario está en la estación del Norte de Bruselas, a sólo 30 minutos caminando desde las instituciones europeas. Allí trabajan juntas organizaciones como Médicos Sin Fronteras, Médicos del Mundo, Cruz Roja o la Plateforme Citoyènne.
Ofrecen lo básico: atención médica, asesoría legal, ropa o ayuda psicológica. Al principio solo atendían a migrantes en tránsito, pero han cambiado. “Ya no hacemos ningún tipo de criba. Vienes y, si hay espacio, recibes el servicio que necesitas”, explica Christian Renders.
La mayor parte de los usuarios son hombres, “el 70% de Eritrea, Sudán y Etiopía”. Pero el espectro se amplía: “en los últimos tiempos vemos también a personas de la Unión Europea”.
Llevan trabajando dos años. En el último han atendido a 4.000 personas. "Sólo necesitan ser protegidos, orientados... Si nosotros podemos hacerlo, ¿no podría el estado ofrecer esto?", se pregunta Renders.
“Estamos ante un problema político, ante la falta de los estados para ayudar“
No es normal que en un país como Bélgica se necesite de las ONG para dar atención sanitaria, ropa o comida a la gente", coincide Ingrid, que trabaja como médico en el centro.
Ambos comparten diagnóstico. Creen que estamos ante un problema político, ante la falta de voluntad de los estados para ayudar "a seres humanos".